El mundo desarrollado no puede olvidarse de los países más pobres en esta pandemia, primero por solidaridad entre los seres humanos que compartimos el planeta y después –sí- por nuestro propio interés: todos estamos conectados por esta economía globalizada, por si alguien aun no lo tenía claro.
Casi seis millones de personas en el mundo ya se han contagiado del virus SARS-Cov-2, el famoso coronavirus, y de ellas cerca de medio millón han muerto por esa causa, en unos datos aproximados de imposible verificación sobre todos en los países empobrecidos, que suman una tragedia más a sus ya atormentadas historias.
Esta vez el mundo desarrollado no sólo es testigo desde la televisión de la desgracia de los otros, como ante tantas hambrunas, desastres naturales o guerras. La Covid-19 también nos ha golpeado en la rica Europa y por eso las organizaciones no gubernamentales que trabajamos por el desarrollo humano ya estamos alertando de que ésta no puede ser la excusa para centrarnos en nuestros problemas, primero sanitarios y después económicos, para olvidarnos de nuestros compañeros de viaje –aquí y en otros países- en este pequeño planeta. Primero, por fraternidad solidaria, y después porque la única forma de lucha contra esta pandemia –de momento sin vacuna ni tratamiento específico- debe ser global. No podremos combatir la enfermedad ni sus temibles consecuencias laborales si dejamos atrás a África y a Suramérica, por citar dos inmensos territorios donde el coronavirus está arrasando a diario cientos de vidas debido a la escasa capacidad de sus sistemas de salud.
Por eso hacemos un nuevo llamamiento solidario a toda la sociedad de la provincia de Cádiz:
- Debemos oponernos a cualquier amago de reducciones en los presupuestos públicos que destinan las instituciones a la cooperación para el desarrollo, que parten ya de una situación de debilidad aun no superada desde la pasada crisis, ésa que aun golpea con violencia a las personas y países más desfavorecidos.
- En esta tragedia mundial tenemos que prestar especial atención a las personas refugiadas y a las migrantes en general, ya que a la desesperación que supone tener que dejar sus pueblos de origen huyendo de la pobreza, la guerra o el hambre suman esta nueva amenaza en su situación inestable de confinamiento en campos de refugiados o de personas abusadas en el drama de su huída. Se merecen nuestros brazos y nuestros pueblos y ciudades más abiertos que nunca.
- Luchemos por fortalecer –en cualquier parte del mundo- los sistemas públicos de salud, los servicios sociales imprescindibles y los programas de cooperación y educación para el desarrollo como herramientas básicas para el progreso colectivo.
Además a medio plazo hay que abrir un periodo de reflexión que aborde una reforma en profundidad de nuestro sistema de vida, basado en una economía que sólo enriquece a unos pocos, condenando a grandes masas sociales a la supervivencia más básica o al empobrecimiento eterno. La reconstrucción del mundo tras la pandemia no puede seguir las mismas directrices de siempre: precariedad laboral, salarios bajos, adelgazamiento del sector público, privatizaciones y productividad a costa de la destrucción humana y medioambiental.
Aprovechemos este ataque que sufre la Humanidad para abordar -por fin y de una vez por todas- los cambios económicos y sociales profundos que nuestro país y nuestro mundo necesitan. DIARIO Bahía de Cádiz