La XXXIII Marcha a Rota convocada por la plataforma andaluza contra las bases militares y la guerra el domingo 7 de octubre, bajo el lema ‘Andalucía tierra de paz y de acogida’, congregaba a entre cien y doscientas personas para volver a gritar ‘OTAN no, bases fuera’. En esta ocasión, la manifestación salía a mediodía del parque Calderón en El Puerto de Santa María y finalizaba en la puerta de la Base Naval de Fuentebravía.
Más allá de exigir la desaparición de las bases militares, de tropas extranjeras de la región y todo lo que representan, este 2018 esta consolidada marcha pacifista (que ha tenido tiempos mejores en cuanto a participación) ha incidido en denunciar que la presencia de las bases de Rota y Morón en territorio andaluz “nos convierten en cómplices de guerras que se alargan en el tiempo por los intereses del negocio de las armas de las grandes potencias”. “Mandamos bombas y crece la inmigración”, ha sido otro de los mensajes de la protesta.
“Llegamos de nuevo a las puertas de esta fábrica de guerra llamada Base Naval de Rota a traer nuestras pancartas, nuestros deseos y nuestra apuesta de que Andalucía sea de una vez por todas, tierra de paz y de acogida. Venimos a levantar estas alambradas y a derribar estos muros del horror; venimos a proponer un futuro donde toda la inversión económica y humana que sostiene este monumento a la muerte se ponga al servicio del desarrollo y de la paz”, señala la introducción del manifiesto de la marcha, trasladado a DIARIO Bahía de Cádiz.
Un texto en el que se reclama el derecho de los andaluces “a vivir en paz, a construir una Andalucía que sea tierra de acogida de las personas que hoy necesitan de nuestra solidaridad, una Andalucía sin alambradas, sin racismo y sin bases militares; una Andalucía con empleo de calidad, con una industria que construya futuro y una clase trabajadora que no se vea forzada a mitigar su justa hambre de pan, techo y dignidad a base de masacrar a otros pueblos hermanos”.
En dicho manifiesto se resalta que “ha sido un año duro” en el que guerras como la de Siria, Yemen, Sudán del Sur y República Centroafricana, “han causado miles de víctimas, y la huida de sus hogares de millones de familias”. Y en paralelo, “las grandes potencias económicas con su ambición, y los grandes beneficios del negocio de las armas generan un desesperado y masivo movimiento de población que huye de los conflictos y cruza el Mediterráneo buscando refugio”. Sin embargo, Europa, desmemoriada, “responde con políticas abiertamente xenófobas o con acuerdos y protocolos supuestamente humanitarios que nunca llegan a plasmarse”. Y el resultado son “muertes en el mar, devoluciones o confinamientos que conculcan los derechos humanos, muros más altos, alambradas más sólidas y fronteras más tupidas y militarizadas”. Una Europa que “se beneficia en sus conflictos y empobrecimiento pero niega el derecho de asilo a las poblaciones afectadas por el conflicto”. Y al tiempo, políticos, sociólogos y periodistas “dibujan, anuncian invasiones y dan alimento al surgimiento de un nuevo fascismo populista y xenófobo cuyas ideas anidan en los gobiernos del viejo continente”.
“¿DÓNDE QUEDÓ LA DIGNIDAD DE AQUEL MOVIMIENTO OBRERO QUE SE NEGÓ A REPARAR EL ESMERALDA DE PINOCHET?”
Igualmente, señalan los convocantes de la Marcha a Rota, ha sido también un año duro para la “dignidad” de la región, y se señala directamente al controvertido contrato de las corbetas para Arabia Saudí, que en su gran parte se construirán en el astillero de Navantia San Fernando: “se nos quiere obligar a elegir entre el hambre, el paro o la complicidad con el crimen. Se nos quiere convencer de que la única posibilidad para nuestra industria naval es ser, como esta base de Rota, una pieza más de la estrategia terrorista de los más poderosos, alinearse de lado de las monarquías autocráticas que masacran países como Yemen, construir sus barcos de guerra igual que otros obreros de otras partes del Estado construyen sus bombas. Un negocio suculento y criminal que beneficia a un puñado de familias herederas de monarquías medievales con el apoyo y amistad de la monarquía española”.
“¿Dónde quedó la dignidad de aquel movimiento obrero que en septiembre del 77 se manifestaba en Cádiz para negarse a reparar el buque escuela Esmeralda, centro de tortura de la dictadura de Pinochet?”, se pregunta dicho manifiesto, que incide en que “nos quieren hacer creer que sólo hay un camino para la prosperidad en nuestra tierra y que este pasa por fabricar concertinas, alambradas, patrulleras, aviones, fusiles, bombas… Y se hostiga, a veces desde posiciones supuestamente de izquierdas, a las voces discordantes con el discurso del posibilismo”.
Por el contrario, se remarca que existen “voces valientes desde el movimiento sindical más alternativo, colectivos sociales, ecologistas o antirracistas, voces como la nuestra que creen que otro futuro es posible para la industria naval y para el resto la industria de la Bahía ligándola a sectores como las energías limpias y alternativas, la deconstrucción naval reconvirtiendo buques obsoletos en transportes sostenibles”.
“MATAN A LA GENTE, UN PELIGRO PARA LA BAHÍA… A COSTA DE UN EMPLEO CADA VEZ MÁS PRECARIZADO”
Centrándose en la Base de Rota, se recuerda que “esos de ahí enfrente, matan a la gente; desde otras ediciones de estas marchas, veíamos salir los aviones hacia Irak, hacia Libia… Hoy siguen saliendo y matando en Siria, por ejemplo. Siguen saliendo en misiones de apoyo a gobiernos como el de Israel que bloquea y condena a morir de hambre al rebelde pueblo palestino en Gaza. Ni uno solo de los esfuerzos de esta base está dirigido, por ejemplo, a evitar las muertes en el Mediterráneo”.
Una base militar que “no solo no cuida de la población sino que con su propia existencia pone en peligro la seguridad de las poblaciones de la provincia al situarnos en el ojo del huracán”. Es más, el pasado junio cayó el mayor dron espía de EEUU en Rota “y no informaron de ello. ¿Cómo podrá protegernos de mayores ataques quien no puede ni siquiera controlar la caída de sus propios drones? ¿Qué hubiera pasado si en vez de un dron hubiera sido un proyectil de otro calibre más mortífero?”. Y todo, se apostilla, “a cambio de un empleo cada vez más precarizado, con una plantilla cada vez más reducida que tiene que pelear constantemente porque el capital americano no entiende de derechos de las personas que trabajan para él”.
“Construir una sociedad para la paz no es sólo negarse a manufacturar y vender bombas y armas, no solo atañe a los trabajadores de la industria naval; también es cómplice quien en las escuelas asiente con los nuevos planes de educación militar y para la guerra, quién no se moviliza contra la xenofobia y la esquilmación terrorista que el Norte hace del sur, quien financia de manera sumisa con sus impuestos las políticas armamentísticas o quien con su voto concede mayorías a los partidos que apoyan el orden hegemónico de las potencias mundiales”, consideran desde la plataforma andaluza contra las bases militares y la guerra.