De todos los adjetivos calificativos con los que he sido obsequiada a lo largo de mi ya dilatada vida, recuerdo los más agradables e intento olvidar el resto. Ciertamente algunos escuecen y otros te dibujan una sonrisa permanente, así que parece sensato quedarnos con lo bueno y desechar lo malo porque, entre ustedes y yo, soy ideal de la muerte y como dice mi hijo, “debe ser que tienen mal gusto mamá”. El chaval tiene razón y no lo dice porque yo sea su madre ni nada, es que tiene razón y punto. Autocrítica la necesaria, que es una pesadez.
Me van ustedes a disculpar, pero estoy más en la fase esa de perdonarme a mí misma y darles la razón a los que me consideran fascinante, inteligente y atractiva (que lo soy). La modestia está sobrevalorada. Además ya dijo el poeta que nada es verdad ni es mentira, todo es según del color del cristal con que se mira, así que a mirarme con el cristal conveniente y santas pascuas. Amén.
Esta objetiva y merecida loa a mi persona sirva de introducción al último piropo que me han dedicado en redes sociales. Ahora, después de no sé cuántos años que tengo y que llevo divinamente, pues resulta que me han llamado “FACHA”.
Conste que las mayúsculas no son una errata, son una seña de mi desconcierto. Toda la vida labrándome una reputación progresista, abierta y socialdemócrata para esto. Vivo sin vivir en mí que quieren que les diga. He pasado el fin de semana analizando pormenorizadamente el tema y no se me pasa el desasosiego oye. No sé en qué he fallado, no alcanzo a comprender cuál ha sido el detonante de tan nefasto calificativo a mi demócrata persona.
Posiblemente mi frivolidad intrínseca haya inducido a error a parte del respetable público. Declaré públicamente mi admiración por Varoufakis y ahora no se me permite mi crítica al desarrollo del tema griego. Comparto opiniones de uno y otro parecer, en función de la brillantez del discurso de quién lo escribe, y eso parece ser que no está bonito. ¡Además he confesado públicamente que algunas de las cosas que dice Albert Rivera me parecen razonables!
Para más inri estimo que debemos aprender de la historia para no repetirla, y esta reivindicación virulenta del pasado más vergonzoso que se está haciendo, por parte de gente nacida en los ochenta, me abochorna cuando menos.
Desde hoy y desde aquí haré propósito de enmienda. En primer lugar quiero declarar que Varoufakis sigue ocupando mis más tórridos sueños siesteros. No puedo evitar esta vena mía literaria y fantasiosa, que no es más que una inmadurez grande que me impide ser fiel a las ideas correctas en el momento oportuno.
En segundo lugar he de confesar que Albert Rivera no deja de ser un político de la casta, y por mucho que diga ahora no me va a engañar porque en el fondo es como todos y sólo quiere perpetuar el régimen fascista del 78.
Prometo (que no juro) que dejaré de compartir artículos de gente que no opine convenientemente lo que debe opinar. Es importante ser consecuente siempre, hasta el último aliento, lo sé. Por tanto, tomaré las medidas oportunas para no ir por ahí cambiando de opinión a la más mínima, y seré fiel a las consignas verdaderas sin mácula de duda.
Camaradas perdonadme, he sido una víctima de la propaganda fascista imperante. Mi poca personalidad, mezclada con una intoxicación producida por algunos elementos subversivos que me rodean, ha producido este fatal estado en mi consciencia. Como primera medida de facto, he reservado un hotelito en los Caños de Meca y me dispongo a ir allí con mi santo a meditar y reeducarme si es necesario.
Como decía mi padre cuando me ponía caprichosa: ¡Qué faltita os hacía un año 1941! DIARIO Bahía de Cádiz