“En aquellos días aprendí dónde hay que interrumpir la discusión para que no se transforme en embuste y dónde ha de empezar la resistencia para salvaguardar la libertad”. Benedicto XVI
Cuando uno oye repetir, una y otra vez, un concepto empieza a dudar del motivo de aquella pertinaz insistencia y, los de natural desconfiado, como es mi caso, nos barruntamos que pueda haber gato encerrado en tanta reiteración. Es conocido el dicho de que “cuando una mentira se repite mil veces acaba por convertirse en verdad” y sabemos de buena tinta que muchos políticos son verdaderos expertos en este arte del engaño, repetidamente usado para embaucar a quienes les escuchan, Y todo este preámbulo no tiene otro objetivo que poner el acento sobre lo que ya se ha convertido en un tópico común para dos personajes de la política, hoy enfrentados por la forma de entender el concepto de España que cada uno tiene y por lo que se puede percibir como discrepancias sobre cómo debe entenderse la unidad de la nación.
En efecto, tanto el señor Rajoy, presidente del gobierno como el señor A. Mas, presidente de la Generalitat catalana; cuando escuchamos sus explicaciones, tenemos la sensación de que no están de acuerdo más que en dos cosas: en mantener abierto el diálogo y en afirmarse dentro de la legalidad. Poca cosa es pero, bien mirado, si fuera verdad que, al menos, cada uno de ellos consiguiera mantenerse dentro de la legalidad, es evidente que el problema del separatismo habría desaparecido, teniendo en cuanta los antecedentes que vienen precediendo al intento de los nacionalistas catalanes de atribuirse facultades para convocar un referéndum para consultar al pueblo catalán “si opta por el separatismo o si prefiere quedarse en España”, porque, señores, no queramos endulzar el tema, aquí lo del “derecho a decidir” no tiene otra lectura que poder pronunciarse sobre la opción independentista sin que, en esta consulta trascendental, participen el resto de los españoles.
El congreso de los Diputados ya se pronuncio de forma negativa sobre la procedencia de la consulta, lo mismo el pleno del TC, por unanimidad; luego, cualquier duda que pudiera existir sobre el susodicho plebiscito ya se ha despejado y, por mucho que se le quiera dar vueltas al tema queda meridianamente declarado que, la pretendida facultad de convocar a los catalanes a referéndum, es de todo punto ilegal y contraria a la Constitución. Entonces ¿porqué el señor Mas y todos los partidos que apoyan la pregunta, siguen insistiendo en que es posible y, además, que se va celebrar dentro de la legalidad? La explicación la podemos encontrar en la famosa Ley de Consultas que, en estos días se está ultimando y nos tememos que se presentará en breve, para ser ratificada, por el Parlament Catalá; algo que sin duda se va a tener lugar.
En base a esta norma los independentistas piensan darle un barniz de presunta legalidad a la consulta y en consecuencia, pretenden que, amparándose en ella, estarán legitimados para convocarla para el próximo 9 de Noviembre. Evidentemente, como es fácil colegir por cualquier persona medianamente entendida en cuestiones legales, una ley local nunca puede ir en contra de una ley estatal y más si se trata de la Propia Constitución española, en este caso refrendada por el TC y por el Congreso de Diputados. Entonces ¿por qué insisten en buscar legitimar la consulta en una ley que ellos saben que ya nace inconstitucional? Se trata del inveterado juego de ir engañando a la parroquia, para conseguir crear un clima enrarecido entre los catalanes, usando el victimismo y haciéndoles creer que el Estado está en contra de todo lo que hacen y que no quiere hacerse cargo del “sentimiento mayoritario” ( queda por saber si es tan mayoritario como ellos pretenden hacer creer cuando hablan de siete millones de catalanes ya que, recientes encuestas celebrada por el CIS sitúan a los que pretenden separarse de España en poco más de un 50%) de los catalanes.
El quid de la cuestión está en evitar que puedan intentar politizar y sacar tajada de esta jugarreta, consistente en aprobar en el Parlament la Ley de Consultas catalana para, como ya tiene anunciado el señor Rajoy, que sea impugnada ante el TC, en la seguridad de que éste, en un plazo lo más breve posible, la declare inconstitucional; de modo que, los separatistas, no puedan usarla como cobertura legal para su plebiscito. Pero esta jugada, que parece una tontería y que cualquier estudiante de primero de Derecho la consideraría tan absurda como empeñarse en dar coces contra el espolón; tiene una carga de profundidad, una segunda lectura que, sin duda, pretenden utilizar los secesionistas en su propio beneficio. Ellos ya saben perfectamente cual va a ser el final de su Ley de Consultas, pero también saben que su propaganda ha conseguido crear en una gran parte de los catalanes la idea de que, el Gobierno, está empeñado en decir que no a cualquier propuesta hecha por los catalanes. Buscan, sin duda, alimentar el descontento y, si es posible, organizar una ola de protestas, lo más truculenta posible, para enfrentar al Ejecutivo ante el hecho consumado de que, Catalunya, se ha levantado “unánimemente” contra la opresión del Estado español. Basta que unos cientos de miles de ciudadanos ocupen las principales calles, organicen algaradas y quemen unos cuantos coches para que la prensa presente los hechos como “un repudio general” de los catalanes a la “cerrazón” del Gobierno central.
¿Puede llegar a ser todo esto el anunciado choque de trenes? Si, sin ninguna duda, a no ser…Verán, una reunión de dos horas y media no se puede entender como un mero trámite. Para decirle no al señor Mas, con un cuarto de hora de cortesía ya hubiera sido suficiente. Entonces ¿qué explicación se le da a una conferencia tan larga? Tampoco podemos entender que se deba a los 19 puntos que Mas le presentó a Rajoy, como reivindicaciones pendientes de Catlunya. El mismo Rajoy admitió que habían acordado que las estudiaría con detenimiento y le contestaría. Pero hay una tercera interpretación que creo que merece ponerse sobre el tapete. Y ¿sí se estuvieron poniendo de acuerdo para crear una “nueva legalidad” que sorteara los principios constitucionales, le permitiera salvar la cara al señor Mas, que pudiera convencer a los de ERC y que evitara que, el señor Rajoy, tuviese que apearse de su afirmación de que él siempre estaría del lado de la Ley?
Hay un punto de la entrevista que a mí me escamó. El señor Mas, a diferencia de otras ocasiones, salió sereno, se diría que satisfecho y no se quejó ni profirió amenaza alguna, como se hubiera podido producir si no hubiera conseguido su objetivo de la entrevista que, en ningún caso, era conseguir el imposible de lograr la aprobación a la consulta. No quisiéramos pensar que nos encontráramos ante un acuerdo bajo mano, consistente en buscar una salida apañada para que, con otro nombre, con otra pregunta o con cualquier otra martingala se pudiera ceder a un tipo de plebiscito que satisficiera a los catalanes. En este caso, señores, nos encontraríamos ante una clara traición a la nación, al pueblo español y a lo previsto en nuestra Constitución. Como diría Murphy: “Tan pronto como mencionas algo, si es bueno desaparece, si es malo ocurre” Cuidadito pues. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos inquietos un posible pacto corrompido entre Rajoy y Mas. DIARIO Bahía de Cádiz