Los de Orange me han dejado sin servicio, desde que dura la huelga de su subcontrata. No me extraña, porque la última vez que vino un técnico a reparar el cobre, no tenía ni cinta aislante, porque las condiciones de trabajo eran más bajas que precarias. Los gerifaltes -a prensa- dicen con orgullo que los usuarios estamos servidos, pero ya les digo yo que no, que el mío va como tartana y la queja no ha sido reparada, en más de una semana.
Es la puñeta de este país que nos toca por pamela, que ni nos da sombra, ni nos calienta y encima se nos suben a la chepa, con tanta idiosincracia. Ahora me vienen aires de comuniones y ya las madres campan buscando adornos para los regalos a los convidados, trajes y otras papayas, que lo de presentarte a Cristo y a su comunidad, debe estar tan demodé, como que vayan padre y madre a ver al iniciado.
No es que ahora no vayan sus padres, es que la mayoría están divorciados o sin casarse o rejuntados o son dos medias mitades de un gran entuerto, que las relaciones sociales, son sin la iglesia, el no hay quien viva de la antropología. No me tomen por retrógrada sino por vinatera, que al pan doy bollos y al vino, copa. Me parece áspero que la iglesia no admita el matrimonio homosexual y en cambio obvie las uniones a la carta, los paripés y las comuniones, por sentido práctico y social, que viste mucho.
Ya no existen cristianos descalzos, ni los que llevan la cruz, más que para darselas de algo, que el cristianismo es de sandalias de pescador y no de mármoles de Laoconte. No se puede llamar uno perseguido cuando tu religión es mayoritaria, cuando le dan subvenciones a tu iglesia y no pagan impuestos igual que cualquiera. Tampoco cuando hay colegios que imparten creencias con dinero público, ni cuando no ha habido gobierno que subsista que quiera acabar con un concordato que es de todo menos constitucional. De todas formas, a la iglesia le pasa como a Podemos que le hiere el fuego amigo, que de tantos fieles siempre alguno saca la patita y enseña el sayo o la vanagloria de llevar al niño, vestido de marinerito. Luego las aulas se clorifican y la clase de no religión se populariza, porque como ya no hay convite ni pueden criticarnos los vecinos, pues a vivir que son dos días y las niñas a prescribirse la vacuna del papiloma, no vaya a ser que coja lo que no tiene.
Los de Orange me han dejado sin servicio, que va más lento que en burra, las páginas se me atragantan y parece que estoy en el siglo de piedra cuando no había casi cristianos, porque los que lo eran dormían en las barrigas de los leones del circo. Esos sí eran perseguidos, y los de la patera también. Esos. DIARIO Bahia de Cádiz