En el debate por el sufragio universal, las dos mujeres que por aquel 1931 se encontraban en el Congreso de los Diputados, defendieron posturas encontradas. Frente a la postura de Clara Campoamor, a favor del voto femenino, se encontraba Victoria Kent, quien lo negaba ya que, argumentaba, si votaban las mujeres no votarían a favor del proyecto de izquierdas que ella defendía. Por suerte el planteamiento que la cámara apoyó fue a favor de que las mujeres pudieran votar, posicionándose en contra el Partido Republicano Radical Socialista.
No descubro nada al afirmar que el socialismo, tras el triunfo del estado democrático y el establecimiento de una clase media inmensamente mayoritaria, ha abandonado el discurso de la lucha de clases, en una concepción social vertical, los de abajo contra los de arriba, por una concepción social horizontal, buscando una identidad nueva, asociando el socialismo o cualquier movimiento de izquierdas, a la defensa de cualquier colectivo que pudiera sentirse desfavorecido, marginado u ofendido. Y ahí van a la carrera, como pollos sin cabeza, para ser los primeros en detectar banderas que enarbolar y pancartas para colocarse detrás de ellas. Hasta los lacitos amarillos han hecho suyos.
Pero donde sin duda se pone de manifiesto en mayor medida este ansia apropiadora es en el feminismo. Sólo se puede defender a las mujeres desde la izquierda y por tanto, todo lo que no se haga desde un partido político de izquierdas va en contra de las mujeres, no vale, no sirve, es ofensivo o inútil, degenerando sin medida ese planteamiento que exponía antes de la diputada Kent.
Hemos llegado al punto de que aquella máxima de la ilustre feminista francesa Simone de Beauvoir “Mujer no se nace, se llega a ser”, se retuerza de tal forma que los hombres de izquierdas creen ser más “mujer” que aquellas mujeres que no comulgan con su ideología.
Eso no es defender a las mujeres. Eso es seguir usando a las mujeres. No hay que rebuscar mucho para encontrar indicaciones sobre cómo históricamente la sociedad dominada absolutamente por el hombre, decía cómo debía ser la mujer. Hoy la izquierda pretende sustituir un dominio, el del hombre y sus directrices patriarcales, por otro dominio, el de la izquierda y sus directrices ideológicas. Hoy la izquierda pretende determinar cómo deben ser las mujeres. Cómo se es una buena mujer.
Eso no es creer en las mujeres, en su capacidad y en su libertad. Eso no es feminismo, es ideologismo. DIARIO Bahía de Cádiz