Desde mi punto de vista creo que la comunicación ha pasado a mejor vida. O bien se codea con gente non grata, o bien es una quimera en nuestras fantasías más húmedas. Los buenos años en primaria y secundaria estudiando las vías del lenguaje quedaron en eso, en teoría.
Hoy no puedo encender la televisión sin vomitar. No en el sentido literal, aunque si he sufrido dolores de cabeza escuchando la verborrea que hoy en primicia abunda. No estoy señalando solo con mi dedo a esa dehesa maltrecha denominada “Telecirco”, sino a cualquier debate de la televisión. Seamos sinceros, la comunicación no vende.
Cuatro energúmenos gritándose haciendo oídos sordos al que delante, teniéndoles que cortar el micrófono para que dejen de proliferar rebuznos es lo que a la gente le gusta. La audiencia manda, y si la cordura y el entendimiento no gustan pues se le mete un tijeretazo y c´est fini.
Desde los orígenes de mi relación con la televisión no me he llevado bien con la salsa rosa, solamente para comer. Recuerdo un programa llamado “Crónicas Marcianas”. Lo poco que me acuerdo de esa primeriza etapa es que según pasaba el tiempo más veces me pedían mis padres que no mirara a la caja tonta. Varios años después, tras el tiempo de sobremesa, “Aquí hay tomate” solo recuerdo una cosa buena, Carmen Alcayde.
Y meto estos programas en el mismo saco porque usaban la comunicación para crear el morbo. Es normal invadir el espacio ajeno para crear “noticias” donde la única meta era sacar de sus casillas al entrevistado y luego meter cizaña en el análisis. Preparar situaciones absurdas con tan solo vender.
No voy a juzgar a los que siguen los programas actuales. Solo lamento la muerte del primer formato de “Gran Hermano” por la jodida audiencia. Pasamos de un experimento social a un circo experimental. Cosas que se tuercen a lo largo de la historia existen para dar y regalar; por ejemplo, Friends.
Sin embargo, entrando en temas deportivos nos encontramos el mismo panorama. Un gran noticiero sobre un jugador y su equipo hablando sobre ese jugador y su equipo. Ahora bien, si queda tiempo, se hablarán de otros jugadores o de otros equipos. Llaman noticias a naderías de ese ser supremo que denominan el verdadero deportista, “bicho”, o cualquier otro piropo que se les ocurra.
Los debates son la “salsa verde” del deporte. Cuatro forofos que se autodenominan periodistas que se chillan sin vocalizar, que lloran en directo para dar más gracia al momento si su equipo del alma pierde y que visten las equipaciones en directo. Vergonzoso. Esto es el mayor chasco de mi vida.
Al principio oía a compañeros de clase hablando de un programa de radio llamado “El larguero”. Yo no poseía walkman con receptor para escuchar ninguna emisora, así que empecé a ver debates deportivos cuando tuve la edad suficiente de quedarme hasta por la noche a ver Marca TV. Tenía que quitar el canal antes de arañarme las entrañas.
El último palo que me metí fue en los debates políticos en antena. No escribiré más porque es un tema absurdo, de ideologías, donde nadie quiere hacerle entender a nadie su postura, solamente intentan imponerse. Me da igual que seas nuevo o viejo, eres igual que todos. Aún no he visto a ningún político en la televisión que acepte una derrota en un debate.
Entonces, si en la televisión lo que mola es el gritar, el pisarse el cuello, el no respetarse mutuamente; ni así mismo; no hablan de nada y tan solo quieren sangre… ¿Qué esperan que exista en la calle? ¿Qué es el ejemplo que queremos dar?
Las redes sociales se llenan de amagos de filósofos, de personas que creen tener la verdad absoluta, y para ello intentan imponerse en cualquier sistema de mensajería. Pero lo verdaderamente importante es cuando dos seres así, que no es muy complicado esto, se cruzan y empiezan a tirarse datos que refutan los datos que otros den. Se crearán grandes redes de hilos con un toma y daca. El entendimiento no existe. DIARIO Bahía de Cádiz