CRÍTICA. Este sábado 28 tuvo lugar en el parque del Barrero, en San Fernando, la segunda edición del festival Meridianocero, evento que nació con la ambiciosa intención de devolver a la ciudad isleña el prestigio que la encumbró como uno de los sitios a tener en cuenta dentro de la música independiente nacional gracias a los añorados certámenes de Pop-Rock.
Y según lo visto en estos años, se está avanzando en el buen camino. La edición de este 2018 se podría considerar como la de la consolidación del Meridianocero entre los festivales de pequeño formato que hay que tener en cuenta, sobre todo por sus particulares condiciones como su ubicación en un parque fantástico (se agradece mucho la hierba en vez de albero o el asfalto tan abundante en otros festivales), las actividades para niños, la entrada libre y la original selección de bandas que no intenta mimetizar lo que se suele ver por ahí.
Porque este festival tiende a apostar por un cartel en el que se entremezclan artistas renombrados de la escena alternativa con otros de esos que llaman emergentes (para que nos entendamos, los que en la liga de grupos indis juegan aún por quedarse en primera) y con bandas locales o noveles que a poco que insistan se verán también en unos años en la parte de arriba de los carteles.
De esta última categoría son los isleños Madmaniacs, que fueron los encargados de poner en marcha el festival a eso de la hora del aperitivo. Esta banda ejecuta una suerte de rock-grunge melódico agresivo con letras en inglés bastante interesantes, y un poco a la contra de lo que se estila en el mundillo actual, lo que les hace ser una especie de perla que, a falta aún de un poco de pulido, puede brillar en un futuro cercano. El público todavía estaba llegando al recinto, pero disfrutó de su concierto.
El escenario grande lo estrenaron los sevillanos El imperio del perro. Este grupo es una solvente máquina de ejecutar el rock independiente, y eso es lo que hicieron, regalando sus temas con potencia así como alguna versión de esas que cualquiera que haya pisado en su vida un festival debe conocer. Los Planetas, al final, siempre lo sobrevuelan todo.
Cabe destacar, por cierto, la acertada división de grupos entre los dos escenarios. El principal está muy bien, pero hay grupos que destacan más con la cercanía y la interacción del público. Y este es el caso de Nadie Canta, una peculiar banda con mente chiclanera pero afincada en Granada. Llevan a cabo una extraña combinación de electrónica pop ruidosa de bases atosigantes con letras tan realistas que parecen surrealistas. Con una visión inteligente, mordaz y preclara son capaces de poner en evidencia las miserias de la actual sociedad hipertecnológica para mostrarnos que en el fondo somos únicamente mamíferos detrás -o delante, según se mire- de una pantalla. La puesta en escena es igualmente chocante y atractiva. Su carismático frontman, Carlos Alcántara, juega con el público de todas las formas posibles. A poco que tengan un poco de suerte con lo suyo, este grupo merece reconocimiento ya.
Algo parecido ocurre con los que se situaron a continuación en el escenario grande, los portuenses The magic MOR. Esta banda, que sacará a la luz su segundo disco en las próximas semanas, lleva a cabo una propuesta de rock espacial, psicodélico y algo progresivo que mira, cara a cara y sin ningún tipo de complejos, a bandas internacionales del palo de The war on drugs, Arcade Fire o quienes ustedes quieran poner. Tocaron sus temas rotundos (nuevos y antiguos) de manera rotunda, sirviendo un concierto sin fisuras que habría que tomarse como una experiencia que disfrutar de principio a fin más que como una mera presentación de sus canciones. Técnicamente están superdotados y encima ahora están en un estado de forma que no se amilanarían ni delante del mismo Thom Yorke. Esta banda destila calidad se mire por donde se mire, y es muy posible que el público que los vio sentadito en la hierba del parque al sol, o bailando frente a ellos, pueda decir en un par de años eso de “yo vi a los Magic MOR antes de que fueran famosos”. En resumen, una banda de muchos quilates que se dedica a hacer música propiamente dicha.
Apelan a otros instintos The Parrots, que volaron hacia el escenario pequeño a continuación. Lo que llaman actitud también es parte del espectáculo en este mundillo, y de eso van sobrados estos madrileños. Así, a base de alaridos, guitarrazos y contorsiones hicieron las delicias de sus numerosos seguidores presentes ante ellos. Despliegan una especie de rock de gartaje muy clásico, y con eso no hay que describirles mucho más porque ya está todo dicho (y hecho). Triunfan porque lo hacen muy bien, y porque a veces no es necesario ser exigente si simplemente quieres disfrutar un rato y luego tirar para otra cosa.
Como por ejemplo, escuchar a los murcianos Perro, que se encaramaron luego al escenario grande para hacer lo suyo. Siguen una senda un poco similar, con la diferencia de que tienen una vocación más cosmopolita y una potencia inusitada con sus dos baterías al unísono. Empatizaron bien con el público, sobre todo cuando el asunto climatológico se empezó a poner chungo y comenzaron a caer las primeras gotas que, a la postre, llevarían a la suspensión del festival. Pero no adelantemos acontecimientos. Estamos con el concierto de Perro, que satisfizo al personal tocando casi todos sus temas preferidos para respetable, acercándose al punk y moviéndose entre referencias tan particulares como la reina de Inglaterra o Jimmy Floyd Hasselbaink.
Y LLOVIÓ
Llegó el momento de los locales (isleños, chiclaneros, gaditanos… según el ayuntamiento que los quiera reivindicar…) Detergente Líquido. Presentaron un concierto algo accidentado, por que ya hizo presencia la lluvia y esto descontroló un poco las cosas. Pero aun así, resolvieron con mucha solvencia y soltaron su habitual ristra de canciones incontestables acerca de la banalidad de la vida y de muchas otras cosas. Temas cantables y bailables, como así demostró el numeroso público entregado que se congregó ante ellos. Están en puertas de publicar el que será ya su tercer LP y dedicaron una canción a Donald Trump.
Al acabar, nos cambiamos con el cielo muy encapotado al escenario mayor, donde Sr. Chinarro iba a comenzar su actuación. La banda de Antonio Luque (aunque en realidad habría que decir Antonio Luque y la banda que sea) es una de las referentes en la música alternativa nacional casi desde que existe lo que se dio en llamar de esa manera. Así, el sevillano-malagueño posee un interminable catálogo de canciones totémicas a las que adorar, y se dedicó a lanzarnos rayos verdes y afirmarnos que no tienen sexo los ángeles. Todo impecable, ya que no tiene nada que demostrar. También nos tocó alguna de su último disco, de muy reciente aparición.
Ya al final del concierto de Chinarro, el aguacero era bastante fuerte. La organización del festival, perfectamente engrasada durante todo el evento, decidió detener la cosa a ver si mejoraba la situación. Pero no pudo ser. Nos quedamos sin disfrutar de la electrónica trapera de Bronquio ni del muro shoegaze incontestable de los gallegos Triángulo de amor bizarro.
Así que nos fuimos a casa algo mojados pero contentos, porque se demuestra que otro tipo de música es posible en la Isla de Camarón. La afluencia de público fue bastante abundante durante el festival, lo que hace inferir que si se ofrecen propuestas de calidad hay gente interesada, y que este tipo de eventos atrae aficionados también de las provincias limítrofes.
En conclusión, la jornada del II Meridianocero Festival fue bastante satisfactoria. Estamos deseando conocer ya qué nos deparará la del año próximo. DIARIO Bahía de Cádiz