Siempre que se aproximan estas entrañables fechas navideñas, viene a mi memoria algo que leí hace tiempo. Se trataba de un bello episodio que ocurrió precisamente en Navidad, donde se ponía de manifiesto, la gratitud y el cariño de un hijo hacia sus padres, que simplemente supieron dedicarle tiempo cuando era niño.
Donde ocurrió la historia y sus protagonistas no importa demasiado. Sin embargo sí es importante la enseñanza y la emotividad del relato que, a modo de ‘tributo’, bien podríamos considerarlo como un cuento de navidad, que decía así:
Era una cálida mañana de primavera cuando Loren (podría ser cualquier nombre) y su padre regresaban al hogar tras la diaria tarea de alimentar a los animales, que poseían en el campo, cuyo emplazamiento distaba bastante del mismo.
Caminaba por la calle Rando, la única que los llevaba de vuelta a casa, su padre le preguntó ‘Loren’ ¿Quieres correr una carrera? Fue la pregunta más inesperada que probablemente jamás pudo oír Loren de su padre.
Loren se consideraba muy veloz en esos días. También tenía la reputación de nunca ignorar un desafío. ¿Pero correr con su padre? ¿Y si le ganaba? pensó para sus adentros. ‘¡Si le gano, quizás tenga que trabajar solo en el campo en los próximos diez años!’ O peor aún ¿Qué pensaría si él ganase? ¿Qué diría a mis amigos? ¿O qué ocurriría si el viejo repentinamente se desplomaba después de inhalar la nube de polvo que yo iba a levantar al arrancar? Después de todo ¡ya debía tener casi 50 años! Podría tener un ataque al corazón.
Mamá nunca me lo perdonaría. En unos pocos minutos podría quedarme sin padre y mamá sin su esposo. Loren recobró su compostura y lo miró con cierto aire de vanidad y sonriendo pensó. Loren este hombre te ha desafiado ¡y se acabó!
Sumido en sus pensamientos antes de que se diera cuenta qué estaba corriendo, escuchó el grito de su padre, como si se tratara de obtener ventaja sorprendiéndole fuera de guardia. ¡Listo, uno, dos, tres! Y partieron velozmente.
A la distancia, Loren pudo ver a su mamá que salía por la puerta trasera de la casa, agitando sus manos en la mañana soleada, como si estuviera vitoreando a su equipo favorito. La carera fue codo a codo durante los primeros metros, pero pronto había terminado.
Lo siguiente que recordaba Loren es que los tres estaban tirados en el jardín, jadeando en busca de aire y riendo tanto que las lágrimas les corrían por el rostro.
La risa de su padre probablemente se debía a que hacía bastante tiempo que no corría 30 metros como esos. Su madre se unió a los dos en sus brazos. La risa de Loren venía del descubrimiento de que su padre podía correr ¡Vaya si podía!
Cuando pasado el tiempo. Loren tuvo a sus propios hijos, comprendió otra razón por la que este recuerdo era tan especial. Fue un momento muy típico e inolvidable de sus padres.
Mamá y papá aunque siempre ocupados para atender mis necesidades y resolver los problemas de los adultos, a menudo, tomaban tiempo para entretenerme en mi pequeño mundo.
¡Ah! ¿Quién ganó la carrera? No tiene importancia.
Con el presente artículo y como de costumbre me despido de mis queridos lectores hasta el próximo año, deseándoles a todos una muy Felices Navidades y Año Nuevo. DIARIO Bahía de Cádiz