CRÍTICA. Si las pretensiones del autor de la obra Teatro de Maravillas se objetivan en un trazo costumbrista de La Isla acompañado de planos flamencos –sonanta y cante- en el diseño de esta pieza teatral, la formulación de mi juicio es clara: se cumplieron los objetivos. Cumplidos y bien cumplidos.
Es una obra amena y divertida; más bien, los actores hacen divertida y amena esta pieza, que cuenta con aditamentos mínimos en la puesta en escena y en la farsa representada: Don Arcadio Trigueros de Camusía, hijo del gobernador de la provincia, se enamora de una guapa bailaora, Manuela La Chusquita, y paga con generosidad por una sesión de baile con ella en privado, que Perico Maravillas promete conseguirle. El azar obliga a que forzado por Perico Maravillas, el desmañado y bebedor empedernido Curro Suspiros pretenda sustituirla con el fin de “darle el pego” al ricachón. Aunque enrevesada en la búsqueda de la comicidad, la historia a partir de ahí es previsible: la farsa termina destapándose en el baile que Curro Suspiros ejecuta como buenamente puede; pero, al final, todos contentos.
La obra se desarrolla con la medida temporal mínima para ajustarse a lo exigido para una función teatral. De las tres secuencias en que se divide, es la primera la que da carácter y sentido a la farsa, quizá por ello se antoja con metraje en demasía. En el acomodo a la medida de tiempos de toda la pieza, tienen sentido y utilidad la incardinación de las piezas flamencas y copleras cantadas por Perico Maravillas y el breve recital poético de don Arcadio. Sin ellos, convendríamos en que Teatro de Maravillas sería un entremés; definirla como vodevil, como se pretende aludiendo a la mezcla de comedia picante con piezas musicales, sería un exceso. La pieza es una obra costumbrista y localista que se disfruta en su totalidad, y se arrancan carcajadas en momentos, especialmente en la secuencia del baile, que ya es bastante. Basta y sobra. Una vez situado en contexto el espectador, las dos secuencias posteriores se saldan rápidamente con las gracias obtenidas por la ocurrencia de la sustitución y el buen hacer mímico de Curro Suspiros.
La pieza teatral se adereza con localismos difícilmente distinguibles para los foráneos y un setting que ninguno extraña: el güichi; como la tipificación de los personajes, facilita la identificación, no sólo física, y su caracterización. En la teatralidad de la obra –su valor más genuino– el güichi, fácilmente reconocible con otros términos en otras localidades, es el elemento primario y conectivo como lugar; si bien no lo es tanto en el contexto social donde se ubica –la presencia de don Aurelio en un lugar de baja estofa se antoja forzada y fuera de lugar- aunque de pie al reconocimiento del período postguerracivilista, indefinido y eterno, que conecta con las vivencias de los mayores presentes en el público. Un período que estableció arbitrariamente categorías entre “buenos y malos”, e impuso injustamente la diferencia entre quienes disponían de recursos sobrados para comer y los que aguzaban el ingenio para poder subsistir en la miseria. En ese sentido, la pieza se atribuye la crítica cómoda contra el ricachón con el único mérito de ser miembro del régimen, y la indulgencia respecto del engaño y la sisa controlada, surgida de la necesidad, para los buscavidas que pululan en el güichi.
Una nota final: dar las gracias a los actores por salvar con gracia la representación con toda la vestimenta de invierno requerida por el libreto, a pesar del calor imperante en el coso teatral –que se hizo notar mucho más en el escenario, con los focos a toda luz y potencia–. DIARIO Bahía de Cádiz Francisco Mesa
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Programa: La Isla, Ciudad Flamenca.
‘Un trato de maravilla’ de Carlos Rey y Trysko.
Elenco: Fernando Morales (Perico Maravilla), Dom Isidoro Cárdeno (Curro Suspiros), Jesús Salido (Don Arcadio Trigueros Camusía), Estefanía Bueno (Manuela La Chusquita), Carlos Rey (Malacara).
Lugar y día: Patio del Colegio San José de San Fernando, 30 de julio de 2015. Asistencia: casi lleno.