El nuevo gobierno de Andalucía cuenta con dos catedráticos de universidad que hasta hace bien poco ejercían como rectores en las universidades de Sevilla y Málaga (rector y rectora, para ser exactos, Antonio Ramírez de Arellano y Adelaida de la Calle). No estoy seguro de que este hecho sea algo positivo para la propia universidad, eso dependerá del talante de los nuevos consejeros. Pero como soy periodista desde 1975 y la obligación de un periodista es, en principio, ser cauto e incluso pensar mal, a mí este tema me inquieta como trabajador que soy de una universidad pública –catedrático también pero un trabajador, a fin de cuentas-, la Universidad de Sevilla, de la que precisamente procede uno de los designados por la presidenta Susana Díaz.
Mi inquietud comienza cuando compruebo ya -gracias a este hecho- lo que era un secreto a voces: la universidad andaluza, en buena medida, y en ciertos rangos oficiales y académicos, está adherida a la ideología socialdemócrata conservadora del PSOE, algo preocupante si tenemos en cuenta que en la universidad o todo es cuestionable o no es universidad. Un profesor universitario puede ser asesor explícito o en la sombra de quien desee pero no un político militante de manera abierta. Y, créanme, llevo ya casi veinticinco años impartiendo clases y el ambiente pro PSOE se huele demasiado. Ni ese ambiente, ni si fuera otro pro PP, pro Podemos, pro IU, etc., es sano para el desarrollo del conocimiento y la justicia.
No me ha gustado ver ni a Gabilondo ni a García Montero aspirando a ser presidentes de la Comunidad de Madrid, sencillamente porque carecen de aptitudes para eso y porque un profesor universitario primero es científico y librepensador y ambas condiciones están reñidas con el mundo político que, con frecuencia, es lo opuesto a la lógica y a la razón porque funciona sobre la base de captar votos y ese captar clientes o no perderlos le arrebata su libertad. De lo que digo podrían dar testimonio –si no fuera porque tienen miedo o no quieren jaleo- múltiples funcionarios públicos.
Claro que, como he dicho, todo dependerá del grado de docilidad de los nuevos consejeros. Mi colega el profesor y catedrático Manuel Ángel Vázquez Medel, cuando lo nombró presidente del Consejo Audiovisual de Andalucía la Junta de Andalucía, presidida por Manuel Chaves, le dijo al expresidente: “Señor presidente, yo es que creo en lo que voy a hacer”. Un tiempo después se percató del todo de la politización absoluta del Consejo, allí no se desarrollaba una verdadera “vigilancia” de los contenidos anticonstitucionales de los medios sino que casi todos los consejeros solían hacerle más caso a los políticos que los habían “encumbrado” que a las leyes y normativas elaboradas para defender a los ciudadanos. Entonces Vázquez Medel dio el portazo y lo tenemos de nuevo en la universidad.
He ahí una postura de excelencia, coherente y de rigor académico. Pero no sé por qué me da en la nariz que no va a ser el caso, al menos en lo que se refiere al señor Ramírez de Arellano, ex rector de Sevilla, que se ha pasado buena parte de su tiempo como rector criticando al ministro Wert cuando tenía un problema igual o mayor dentro de su casa y a la universidad pública se la defiende primero barriendo la casa por dentro, algo que no se ha atrevido ni a empezar.
Por su parte, Adelaida de la Calle se ha dado prisa en algo para lo que la universidad no suele tener prisa nunca: investigar y sancionar a Íñigo Errejón, de Podemos, por no cumplir –supuestamente- con su obligación de respetar la normativa de su contrato. Ha sido una decisión puramente política –para quedar bien con la que ahora la ha nombrado consejera y desgastar a Podemos- que dice muy poco a favor de la personalidad de la rectora porque se ha comportado de manera servil, siendo fuerte con el débil porque Errejón o Iglesias serán fuertes en la política pero no en la universidad.
La autonomía universitaria y la libertad de cátedra –al igual que la libertad de expresión de los periodistas- son claves para que exista algo a lo que podamos llamar democracia. Las dos están en serio peligro en la actualidad. Sin embargo, constatada esta llamada de atención, ahora hay que darle tiempo al tiempo. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig