Hace unos dos años la Organización Mundial de la Salud (OMS) convocó a los mejores expertos y les encargó que identificaran los mayores riesgos para la salud pública a los que se enfrentaba el planeta. No se les escaparon los virus del Ébola, del SARS, del Zika y la Fiebre del Rift, pero su verdadero acierto fue seguramente predecir la Enfermedad X producida por “un agente infeccioso desconocido que saltaría de los animales a las personas, provocaría un síndrome más letal que la gripe y se contagiaría con tanta o más facilidad que ella, un virus que se extendería por el mundo aprovechando la hiperconexión comercial y turística entre las grandes ciudades y causaría un caos sanitario y socioeconómico”. (Javier Sampedro. El futuro no cabe en cuatro años. El País 27 junio 2020). En 2020 ya tiene nombre, la Covid-19.
A nivel mundial la pandemia, desde su inicio, ha provocado más de 15 millones de contagios y 625.000 muertes. Cerca del 50% de la población mundial ha estado confinada, con limitaciones laborales, sociales e incluso familiares.
Ya Laín nos advirtió sobre las epidemias: “perturba la normal convivencia de un grupo humano, acarrea desórdenes económicos y pone de manifiesto la diversa condición vital y moral de los subgrupos –clases, estamentos, comunidades- que integran la población afecta del morbo”.
Aquí en España, después de más de 28.000 fallecidos, más de 270.000 infectados, más de 100 días de confinamiento, y a veces de soledad, asistimos a nuevos rebrotes de contagios, distribuidos por todo el territorio nacional. Ante la alarmante situación, la mayoría de las Comunidades Autónomas han decretado el uso obligatorio de mascarillas en todos los espacios públicos, cerrados o abiertos, con independencia de si se puede mantener o no la distancia de seguridad.
La mayor parte de los rebrotes están relacionados con reuniones familiares, lugares de trabajo en precario donde no se han mantenido adecuadas medidas de seguridad, muchos de ellos relacionados con temporeros extranjeros y en situación irregular, lugares de ocio sin acondicionar, residencias de mayores y centros de acogida de inmigrantes.
Ante esta situación de alarma y preocupación el Grupo para la Investigación en Salud Pública de Cádiz (GISPCA) quiere hacer un llamamiento a la CORRESPONSABILIDAD.
Corresponsabilidad de los poderes públicos para que no antepongan intereses no legítimos o exclusivamente económicos a la salud de la población. Para que la información con respecto a cifras, datos y actuaciones llevadas a cabo sea fidedigna.
Corresponsabilidad de la administración sanitaria, fragmentada, que en ocasiones parece haber dejado atrás los principios fundamentales de esa ilusión que fue un sistema público de salud, gratuito, universal y accesible y que sigue dependiendo de fronteras a veces ficticias y sin sentido. Encabezada por un Ministerio de Sanidad despojado de competencias, con grandes dificultades para poder llevar a cabo una verdadera vigilancia epidemiológica basada en un sistema de información único y centralizado. En gran medida esta crisis sanitaria la han soportado los profesionales sanitarios, entre los peor remunerados de Europa. A esto se añade la pérdida de recursos en todos los niveles del sistema, especialmente en atención primaria y la abrumadora falta de profesionales de Salud Pública encargados de realizar sobre el terreno la vigilancia epidemiológica y los seguimientos y rastreos necesarios. La tecnología, ni siquiera la más puntera, nunca puede suplir a una atención primaria bien dotada en recursos y con competencias acordes con su formación y capacidad.
Corresponsabilidad de la administración educativa que, siendo el pilar fundamental del progreso de este país, está al pairo de lo que marquen las legislaturas de los distintos gobiernos de diferentes signos políticos. Que, además, es la garante del acceso universal a una educación de calidad e igualitaria en valores y oportunidades y que con esta crisis ha puesto de manifiesto la verdadera brecha social en lo digital y en los recursos entre los que tienen y los que no pueden. Es una constante en la historia que la población más desfavorecida es la que padece las peores y más intensas consecuencias de las epidemias.
Corresponsabilidad de la administración laboral, que nunca terminó de creer en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales que vino impuesta desde Europa, y que después de 25 años se ha convertido frecuentemente en un mero cumplimiento de trámites administrativos que los empresarios dejan en manos de empresas externas contratadas al precio más barato. Es preciso destinar los medios suficientes para hacer cumplir una legislación laboral, que si bien es de ámbito estatal, depende de gobiernos autonómicos con interpretaciones dispares. Es absolutamente necesario ser vigilantes con la precariedad laboral, las condiciones de trabajo, la protección de la salud de los trabajadores, su información y formación, y los medios de protección con los que cuentan.
Corresponsabilidad de los que se les llena la boca con el I+D+I, en uno de los países de la OCDE que menos destina a Investigación, Desarrollo e Innovación.
Corresponsabilidad de los empresarios, pilar sobre el que se sustenta la economía de un país y que deben ser copartícipes activos de esta reconstrucción que se nos avecina. Que deben recordar que el valor fundamental de su empresa no son sus activos financieros sino sus empleados, a los que deben estimar en justicia y garantizar unas condiciones dignas y seguras en sus lugares de trabajo.
Corresponsabilidad de los agentes sindicales para que sean vigilantes de los derechos de la población laboral de este país, tanto de los trabajadores de grandes empresas y empresas públicas como de aquellos que lo hacen en empresas pequeñas o microempresas donde su voz y sus derechos a veces no son apenas reconocidos.
Corresponsabilidad de los medios de comunicación, máximos responsables de la información de la población, pero que a veces con información tendenciosa y poco contrastada nos llevan al desconcierto y a la desinformación, sembrando el miedo o alentando a la despreocupación.
Corresponsabilidad de la ciudadanía, esa que ha soportado el confinamiento de manera ejemplar, que no ha rechistado cada vez que le eran impuestas unas medidas más restrictivas, que con resignación ha sabido valorar que a pesar del daño económico, familiar y social todo era por salvaguardar la salud comunitaria. Esa que ahora debe ser consecuente con mantener las medidas preventivas que desde las autoridades sanitarias le son dadas y aconsejadas. Que una vez pasado el núcleo duro de la pandemia nos queda protegernos en la vida diaria y prevenir rebrotes y sus posibles consecuencias. Que nos tendremos que acostumbrar a vivir de otra manera. Que posiblemente deberemos sacrificar libertades individuales en pro de la salud colectiva. Que tendremos que ser reivindicativos para exigir a los que nos imponen medidas de seguridad que nos garanticen el acceso a las mismas.
Por todo ello desde el Grupo para la Investigación en Salud Pública de Cádiz apelamos a la necesaria CORRESPONSABILIDAD de todas y todos. Es tiempo de ciencia, prevención, solidaridad y corresponsabilidad. DIARIO Bahía de Cádiz