OPINIÓN. Pasada la Feria del Carmen y de la Sal de San Fernando, pasada la calentura del momento confieso no fui del todo feliz. Por otra parte, ni más ni menos que como muchos cañaíllas: unos por el levante, otros por la distribución de las casetas, la zona del botellón, etc., etc., etc. En fin, gustos para todos, casos y cosas que a buen seguro nuestra alcaldesa Dª. Patricia Cavada junto a su equipo intentará subsanar en años sucesivos para contentar a la mayor parte de la población.
Pero lo que viene al caso, lo que me entristeció y a miles como yo, fue la omisión sectaria en eliminar los festejos taurinos en el programa de fiesta de todos los isleños, repito, todos los isleños. Isleños y no, que por estas fechas y por septiembre acostumbrar a visitar la centenaria plaza de La Isla (145 años el pasado 16 de julio), y así se lo podrán corroborar en la Oficina de Turismo. Pregunte por favor.
El caso es que dicho ninguneo tampoco tuvo su efecto deseado ya que unos 1.700, aficionados y no, disfrutaron del festejo el día de la Patrona en la corrida de toros pasando por taquilla, y 3.000 al día siguiente en una novillada en clase práctica organizada por la Escuela Rafael Ortega, ambos con el hándicap de fuerte viento de levante. Con estos números me da que ha sido el acto con mayor afluencia de público superando incluso a la proclamación de Salineras y el posterior concierto de María Toledo. Ole por ellas.
De esta forma, alcaldesa, por nuestra historia, por tradición y convicción, la tauromaquia ha sido a lo largo de la historia vinculo entre civilizaciones en toda la península y países hermanos, además de un arte de por sí y permanente fuente de inspiración para otras como la escultura, pintura, literatura, cine, arquitectura, el flamenco o la música en distintos géneros. Además, nos guste o no, gracias al toro mantenemos una singularidad que nos caracteriza ante el mundo. Son obras, nombres y datos, de sobra conocidos para los taurinos, pero puede que ignorados por los antitaurinos que permítame le informe.
Unos años atrás, en las Cuevas de Altamira, hace 30.000 aproximadamente, ya honraban al toro. Hombres y mujeres que empezaron a poner a este animal en valor y de igual forma sucesivos pobladores (Tartessos, Íberos, Celtas, Fenicios, Griegos, Cartagineses, Romanos, Suevos, Alanos, Vándalos, Bizantinos, Visigodos, Almorávides, Almohades y los Reyes Católicos) que con distintos protagonismo y hasta nuestros días siempre lo mantuvieron presente como un animal a dignificar.
¿Se puede imaginar de cuánto arte se hubiese privado al mundo de no existir los festejos taurinos y por ende el toro? Entro otros, Goya no hubiese podido pintar a Pedro Romero, ni sus grabados de tauromaquia; Lord Byron no se hubiese enamorado de España; ni García Lorca escrito el poema ‘Llanto’; Prospero Merimée no hubiese conocido a ‘Carmen’, ni Bizet le hubiese puesto música.
Verá, sin los toros Hemingway no hubiese escrito ‘Fiesta’, ni José Bergamín su ‘Música callada del toreo’; ni Picasso habría pintado el Guernica, ni Dali inspirarse como decía presenciando una corrida de toros.
En la arquitectura, los barceloneses no disfrutarían del precioso centro comercial de Las Arenas, y qué decir de la obra de Rafael Alberti, con tanto taurinismo en la yema de los dedos del genial marinero, poeta, pintor y torero capaz de dejarse de joven coleta natural, escribir sonetos y poemas taurinos, pintar carteles de toros, diseñar un juego infantil al que llamó ‘La Oca Toro’, hasta hacer el paseíllo como subalterno de Sánchez Mejías.
Tampoco Camarón hubiese soñado con ser torero, ni rasgar su garganta cantándole ‘Arte y majestad’ a Curro Romero. Cuanto arte en todo, hasta en nuestro vocabulario, rico en expresiones taurinas tan comunes que apenas echamos cuenta. Tantas y tantas cosas que nos hubiésemos perdido.
Otro aspecto importante de la fiesta es el económico: segundo espectáculos de masas de nuestros país con cuatro millones de espectadores, 200.000 puestos de trabajo directos (sin contar los que pueda generar una Feria de Olivenza, unos San Fermines o un San Isidro de forma indirecta), 40 millones recaudados en IVA (¿sabe cuántas becas genera?), 13 millones de euros recaudados en Seguridad Social (¿sabe cuántas operaciones cubre este dinero?), la Casa de Misericordia (gestora de la plaza de Pamplona) da cobijo a más de 500 mayores. Dígame ¿con qué sustituimos estos ingresos? ¿Con más impuesto?
Y para el toro, más de medio millón de hectáreas en una vida de lujo tanto en su hábitat como en el saneamiento. Qué diferencia con una granja, ¿verdad?
Continuo, le cuento para lo que sirve una Escuela Taurina, una con 26 años de historia, querida y reconocida sólo con nombrarla ‘Rafael Ortega’, torero que junto con Ruiz Miguel ha llevado el nombre de La Isla por todo el mundo. Aquí, en la escuela, los jóvenes sueñan con ser figura del toreo, se les enseñan valores, les enumero algunos: educación, constancia, tesón, esfuerzo, dignidad, ética y unos huevos como el caballo del Espartero, o lo que es lo mismo el valor reconocido (y pido mil perdones por usar una expresión castellana que espero a nadie le pueda molestar). Valores que perdurarán en el tiempo a lo largo de sus vidas aunque finalmente se esfume el sueño. Aquí, además contamos con un caso muy especial, se llama Jesús Rivero, interésese por él y compruebe que es verdad lo que le cuento.
Apelo a su nobleza, educación y comprensión para los 18 millones de españoles que como Vargas Llosa, García Márquez, Andrés Calamaro, Joaquín Sabina, Juan Manuel Serrat, Miguel Bosé, Agustín Díaz Yanes, Pedro Almodóvar, Paz Vega, Albert Boadella, Mikel Barceló, Juan Ripollés, Sara Baras, Plácido Domingo, Rafa Nadal, Alberto Contador, Vicente del Bosque, Javier Sardá, Boris Izaguirre, Miguel Ángel Aguilar o Enrique Múgica entre otros intelectuales de reconocido prestigio y sensibilidad disfrutan de las corridas de toros y lo reconocen como un arte.
Por cierto, unos aficionados e intelectuales ni más ni menos “asesinos” que los que disfrutan friendo camarones para degustarlos en exquisitas tortillas al más puro aroma de La Isla, “torturan” caracoles durante días para ser el majar más saboreado a lo largo de la primavera en toda Andalucía, o que decir de unas coquinas cocidas a fuego lento de lo más marineras.
Todos, actos “crueles y delictivos” ante la total indiferencia de los animalistas, como si los moluscos y maricos no tuviesen vida propia o ésta fuese de menor categoría. Desconozco si le gustan y disfruta con semejantes exquisiteces.
Sr. Cavada, ya termino esta parrafada escrita sin el mayor deseo de convencerle, ni mucho menos hacerla cambiar de opinión. Eso sí, por los cientos de años de historia, en el mundo y en su pueblo, de tradiciones y costumbre que nos diferencian y que no por ello nos hacen ni mejores ni peores que los demás, sólo pedirle que nos escuche y respete como un colectivo más al que le gusta un arte, la tauromaquia, y por encima de todo un animal, el toro de lidia.
Gracias por su tiempo.
Sergio Pérez Aragón DIARIO Bahía de Cádiz
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