Cuando se habla de la pobreza, nada ni nadie se responsabiliza de ella. No se pone la lupa en quién o quiénes la generan. Ahora bien, si hablamos de publicitar quién ayuda más a los pobres, sacamos pecho y solemos contar las veces que hemos ayudado y la caridad que hemos practicado por ellos, llenándonos de orgullo, pues parece que solo eso sabemos; ser caritativos.
Desde que unos pocos de hombres decidieron quedarse con la mayor parte de lo que era de todos y enseñaron a otros pocos a practicar la caridad se acuñó la célebre frase que dice: “Siempre ha habido pobres y ricos”. Lo triste es que nos hemos convencido que eso es y será así.
Organizaciones como Cáritas en Jerez nos alerta de que son 8.600.000 las personas pobres en España, subrayando frases como: «Hoy hay más gente en situación de desigualdad y exclusión social que antes de que comenzara la crisis».
La pobreza en nuestro país tiene rostros de mujeres, ancianos, niños y niñas, desempleadas, jóvenes, trabajadoras y de todas las personas que para poder aumentar el número de multimillonarios colaboran con el sistema económico neoliberal, que se encarga de mantener la desigualdad, de que las mujeres tengan que trabajar hasta 52 días más que los hombres para poder ganar lo mismo según señala el informe de Oxfam o que los trabajadores hagan jornadas interminables para poder llegar a los 600 euros con los que no podrán siquiera cubrir sus gastos básicos. Nos educan para curtirnos de individualismo y deberíamos educar en compartir, en un ambiente de solidaridad. La caridad no es más que dar lo que nos sobra y hacer publicidad de ello como quien reparte lavadoras de segunda mano.
Culpables somos todos: los que legislan leyes, que no son justas, los que hacemos dos jornadas sin pensar en otros que no tienen trabajo, los que no salimos a la calles a defender los derechos que recoge la Constitución, los que derrochamos, los que consumimos irresponsablemente, los que no defendemos el medio ambiente, y, principalmente, los que hacemos invisible la pobreza para así sentir que no existe.
Los representantes políticos tenemos la obligación de visibilizar la pobreza y actuar contra ella de raíz, no desde la caridad sino como servidores públicos, defendiendo los intereses de los que menos tienen, pues como digo yo siempre a los otros, a los que tienen mucho y presumen de ello, le sobran los defensores. DIARIO Bahía de Cádiz