En el mes de enero el Relator de Pobreza y Derechos Humanos de la ONU Philip Alston visitó España y en su informe final decía: “hay una pobreza generalizada y un alto nivel de desempleo, una crisis de vivienda de proporciones inquietantes, un sistema de protección social completamente inadecuado que arrastra deliberadamente a un gran número de personas a la pobreza…un sistema fiscal que brinda muchos más beneficios a los ricos que a los pobres y una mentalidad burocrática profundamente arraigada que valora los procedimientos formalistas por encima del bienestar de las personas”.
Esta acertada descripción era corroborada, antes del inicio de la pandemia del coronavirus, por algunos datos: el 26,1% de la población estaba en riesgo de pobreza o exclusión social; 4,1 millones de personas se encontraban en situación de pobreza severa, con un 16% de ellas sin protección alguna. Después de estos meses de confinamiento y otras medidas restrictivas, las dimensiones de la tragedia social y económica son difíciles de calcular. Cáritas dice que las peticiones de ayuda han aumentado en un 77% y, según Oxfam Intermón, los pobres podrían perder proporcionalmente en renta ocho veces más que los ricos, arrastrando a la pobreza a unas 700.000 personas más. Mientras tanto, las 23 personas que tienen más de mil millones de euros han aumentado su riqueza en 19.200 millones entre el 18 de marzo y el 4 de junio.
La pandemia ha puesto de manifiesto la situación de nuestra sanidad, educación, dependencia, condiciones laborales etc. después de años de decisiones políticas recortando en todas ellas. Ahora está claro que no podemos seguir por este camino de colapso ecológico, de multinacionales insaciables, de una dictadura financiera, que provocan la destrucción de miles de empleos (en la Bahía, empresas auxiliares de Navantia, Airbus, Alestis, entre otras muchas), la precarización laboral y la imposibilidad de un futuro para la juventud, con más del 40% en paro.
El coronavirus ha puesto de manifiesto la fragilidad del modelo de desarrollo y civilización que nos han diseñado. Tenemos que avanzar hacia un futuro más igualitario y solidario, con un modelo económico justo y respetuoso con el planeta. No podemos seguir pensando que el trabajo será la fuente principal del sustento de todas las personas, porque es escaso y cada vez lo será más a causa de la robotización de la economía.
El Gobierno de coalición está intentando paliar en algo esta situación con los ERTEs y otras medidas como el Ingreso Mínimo Vital. Este último, se ha mostrado ineficaz por la burocracia, la obligación de solicitarlo telemáticamnete y las condiciones que se exigen para su concesión. El resultado es que al 7 de agosto solo había llegado al 0,57% de las solicitudes.
Por eso, desde el Foro Social Portuense estamos apostando por una Renta Básica Universal e Incondicional (RBUI) que lucha contra la pobreza, dotando a todas las personas de unos ingresos mínimos y sin condiciones, para poder llevar una vida digna, sin tener que someterse a la brutal explotación de millones de contratos basura que no les garantizan salir algún día de la pobreza. Hace algunos años la RBUI era considerada como una ocurrencia de cuatro idealistas ilusos; hoy, ante la situación de pobreza generalizada y la falta de trabajos dignos, la RBUI se está debatiendo en numerosos foros, se experimenta en algunos lugares y es objeto de una campaña de recogida de un millón de firmas para presentarla a la Comisión Europea para su discusión.
En el Foro Social sabemos que surgen muchas preguntas y dudas sobre la RBUI, su cobertura, su financiación y otras muchas cuestiones concretas. Por este motivo, en las próximas semanas sacaremos una mesa informativa que estará en distintos lugares de la ciudad para informar de esta herramienta que, junto a otras medidas económicas y sociales, podrá ofrecer a todas las personas, sobre todo a las más vulnerables, un futuro más esperanzador. DIARIO Bahía de Cádiz