Manuel Domínguez, natural de San Fernando y vendedor de la ONCE desde 1997, casi siempre junto al mercado municipal en Chiclana, ha ganado el Premio Tiflos de Literatura que convoca la propia Organización Nacional de Ciegos Españoles en la categoría de Novela (de autores con discapacidad visual) con su obra ‘Reales de a ocho’, un texto que reivindica el papel histórico de La Isla y de la vecina Chiclana, “frente al protagonismo absoluto de Cádiz en la España de la Guerra de la Independencia”. Este galardón está dotado con 5.000 euros.
A esta edición de los Premios Tiflos se han presentado 1.827 trabajos: 760 en el apartado de Poesía (735 en la categoría general y 25 en el apartado de discapacidad visual); 456 originales en Cuento (450 en general y seis escritores con discapacidad visual); y 611 en la categoría de Novela, (602 de escritores videntes y nueve con discapacidad visual).
Los Tiflos que la ONCE convoca anualmente son desde hace 37 ediciones “una apuesta decidida por la creación literaria en lengua castellana, además de un impulso a la escritura entre las personas ciegas o con discapacidad visual grave”. La convocatoria está abierta a escritores de cualquier país, mayores de edad, que deben cumplir como requisito la presentación de sus obras en español. La gala de entrega de los premios tendrá lugar el próximo 30 de mayo en Madrid.
En la modalidad de Poesía, el premio ha sido para la poetisa argentina Carolina Esses, por su poemario titulado ‘Ese brote de pino’. En Cuento, se ha premiado al escritor hispano-venezolano Juan Carlos Méndez, por su trabajo ‘En las ruinas’. En la modalidad de Novela, el ganador ha sido el autor valenciano Luis Salvago, por la obra ‘Josephine’. En cuanto a los reconocimientos especiales a autores con discapacidad visual, además del premio al escritor de San Fernando, curiosamente, en Poesía y en Cuento el fallo del jurado ha aclamado a la misma persona, el autor de origen mexicano y nacionalizado estadounidense Febronio Zatarain (con las obras ‘Oruga entre terrones’ y ‘Rastros en la tierra’).
“ESTA NOVELA ME HA ENRIQUECIDO COMO PERSONA Y COMO ESCRITOR”
El isleño Manuel Domínguez sabe bien lo que es ganar un premio literario, pero este de la ONCE le alegra especialmente: “para mí es importantísimo porque esta novela me ha enriquecido como persona y como escritor. Tener el premio de un jurado crítico imparcial, que no es de Cádiz, que diga que este trabajo merece la pena es un espaldarazo al trabajo de mucho tiempo”.
De su obra ‘Reales de a ocho’, el jurado resalta que “es una novela histórica de aventuras desarrollada en la España de la Guerra de la Independencia, centrada en un personaje cautivador, muy entretenida y muy bien escrita”.
En la nota remitida a DIARIO Bahía de Cádiz se repasa que Domínguez comenzó a leer de pequeño mientras sus amigos preferían la pelota. Luego empezó a escribir, poemas, sobre todo, “muchos de ellos cursis porque a esa edad temprana escribir del amor resultaba inevitablemente pretencioso”.
La chispa la prendió su profesora María Jesús Guerrero en el colegio público Servando Camúñez, donde cursó la EGB. Y esa vena literaria le ha acompañado a lo largo de toda su vida. Ni los problemas de visión han mermado su creatividad, por muchas barreras que le han ido poniendo en el camino.
Se afilió a la ONCE en 1997 por las consecuencias de la atrofia de su nervio óptico que le hizo perder toda capacidad de enfoque. “Cuanto más miro una cosa menos la veo”, resume gráficamente. De hecho, para escribir recurre siempre a la lupa por muy grande que sea la pantalla con la que trabaja porque si aumenta la imagen la sigue viendo turbia, sin nitidez. Y de tanto sujetar la lupa (‘El tío de la lupa’, le conocen en las bibliotecas a las que va), tiene hasta lesiones de tenista. Así, el leer/escribir es para Manuel una actividad entre artesanal y medieval.
‘Reales de a ocho’ arranca dos o tres días después de que el Duque de Alburquerque entrara en 1810 por el puente Zuazo que da acceso a la actual San Fernando (entonces, Isla de León) con lo que quedaba entonces del ejército de Extremadura (que era como decir el ejército español). A partir de ese momento el autor desencadena toda una serie de peripecias del protagonista Mateo Nogueira, un buscavidas que se mueve por toda la provincia de Cádiz evitando ser reclutado por las milicias para enfrentarse a los franceses.
“Quise hacer una reflexión sobre el papel de San Fernando porque todo el mundo habla de Cádiz, de La Pepa, y de la Constitución de 1812, y parece que Cádiz se llevó toda la trama gorda de la Guerra de la Independencia, cuando es incierto porque en Cádiz entonces se vivía estupendamente. Había teatros, librerías abiertas, periódicos, actividades lúdicas, tertulias en la calle, alimentos, animales exóticos, abalorios, mientras que San Fernando sufría la guerra”, explica. También centra su foco Domínguez en la vecina Chiclana: “allí quedaron mujeres, inválidos y niños con la orden de tener las puertas abiertas para que las tropas francesas pudieran alojarse allí en sus casas”.