Marcha un hombre bueno que hizo lo que pudo por reformar una institución caduca e inamovible, desde una personalidad adoctrinada. Cuando eres un bebé y gateas 100 metros es como si hubieses recorrido la Gran Muralla China. Lo mismo ocurre cuando desde el trono de San Pedro se utiliza una sola palabra progresista. El bebé de antes, a gatas, posee una visión muy limitada de su entorno que analiza e interpreta con las estructuras cognitivas prístinas que posee en esos momentos. Igual estamos los legos en la iglesia católica con respecto al Vaticano, sus protocolos e instrumentos de perpetuación. Lo que parece evidente es que, digamos, la institución no va a continuar con el legado del bonaerense.
Personalmente alguien que ha merecido los insultos de Milei, la animadversión de Trump y la inquina de Netanyahu me parece que “está en el lado correcto de la historia” como dijera en su día una ferviente devota de la fasciscima trinidad anteriormente citada. Si además esta persona ha intentado poner freno a los desmanes de los responsables de las finanzas vaticanas y enzarzado el voto de pobreza cumpliendo realmente con él y dedicándose a los más desvalidos, tiene sin duda mi máximo respeto lindando con una incipiente admiración. En su día habló sobre el Genocidio en Gaza aunque fuese de la siguiente forma: “Según algunos expertos lo que está sucediendo en Gaza tiene características de genocidio… Debe investigarse cuidadosamente para determinar si se ajusta a la definición técnica formulada por juristas y organismos internacionales”.
El Papa Francisco se ha definido con sus actuaciones, más allá de palabras, argumentos discursivos, o gestos. La autenticidad del ser frente al reflejo en el espejo de la vanidad, tan habitual en la curia eclesiástica. Jorge Mario Bergoglio y hasta el sumo pontífice vivieron en la Casa Santa Marta en lugar del Palacio Apostólico, llevaron zapatos negros y usaron un coche sencillo. Tanto se compenetraron Jorge Mario y Francisco que en ningún instante la figura se apropió del hombre, y jamás ni uno ni otro llegaron a creerse el personaje, menos aún el protagonista.
Su estilo directo, cercano y espontáneo aderezado con la sinceridad y la humildad han conseguido acercarlo incluso a los no creyentes. Sin dudas ha encarnado un cambio de paradigma en el catolicismo contemporáneo aproximándose a las periferias de los excluidos, el poder doctrinal supeditado al servicio pastoral. No dudo de que aquel que hace siglos clavado en una cruz se dirigía a su padre en arameo se sentiría orgulloso, o cómo mínimo complacido, por la labor realizada por este Papa.
tanto se compenetraron Jorge Mario y Francisco que en ningún instante la figura se apropió del hombre, y jamás ni uno ni otro llegaron a creerse el personaje, menos aún el protagonista
A los que lo han criticado por romper o dividir la unidad dentro de la Iglesia habría que indicarles que como, no hace mucho, revelara Soul Etspes: “Para el auténtico cristiano la fractura es el lugar de encuentro de la necesidad, donde debe plantarse la semilla de la esperanza para que crezca la oportunidad. Nunca es un error y no se puede permitir que sea el comienzo de la destrucción. La mayor fractura de una sociedad es la pobreza que siempre viene acompañada de la ignorancia y la falta de empatía. Estas dos últimas, ignorancia y falta de empatía, son el sustrato imprescindible para la existencia de la primera”.
Nos vemos obligados a despedirnos del primer pontífice latinoamericano. De un hombre que desde el sur de la precariedad trajo a Europa consigo su humildad, su inquebrantable compromiso con la justicia social y su posición sobre una Iglesia que no solo mirase con solidaridad a los marginados sino que los incorporase a su día a día ¡Y qué tuvo la osadía de preocuparse por el medio ambiente!
Para concluir, como dijera Soul Etspes: “El mensaje de Jesús huye de la búsqueda del poder para centrarse en el encuentro con el hombre desde la fragilidad de la existencia”. DIARIO Bahía de Cádiz