Bastan unos breves minutos de conversación con algunas de las personas que trabajan, sobre todo durante el verano, en hostelería o restauración para ver que hemos inventado una nueva forma de esclavitud laboral: trabajar en lo que ofrezca el mercado, en el lugar que el mercado diga y con el salario que este determine. Nos decía una de estas personas: “trabajo 12 horas al día por 25 euros y sin estar dado de alta”. España con un 26,8% de contratos temporales encabeza el ranking europeo; doblamos la media europea en tasa de precariedad laboral. Unos 11 millones de trabajadores y trabajadoras tienen empleo precario, ganan menos de 1.000 euros al mes y soportan horarios maratonianos. “Una de cada cuatro personas en edad de trabajar no encuentra trabajo, ha dejado de buscarlo o está subempleada” (Antonio Sanabria, catedrático de Economía de la U. Complutense de Madrid). Y no es que tenga que ser así ya que el beneficio empresarial se mantiene a niveles de record.
No queremos seguir aportando fríos datos que son incapaces de trasmitir el drama personal y familiar que hay debajo de los mismos. Sí queremos hacer visibles las consecuencias de esta injusta situación: desigualdad creciente y aparición de una nueva clase trabajadora que, a pesar de tener empleo y por ser este precario, continúa siendo pobre. “Ocho millones y medio de personas en España malviven con insuficiencia alimentaria” (VIII Informe sobre Exclusión Social y Pobreza de FOESA). Entre las consecuencias que están viviendo las personas con empleos basura podemos destacar: inseguridad personal, incertidumbre ante el futuro, sentimiento de fracaso, depresiones, baja autoestima, imposibilidad de independizarse los jóvenes de la casa de los padres…En pocas palabras, están soportando una degradación de la dignidad humana y de la vida en su conjunto. Porque con el importe del salario esta clase trabajadora tiene que cubrir no solo las necesidades de supervivencia sino también las relacionadas con nuestra naturaleza social: ocio, cultura, educación, comunicación…
¿Por qué hemos llegado hasta aquí? El sistema capitalista en su afán de concentrar el capital en la clase hegemónica, presiona a los gobiernos para que, a través de reformas laborales, reduzcan los costes de la mano de obra, precarizando el empleo y, como consecuencia, aumentando los beneficios de los empresarios. Este invento perverso provoca un injusto y sangrante trasvase de recursos económicos de las clases trabajadoras a las empresariales, causando la escandalosa desigualdad entre ellas que estamos padeciendo. En el Foro Social no estamos en contra de que los empresarios procuren aumentar sus beneficios y que a sus empresas les vaya bien, pero sí denunciamos que lo hagan a costa de empobrecer la vida de las personas que trabajan para ellos, porque no estamos hablando solo de dinero, sino de la vida que sin él se hace imposible.
Como pensamos que el pleno empleo en condiciones dignas ya nunca va a ser posible, será necesario establecer una Renta Básica General que asegure a todas las personas unos mínimos recursos para poder vivir dignamente. Solamente así las personas podrán rechazar la explotación y esclavitud laboral que en muchos casos existe. No podemos pedir a los trabajadores y trabajadoras precarios la heroicidad de denunciar a sus empleadores sabiendo que al día siguiente estarán en la calle. Aquí echamos en falta una mayor implicación de los sindicatos mayoritarios que andan en otras prioridades. También nos indigna el irresponsable espectáculo que la clase política nos está dando con sus eternas negociaciones mientras la gente sigue malviviendo y esperando una salida a sus vidas.
Ofrecemos las humildes fuerzas con que cuenta el Foro Social para denunciar estas injustas situaciones y para colaborar en todas las convocatorias que se realicen para conseguir una vida más digna para todos y todas las portuenses. DIARIO Bahía de Cádiz