Escuchando a Florentino defender la Superliga, las palabras de Miguel, tienen más sentido. Sé que comenzar mi opinión de esta manera es perder la poca credibilidad que pueda haber conseguido en mi vida, pero reprimir el deseo por las etiquetas que puedan ponerme, sería desaprovechar la oportunidad para reivindicar la libertad de expresión que defiendo.
El discurso de Bosé no lo comporto al completo. El virus existe, los datos son reales. El colapso en los hospitales, las pérdidas económicas, las situaciones delicadas de los ciudadanos, los fallecidos, las secuelas, no se pueden discutir. Lo estamos viendo y viviendo en primera persona. Negar la realidad es lo que ha hecho posicionarse a la sociedad en contra del cantante.
Su forma de actuar, de hablar, de afirmar categóricamente las cosas, y sus últimas declaraciones no han ayudado a mejorar su imagen, que ha pasado de ser la de uno de los mejores cantantes del mundo, a la de un negacionista, un mal padre, un mal hombre, un drogadicto y un iluminado. Tampoco podemos olvidar que Bosé no tiene ningún chiringuito mediático que le ayude a vender sus milongas, sino que le ofrecen un espacio para poner el foco en sus miserias.
Sin embargo el origen de su discurso para mí si es válido. Hay unas elites que dirigen el mundo y que son capaces de hacer lo que sea por ostentar más poder y aumentar sus, ya incalculables, fortunas. Hemos visto a lo largo de la historia que no tienen escrúpulos, que con la excusa del bien común han provocado guerras para seguir manteniendo sus negocios de venta de armamento y luego ponerse medallas con la ayuda humanitaria; se han atrevido a lanzar bombas atómicas para imponer sus ideas; han llevado al planeta a una emergencia climática de la que a saber cómo salimos; han puesto y asesinado dirigentes para expoliar y robar países enteros; han creado un sistema de telecomunicaciones que nos entretiene jugando, que nos hace la vida más fácil con un solo clic, pero que les sirve para controlar la información que nos llega, los productos que nos quieren vender e influenciar nuestro pensamiento. Nos intentan convencer de que están trabajando para acabar con el hambre en el mundo, nos hablan de justicia social, de derechos humanos, de paz, de sostenibilidad, pero sus políticas económicas van encaminadas a mantener un sistema desigual donde solo ganen ellos, los de siempre. ¿Aterrorizarnos con una pandemia? Peccata minuta.
La Superliga de Florentino es un reflejo de ese mundo que no queremos ver, que pensamos queda muy lejos de nuestras responsabilidades, y del que aprovechamos lo bueno e ignoramos el resto.
Por un lado, ni la UEFA, ni la FIFA, ni la Liga quieren perder su posición de poder y han ejercido su autoridad, amenazando, comprando las voluntades de los equipos ingleses, otorgándole más privilegios, prometiendo mirar para otro lado en el fair play financiero y obligando a los estados a salir en su defensa a la voz de “marionetas, para eso os pagamos”.
El Madrid y otros clubs, se sienten como la mayoría de nosotros, explotados, ninguneados, humillados por las elites que se llenan los bolsillos con el trabajo de otros. Para muchos Florentino, y así se vendió, es un adalid del futbol, un justiciero que quiere igualar el nivel, porque su idea solo pueden traer riqueza y bienestar para todos. No se lo cree ni él.
Bonitas palabras si no fuese porque ellos han formado parte de la elite, han utilizado su posición de ricos para llevarse las estrellas de los modestos, para manejar la liga y los árbitros durante muchos años. Pero han venido a menos, ahora no son los importantes, porque los equipos estado manejan más dinero y nuestros ricos de provincias ya no pueden comprar lo mejor del mercado porque el talonario lo tienen otros. Además como se quejan y reclaman lo que consideran justo desde su soberbia y su prepotencia, son incómodos al poder y a este no les gusta que se le cuestione, como a Florentino no le gusta que Tebas lo haya bajado de su pulpito.
Al final la solución, por ahora, será la de darles un poquito más de la tajada, intentar calmarlos, amedrentarlos, como ya ha pasado, y pitarles alguna jugada dudosa a los de Zidane en las próximas semifinales para que sepan quién manda. Al Madrid solo le queda la resignación por tener que ir a Cádiz a jugar cuando ellos están llamados a otras glorias, y a Florentino asumir que en una economía neoliberal, sin valores y de mercenarios, donde lo firmado no tiene valor, el número de Champions no te convierte en el más poderoso, que el poder lo da la pasta, se haya conseguido de la manera que sea.
Quizás lo que debería hacer el mundo del fútbol es no vivir por encima de sus posibilidades y ajustarse el cinturón como hemos aprendido hacer los demás mortales. Pero las elites no son el mundo, ellos hacen el mundo, y el resto lo sufrimos. DIARIO Bahía de Cádiz