Estos días se cumple el primer aniversario de las últimas elecciones municipales, y si el tango cantaba que veinte años no es nada, imagina lo que es un año, aunque a algunos se le haya hecho el año más largo de su vida. Y es que con las últimas elecciones municipales llegaron los ayuntamientos del cambio.
No soy yo muy de generalizar y etiquetar tanto, ni Cádiz es Madrid, ni Madrid es Barcelona, ni tampoco Kichi es Manuela Carmena, ni esta es Ada Colau, pero bueno, es una forma de expresarse, y si que es verdad que en todos los casos hay más de un rasgo que se repite de forma más o menos similar.
En todos los casos, en todas las ciudades surgieron los “pantunflos” locales o importados, que desde el minuto cero, inundaron prensa, emisoras o corrillos de noticias, muchas de ellas falsas, otras absurdas, todo ha valido para intentar dinamitar, desprestigiar en definitiva. Recuerdo el embajador fantasma que venía a Cádiz, la flor protegida que cortaba Manuela Carmena o la gomina del pelo que se ponía el alcalde de Zaragoza, qué cosas, ¡¡dior!! hemos escuchado y leído durante este año.
Otro factores comunes han sido la cercanía, la eficacia (ahí están los números), aunque por supuesto, meteduras de pata ha habido, pero ninguna mano se ha metido en la caja, y estas se han reconocido, se han corregido, y para adelante.
Un año, un año en Cádiz durante el cual lo más absurdo es escuchar a los responsables directos de la deuda en la que metieron a Cádiz dar lecciones de cómo se elaboran presupuestos, y un año en el que los codazos, no, no me refiero a los codazos en el pleno, los codazos por ir en las listas han creado envidias y enemistades.
Un año ya, en el que el partido nacido para ser muleta se va disolviendo como azucarillo en agua, y que las muletas solo sirven para cuando uno está cojo, y una vez que no las necesitas las regalas a la parroquia o las guardas en el trastero.
Cómo pasa un año de rápido, sobre todo si empiezan aparecer personajes y paisanajes conspiradores oficiales revoloteando las calles de Cádiz. Aspirantes a embajador, ‘cocos’ de los que no asustan ni a los niños, solo de los que, como los buitres, aparecen al olor de animales muertos. Calcetines a cuadros que pasean cuan zombis prehistóricos, incluso ‘intelestuales’ de amanece que no es poco, vuelven a Cádiz como vuelven las golondrinas, a colgar sus nidos.
Y es que parece que han decido, yo creo con las bendiciones de San Temo y San Vicente (dos santos muy importantes en Sevilla) que Fran González, ante el riesgo de desaparición de las siglas, está amortizado ya en Cádiz y hay que removerlo; solo queda asignarle un destino acorde con sus capacidades.
Claro que el sustituto sería Michel Salgado, “maestro en el arte de tirar codazos por la banda sin que te vean los árbitros”, jugador este del Real Madrid. DIARIO Bahía de Cádiz Fermín Aparicio