Desde luego esta descripción no pasa por ser académica, pero sí refleja coloquial y popularmente las vivencias que se perciben desde el siglo pasado y más concretamente durante el periodo comprendido entre los años que van desde 1939 a 1975. Años en los que los españoles de a pie generalmente sólo hablaban de fútbol, de toros y de poco más a excepción de una reducida minoría que sí lo hacían de política, aunque con reservas.
Pero a partir de los años 1975 ó 1978 hasta nuestros días, aquel silencio y el recato de hablar de política pasó a instalarse en la sociedad como si fuera la ley del péndulo, es decir de un extremo a otro. Y desde entonces no hubo término medio y poco a poco se convirtió en el pan nuestro de cada día, cuyas consecuencias buenas o malas son las que estamos contemplando hoy.
Por otra parte y si nos fijamos en los efectos que ha producido todo aquello que nos ha llegado del exterior tratándolo de incorporarlo al día – día de nuestra sociedad. Veremos salvo raras excepciones cómo se desvirtúa, se distorsiona o se hace un uso inadecuado y en algunos casos con extremada vehemencia. Algo así ocurrió con el destape por citar un ejemplo. Y esta actitud de adaptación a nuestro -modus vivendi- quizás ha propiciado que se nos califique desde el extranjero con la consabida etiqueta “de a la española” frase que solemos oír con relativa frecuencia, no sin disgusto y más de lo que se debería.
Y como consecuencia, esta apreciación tal vez sea la que nos dispone a pensar en la mal llamada democracia que sostenemos, digamos que -a la española- en virtud de lo citado anteriormente. Democracia que aun no siendo el régimen perfecto. Sí es en todo caso el menos malo. Pero sin embargo no se administra con el verdadero sentido, el rigor y la cordura que se requiere y se necesita.
La democracia no significa: que cada cual haga lo que se le apetezca, que todo sea admitido como válido, que no se respete los más elementales principios de derechos y obligaciones y un sinfín de circunstancias, que deterioran más que benefician a una sociedad que pretende ser abierta, plural y armónicamente respetada.
Otra consecuencia que se observa con absoluta claridad, es considerar cómo las opciones políticas y los partidos en otros países son mínimos. Mientras en el nuestro son máximos. Y las oposiciones ejercen solamente el equilibrio y el control al partido que gobierna (sea cual sea) y -no el acoso y derribo- ni los constantes insultos y las descalificaciones que sólo conducen a crear un clima de malestar y de reproches, que coarta y evade la oportunidad de buscar soluciones. En otros países las oposiciones hacen causa común en los asuntos colectivos que afectan al bien común de la sociedad y del Estado, que en definitiva es lo que constituye la grandeza del régimen democrático.
Podríamos citar varios y claros ejemplos de lo que se argumenta y ahora concretamente tenemos uno de palpable y reciente actualidad -el ébola- ¿Cómo se puede hablar de él de la manera que se está haciendo? Cuando la legionella en Cataluña se ha cobrado ya más de diez víctimas y nada o poco ha transcendido. Y si acaso algo se ha comentado ha sido de pasada, pero sin la contundencia de la noticia anterior.
Y en ocasiones los medios (algunos) también hacen un flaco favor a la manera de presentar los programas y las noticias. O cuando incentivan a la opinión pública en un sentido o en otro con las consabidas encuestas o propuestas ¿Cree usted que tal…..? Sin entender que con ello, están motivando una publicidad gratuita a aquello que no lo merece o confundiendo al que la ve o la oye.
En este querido país nuestro llamado España, hubo un tiempo que fue una delicia porque todas sus regiones incluso con algunos matices estaban unidas y eran solidarias. Se engrandeció en todos sus aspectos con el esfuerzo de todos los españoles aún con sus diferencias de credos y de ideas. Y se caminó hacia la preciada conquista de la libertad, de la libertad de las ideas sanas y limpias. Pero después de 36 años de democracia nos volvemos a encontrar casi en el mismo punto de partida o cuanto menos a observar el desasosiego que existe, la crispación, la pérdida de valores, la corrupción y el desconcierto generalizado que no sabemos hasta dónde puede llegar.
¿Cuándo aprenderemos de la experiencia, de los errores cometidos y de cuánto podemos desarrollar? Tenemos un país hermoso e increíble lleno de grandes posibilidades, que nos proporciona nuestro clima y nuestras riquezas naturales, nuestros kilómetros de costas y una variedad de recursos, que bien estructurados constituye la base de la prosperidad de este país, que unido a la raza y a la hospitalidad de sus gentes y a su inigualable gastronomía, lo transforma en un gran país para vivir y visitar llamado España. Y estas son realidades que no queremos ver aun teniéndolas todas tan cerca y a la mano ¡Y si lo tenemos todo a qué esperamos! DIARIO Bahía de Cádiz