Ya les dije que iban a traer cola, lo de las peregrinaciones europeas. No nos quieren, a nadie, porque se apegan -nos apegamos- a nuestras neveras. No quieren a nuestros hijos emigrantes, no quieren a nuestros mayores parados, despues de trabajar tantos años en la Europa fina. No quieren ya los daneses que sus galletas de mantequilla se las coman los sirios. Lo demás es pamplina. Lo de los pisos, lo del padre Ángel, lo de los ayuntamientos y lo de Rajoy firme ante Cameron, que no pone más alambradas porque se ha acabado en stock, el alambre de espino.
Se nos ha muerto Ruiz Mateos y ya no tenemos a quien echarle la culpa de las parpajotadas nacionales, ni habrá embajador de los alcanforados que llevarse a las bocas.
La vida es tan injusta que se quejan nuestros hijos porque no se pueden comprar un asiento reclinable para jugar a la consola, a juego con el que tiene su amigo, comprado con la beca de estudios. Se quejan las modelas de alta costura porque tienen que pasar hambre para embutirse en una 34 y hacer deporte a mansalva, cuando las sirias ellas tan suyas, recorren quilómetro tras quilómetro, pasando fatiguitas para estar lindas y bellas cuando lleguen a destino.
Creen que es coladero los ministros europeos de interiores, de terroristas y alquimistas de las bombas y las kalashnikov, pero ponen buena cara y aguantan el parche, porque no saben ni qué hacer en un emboladero árabe, que entre todos los matamos y ellos solitos se mueren, atravesando las mares profundas.
Es un horror verlos desfilar un pie tras otro, horror ver sus caras con los teléfonos móviles en la mano, llamando sin importarles un pito los aplausos de cuatro idealistas, que creen que llegan a su pais para bien, cuando los ministros de exteriores ya les dicen que los creen plagados, de parásitos homicidas.
No sé cuánto pasará hasta que se cierren fronteras, hasta que nos bloqueen de nuevo los tomates y el aceite de oliva. Lo mismo dentro de unos años los procedimientos Melilla y Ceuta están en los libros de historia como métodos infalibles para frenar las avanzadillas de migraciones forzosas. Entretanto nos preocupamos por la llegada del colegio, muchos menos por la violencia machista, menos aún por la cultura y muchísimo más por si Belen Esteban vuelve con su novio.
Somos unos ignorantes de tirar palante, como los sirios de camino a la Europa dorada que no quiere compartir lo que klaus hizo, después de que Adolf le fagocitara encima. Estamos en medio de este drama que nos viene de lejos, porque lo vemos en las pantallas, como el nuevo Gran Hermano, que sabemos que es todo mentira y las lágrimas son de cocodrilo y los romances de feria.
Por eso, ya no nos dobla la conciencia ni barra de acero, y menos gente que se muda en condiciones pésimas, cuando no hace tanto se ilustraban los telediarios con familias enteras siendo desahuciadas. DIARIO Bahía de Cádiz