Me prometí a mi mismo no escribir sobre temas que me causasen tristeza, y mucho menos que pudieran ocasionar un ápice de malestar a los demás, pero es tal el desconsuelo que siento cada vez que paseo por la playa de La Caleta, que ya no me aguanto la rabia que me provoca el abandono tan grande que sufre el rincón más amado de mi ciudad, tan fotografiado por paisanos y guiris, que ya se ha convertido en un monumento internacional, el monumento gaditano más grande dedicado al pasotismo y a la más pésima y mediocre gestión pública.
Este sentimiento de profunda tristeza que se apodera de mi es provocado por el hecho de que, cuando viniendo por el Olivillo, tengo que cruzar de acera para evitar que algún cascote de las ruinas de la antigua Escuela de Náutica de Cádiz me caiga en lo alto. Ya habiendo cruzado, si voy con mis hijos y hace calor, en un intento de poner los pies a remojo, tengo que ser precavido con los escombros del Balneario de Nuestra Señora de la Palma y del Real, abandonado a su suerte, que aguanta el envite del mar con los ojos mirando al Castillo de San Sebastián, y preguntándole a éste, cuánto tiempo más podrán mantenerse en pie, ante el desprecio de todos y cada uno de los cargos públicos que han pisado el Ayuntamiento.
Y con los ojos envueltos en lágrimas, intento que la magia del atardecer en este rincón caletero me de las fuerzas suficientes para evitar mirar hacia el otro lado, refugiándome en los colores que nos regala el horizonte más allá del Puente Canal, y sortear la visión que más pesar me provoca, el mayor monumento a la vergüenza de Cádiz, las ruinas del Edificio Valcárcel, cuna de miles de generaciones de niños, ahora abuelos, madres, padres, que como yo, ven como una parte de su corazón hace tiempo que está muerto, con el hedor que sobrevuela los alrededores de las ruinas “monumentales” que abrazan a la playa de La Caleta.
Cádiz, cuna de civilizaciones, urbe más antigua de occidente, no está sabiendo cuidar su legado más preciado, del que nace el sentimiento más gaditano de la ciudad, La Caleta, rodeada de ruinas, edificios emblemáticos que se encargaron de formar a miles de generaciones, de construir la capital tal y como la conocemos en la actualidad, y de darnos unas creencias determinadas a muchos de nosotros. Tantos golpes en el pecho por febrero, con coplas que hacen referencias a las verdades de los demás, pero El Balneario se está muriendo, el Castillo se está hundiendo, el Náutico se pudre y Valcárcel hace tiempo que falleció.
Cádiz, cuna de civilizaciones, urbe más antigua de occidente, no está sabiendo cuidar su legado más preciado, del que nace el sentimiento más gaditano de la ciudad, La Caleta, rodeada de ruinas
El Castillo de San Sebastián, que alberga un faro en funcionamiento único en España por sus características, ostenta el tremebundo honor de aparecer en la lista de los “10 Castillos con mayor valor histórico en situación de total abandono”, la fortaleza se inauguró en 1706, pero se alza sobre un islote cuya primera piedra data de 1457, en forma de ermita. Ha sido lugar de peregrinaje de numerosas filmaciones de cine, alguna de Hollywood, y celebraciones artísticas, pero a día de hoy, la fortaleza lo único que puede celebrar es el pasar un día más en pie, sin que el mar se lo lleve por delante.
El Balneario de La Palma, inaugurado en 1926, ha visto desde sus ventanas como Pierce Brosnan quedaba perplejo al ver como el agua de La Caleta bendecía el cuerpo de Halle Berry. La historia del edificio bien puede ser el símil de la vida del gaditano medio para con su ciudad, con los brazos abiertos (galerías laterales) abrazando el olor y el encanto marino de Cádiz, pero percibiendo como el océano le devuelve viento, temporal y hastío, por no saber cuidar tan emblemáticos edificios, y así lo hacen ver en los escombros que acompañan a las columnas de la fortaleza, como las ruinas y el abandono que rodean a los cimientos de la playa de La Caleta.
La antigua Escuela de Náutica de Cádiz se inauguró en 1963, su edificio ruinoso símbolo de la modernidad de una época mira extasiado hacia el horizonte, rodeado de vallas metálicas para que su estado de abandono provoque un grado más de vergüenza ajena a los que paseamos habitualmente por allí, sin que los responsables públicos culpables de su patético estado sientan el más mínimo remordimiento ni rubor.
De la escuela salieron oficios de los más prósperos de la ciudad, el mástil del atrio que lo identifica a leguas es la mejor metáfora de la vida laboral de los gaditanos, que un día mirando al mar desde lo alto era próspera y desenfrenada, pero qué con la llegada de tres o cuatro chuflas, movidos por los intereses personales y partidistas, convirtieron Cádiz y La Caleta en un estado ruinoso y de total abandono, como las vallas metálicas que rodean al edificio.
Valcárcel, qué digo de Valcárcel, son tantos los sentimientos que me provoca el desprecio con el que este lugar ha sido, es y probablemente será tratado por parte de las distintas administraciones, que no puedo más que aguantarme el decir algo peor de lo que ya sabemos, y es que le hemos dado las llaves de miles de generaciones a tres cochambrosos del tres al cuarto, que lo único que tienen que hacer a cambio de sus sueldos millonarios es ponerse de acuerdo. El edificio de Valcárcel, que nació en 1763, es la cuna de los principios, la educación, la amistad y los valores de miles de gaditanos, en los cuales me incluyo.
En fin, aquí termino mi escrito, no sin antes hacer un llamamiento a los gaditanos y gaditanas, para que nos levantemos de una puñetera vez para sanar las heridas de La Caleta, en estado ruinoso y de total abandono, si somos grandes para defender los derechos de todo un sector, abriendo portadas nacionales por nuestra valía y endereza, si somos grandes para cantar las verdades del barquero en Prime Time, por qué nos da tanta vergüenza exigir lo que es nuestro, y darle la importancia que tiene a nuestro patrimonio.
Por todo este te pido, guiri a ti también, la próxima vez que te hagas un selfie en La Caleta, no te dejes embaucar por sus mágicos colores al atardecer, su música salada y el olor a pescao frito del Club, haz una fotografía de la parte de atrás, de las ruinas, del abandono total y absoluto que sufre el Castillo, del Náutico, del Balneario y Valcárcel, y publícala, a ver si en algún momento a los responsables se les cae la cara de vergüenza. Gracias. DIARIO Bahía de Cádiz