No por menos evidente, es menos urgente asumir una visión conjunta sobre cuestiones relacionadas con la movilidad urbana en Jerez.
Dicen que la mejor escuela es la calle y, desde el aprendizaje de un convencido habitante de los barrios de Jerez, me atrevo a exponer una lectura que seguro compartimos sobre la necesidad de hacerle frente a algunos problemas que nos encontramos en el día a día y tratar de que no sigan creciendo en esta década decisiva en que debemos construir nuestro modelo de ciudad sostenible, más humana y habitable.
Jerez es una ciudad afortunada; creció al ritmo que sus necesidades planteaban, sin traumas. Había sitio para todo y para todos, y, prueba de ello, es la disposición de los grandes centros laborales y comerciales repartidos en un mapa urbano que todavía no está colapsado.
Este ritmo de crecimiento ‘cómodo’ y relativamente pausado ha generado dos efectos en nuestros patrones de movilidad que tenemos que analizar antes de dar los siguientes pasos en una década de enorme incertidumbre.
La visión del vaso medio vacío, o menos positiva, es que tenemos un modelo de ciudad poco compacta, fruto de nuestra expansión mediante la conocida «mancha de aceite» engullendo densos barrios más alejados, que requiere el vehículo privado para la mayor parte de nuestros desplazamientos cotidianos: actualmente tenemos un índice de motorización y un uso del automóvil desproporcionado, con demasiados viajes motorizados en una ciudad que probablemente no los hubiese necesitado.
Otra perspectiva del mismo escenario es que ahora disponemos de sitio suficiente para ‘rellenar’ sin necesidad de crecimiento físico. Es decir, podemos crecer desde y hacia dentro, dando respuestas a la necesidad de una ciudad más compacta, más cercana y acorde a los tiempos que debemos enfrentar en 2021.
Esta última visión coincide con una nueva forma de entender el futuro de Jerez basado en el tiempo y no en el espacio. En este sentido, es brillante el análisis que hace la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, al plantear la lectura de su urbanismo en unidades de 15 minutos en vez de zonificaciones en kilómetros. Los distritos y los barrios han dado paso a la necesidad de recuperar mi tiempo como lenguaje del diálogo social.
Curiosamente, el vecino ha captado el mensaje sin necesidad de recurrir a los discursos enrevesados y tortuosos del urbanismo incomprensible del siglo pasado: necesitamos ciudades de diez y de quince minutos, donde la organización de nuestra vida cotidiana pueda ser compatible con cualquier segmento de la sociedad en simultáneo, niños, mayores, grupos, solitarios…
Buena respuesta, en mi opinión, la de París, Barcelona o Valencia, por poner algunos ejemplos, que están optando por patrones de proximidad dentro de ‘ciudades de lejanía’. En el fondo, están lanzando un mensaje de nostalgia por la pérdida del modelo de ‘ciudad de barrios’, que, por cierto, en Jerez aún conservamos vivos. Es ese concepto de ciudad de escala humana lo que debemos proteger.
La revisión de nuestra política de movilidad urbana es una asignatura troncal en este curso que comienza, y de ahí, la necesidad irrenunciable, en nuestros próximos pasos, de aportar una visión fresca que recupere esa ciudad cercana.
Por todo ello, ahora, más que nunca, debemos poner a disposición de la ciudadanía los mecanismos necesarios para que puedan caminar cómodamente por nuestras calles y estacionar su vehículo en lugares habilitados y delimitados, insistiendo, además, en la prioridad de recuperar nuestro comercio de proximidad en cada barrio e impulsar un transporte público moderno y eficiente.
Hay sitio para todo y para todos.
Ese es el reto para 2021 en materia de movilidad urbana, y lo abordaremos desde el diálogo social para lograr el mayor consenso posible, sin prisas, pero sin pausas. DIARIO Bahía de Cádiz