Desde hace ya varios años, es frecuente escuchar esta expresión en los distintos estratos de nuestra sociedad. Es probable que las circunstancias actuales de nuestro país en lo que a política se refiere, no hayan sido otra cosa que las fatales promotoras de tan triste opinión. No obstante, considero que es de sabios analizar cada situación concreta, valorando únicamente el contexto que la rodea. Y sobre todo, evitando siempre caer en el común error de extrapolar a nuestras propias localidades lo que se haga o se deje de hacer en Madrid.
Es por ello que, obviando la quizás algo desmaquillada imagen del Partido Popular en el Gobierno de la nación, escribo estas líneas sin otra intención que la de hablar de El Puerto de Santa María, mi Puerto. Y, hoy por hoy, hablar de El Puerto es hablar de los parkings. Esas obras que, aún meses antes de comenzar, ya agitaban la actualidad a lo largo y ancho de la ciudad. Es imperativo decir que el equipo de Gobierno ha gestionado de forma impecable cada paso de la operación, más allá incluso del importante hecho de conseguir la inversión de estos fondos europeos en nuestra localidad (sí, los parking se financian con dinero europeo).
Una vez llegados a este punto, tenemos que preguntarnos qué es entonces lo que genera descontento en la población. La respuesta es muy sencilla. Nada. Porque a esas manifestaciones, como pudimos ver el pasado 25 de agosto, van los de siempre. Esos a los que podemos ver boicoteando un Pleno del Ayuntamiento, pero que no se indignan tanto cuando su ciudad está apunto de quedarse sin hospital. Y con ellos, algunos a los que arrastran con falacias tales como el posible derrumbamiento de la Plaza de Toros. Todo ello escudado y orquestado por una rancia oposición, tan oxidada como poco implicada, incapaz de hacer política. Y aún así, no llegan a cien. Cien entre noventa mil. Gente que no piensa en El Puerto. Que no quiere verlo crecer. Gente que no nos representa. DIARIO Bahía de Cádiz