Julio Anguita ha sido, es y será un referente, un político con mayúsculas, que con su característica retórica y con su lenguaje incisivo, sin caer en el insulto, era capaz de hablar con sinceridad, aunque no gustara. Capaz de articular un discurso para remover conciencias y de ponerlas en vilo. Porque, y esto conviene recordarlo: no todos los políticos son iguales.
Tú nos enseñaste que la dignidad y la honestidad no se cultivan, sino que se ejercen, y eso molestaba. Molestaba porque sin caer en provocaciones siguieras con paso firme con tu compromiso, con tus convicciones y con tu ejemplo.
Ahora, quienes te denostaban se afanan en reivindicar tu coherencia, tu compromiso. Pero no tu ejemplo, porque difícilmente van a querer seguir tu ejemplo. Ello implicaría renunciar a pensiones vitalicias o a entrar en consejos de administración de grandes empresas cuando dejen la política, o volver a sus empleos anteriores. Y sobre todo, a ser ejemplar en la práctica cotidiana, sin disfrazar discursos con aspiraciones grandilocuentes, viciados y vaciados de contenido para pescar votos. Como tú decías, debemos evitar “la captura del voto que lo justifica todo: insultos, zafiedades, promesas demagógicas, incumplimiento de las promesas y manipulación de textos e imágenes”. Que actuales son estas palabras que pronunciabas hace más de 20 años.
Julio Anguita, ha sido ante todo una persona que, como muchas otras, ha personificado un compromiso ético, y moral.
Te echaremos mucho de menos, y aun con la tristeza de tu adiós a flor de piel, solo queda decirte: gracias por todo camarada. DIARIO Bahía de Cádiz