Ya hemos rellenado la lista de los propósitos del nuevo año, nos hemos comido las doce uvas al son de las campanadas y hemos mandado cientos de mensajes de felicitación. Además, nos hemos empapado bien con turrón del duro y del blando, hemos pedido nuestros deseos y hemos sentido ese chispeante nubarrón, que se te planta en la cabeza cuando, más que café, llueve cerveza. Vale, y ahora qué.
Según decía ese fantástico artista gaditano, especial de nacimiento, Paco de Lucía: “Salgo al escenario a dar lo mejor, a sentirme bien conmigo mismo, si a la gente le gusta o no, me trae sin cuidado”. Ahí tenemos el qué. Nos toca comenzar de cero, sobrevivir otras 52 semanas, 365 días, antes de que estemos deseosos de tirar de la cadena, una vez más, para olvidar el 7 de 2017. Eso es ahora. Y luego queda el cuánto, que sin ser el motivo de mi texto, no está de más para decir: “Qué pereza, cuánto nos cuesta”.
Al lío, sé que tenemos cientos de propósitos para 2017, unos más oscuros que otros, pero todos buenos sin duda. Mi consejo, si se me permite, para meterle mano a esta larga lista sin que nos pasemos de revoluciones cuando llegue la hora de auto-juzgarnos, dar lo mejor de nosotros mismos, lo demás, nos debe de dar totalmente igual. Este año, vamos a intentar no compararnos con otros, olvidemos los prejuicios, fomentemos la empatía y, sobre todo, hagamos un esfuerzo por ayudar a los demás. Por qué no, liémonos la manta a la cabeza y tirémonos a la piscina, hagamos realidad ese proyecto con el que tanto soñamos. El primer paso será complicado, el camino estará lleno de obstáculos, incluso puede que no lo consigamos, pero al menos seremos conscientes de que lo hemos intentado y, eso, ya es un logro.
Basta de ya de ser prudentes, callados y conservadores, es ahora o nunca, la vida sigue y si aún no le has dado forma a tu idea, otro la hará realidad antes que tú. Qué mejor forma de empezar el año que siendo decididos, combativos, inquietos y exultantes, subir las escaleras hasta llegar a la azotea para divisar la inmensidad, el horizonte, ocupar el número uno del podio. Para qué conformarnos con ser los segundos si podemos ser los primeros, el tercer puesto no existe y el resto se desprecia. Al que no le guste que no mire, repite conmigo: no me vale con participar, he venido a ganar.
Para participar, ya están los que se sientan todo el día frente a la televisión, los que no viajan en sueños, los negativos y los aduladores. Me la trae al pairo si gana el Barça o el Madrid, el balón de oro o el sondeo. El que quiera participar que participe, pero que me deje en paz, que no me venga con consejos, que yo paso del folclore, que me da lo mismo cómo lo hacen los demás. Yo he venido a ganar, a mi ritmo, a mi forma, contracorriente sí, pero en constante movimiento y sin mirar atrás. Déjame que me enfrente a mis fantasmas, a mis voces, a mis miedos, y olvídame, si vienes a decirme que no puedo.
¿Y ahora qué? ¿Y si lo consigo? No me digas que es cuestión de suerte, ahórrate las pesquisas, los informes, las comparaciones, lo consigo porque puedo, porque quiero, pensando en mi gente, en mis ganas, en mi esfuerzo. Lo conseguimos. Comencemos el año cargados de energía, 365 días para alcanzar el éxito, ser un dios, líderes de nuestros triunfos y, también, de nuestros fracasos. Fuerza y valor amigo mío, nos quedan 52 semanas de coraje, ímpetu y glamour, apadrinemos el talento. DIARIO Bahía de Cádiz Vicente Marrufo