Entré en Carrefour y vi el cartel que anunciaba “la hora silenciosa”, una iniciativa con la que adaptarían los estímulos sonoros y visuales de la tienda a las peculiaridades sensoriales de las personas autistas e hipersensibles. Qué buena idea, pensé. Dos segundos me duró la alegría hasta que me fijé en el horario: todos los días, de 15.00 a 16.00.
¿Pero no se dan cuenta que los niños, niñas y adultos autistas a esa hora hacen lo mismo que el resto, comer o descansar? ¿Cómo pueden adaptar un entorno solo por un rato? ¿Aceptaría la sociedad que las rampas que permiten el tránsito por las aceras de las personas en silla de ruedas solo estuvieran disponibles una hora al día? Como terapeuta de personas dentro del espectro, que empatiza con ellas y sus familias, entré en cólera. Quise escupir en el letrero, defecar en la cinta transportadora de la caja y prender fuego a un carrito (con el euro dentro incluso).
Luego pensé en la máxima de la comunidad autista: “Nada sobre nosotros sin nosotros”. Es decir, nada sobre los autistas sin contar con su opinión; algo que la Confederación Autismo España -organismo colaborador en esta iniciativa- no creo que haya hecho porque, entre otros despropósitos, no tiene a ni UNA persona autista en su Junta Directiva.
Así que me dirigí al grupo de Facebook ‘Pregúntale a los adultos autistas’, comenté la noticia, pedí su opinión y recibí más de una decena de comentarios.
Unas valoraban positivamente la medida, “por algo se empieza”, decía Alba K.K. “si no pruebo, no puedo opinar”, decía Karol G.D. Hay quien sostenía con acierto que no todas las personas autistas necesitan esas acomodaciones: “Mi hija ama los espacios coloridos, iluminados y con ruido. El supermercado es como algo festivo para nosotras “, dijo Silvia P.
no había una opinión unificada entre las personas autistas, aunque la esencia se podría resumir en “vale, pero no nos conformamos. Hay que seguir dando pasos hacia la inclusión”
Cómo no, las había más críticas: “Literalmente nos están dando las sobras”, “es una medida de cara a la galería/para la tribuna”. Y las que apuntaban que la limitación genera tanto malestar como las luces: “¿Saben la ansiedad que me provoca que mi mente y cuerpo encajen en ese horario tan estricto?”, refirió Andre.
Claro, no había una opinión unificada entre las personas autistas, aunque la esencia se podría resumir en “vale, pero no nos conformamos. Hay que seguir dando pasos hacia la inclusión”. Sin embargo, más allá de que acogieran con alegría o no la idea, me dieron una verdadera lección de respeto, serenidad y empatía, y me confirmaron lo que alguna vez leí (perdón pero no recuerdo la fuente ni la cita con exactitud): “Sin la existencia de las personas autistas, la humanidad sería mucho más sociable, pero aún viviría en las cavernas”. DIARIO Bahía de Cádiz