Deberían los de Telecinco haber contratado a la jueza Alaya, en vez de a la niña-Pantoja. No sé si les daría más morbo, pero de moda entiende más y tiene el cuerpo más aflautado, en sus paseíllos, post e intra judiciales. Tampoco hay que escatimar las portadas en los principales periódicos de la nación, que protagoniza, con zapatos aguja de salón y falda retro, enmarcando las caderas. Es por los Eres, es verdad, su popularidad, pero ya hartos de tanta desvergüenza de chorizones y reflujos corruptuarios, qué más nos da.
La niña de la cantante, por otro lado, se lo está currando, que ya cotiza, a base de bien, si lo que dice la rumorología es cierto, que los de la privada pagan con buenas monedas, la erección de la audiencia.
Miré como si me depilara a la brasileña, la presentación tan anunciada y si desafía las críticas con tanta repanpinflez, como se deduce de sus comentarios de la primera cita, tenemos musa para rato, en una casa donde todo le salen moscas que van al tajo, atrayéndonos en su libación de basura, todo sea quitarnos de encima las malas pulgas reales.
Y es que éste es un país, no de plebiscitos, sino de corrillos enmaromados, de gente que se mata a poco a degüello y donde las puñaladas traperas, no son taurinas sino endocrinas, porque las llevamos apalabradas en la sangre que mamamos de nuestras yayas.
Estamos viejos y cansados, estamos jóvenes y sin trabajo o estamos viejos, cansados y sin trabajo, tocándonos las narices con la mala hostia de saber que los mayores de 50, si se han quedado en el paro, ya no trabajan ni con la novena al Medinaceli. Seguramente seré una asna, boqueando rebuznos, loca perdida por hormonar sin tregua y envejecer sin querer, eterna adoradora de lo nuevo, lo viejo, lo contenido y lo disperso, que nos hechiza cada vez que abrimos los ojos, a un nuevo día.
No sé cómo será cumplir los 18 con un hijo, un trabajo en televisión y un futuro tan maleable, como ya lo fue el de tantos que se subieron al carro de otros famosos, sin callos en las gargantas, ni en las piernas o ni en los cerebros.
Estamos en un mundo de aparentar, de apalancarnos en lo que sea, o de sonreír a una cámara y decir cuatro bobadas y pasar la mano, sin tener la vergüenza ni el pudor, que tuvo una madre soltera sin trabajo, que se desmayó en la calle por hambre, al no haber ido a ninguna institución, ni ONG, a pedir ayuda. Seguramente soy una asna, alguien que rebuzna sin sentido, porque la realidad le oprime y ve los ojos tristes de Hassam en una fotografía de Kiki y perviven en ellos la soledad, el dolor vital y la agonía espiritual, que nos da el haber caminado por el lado oscuro de la existencia. DIARIO Bahía de Cádiz