Lo último que sabemos del obsceno muro de Trump es que México sigue, como no puede ser de otra manera, negándose a pagar el disparate de un psicópata que no entiende que el origen de la inmigración en su país es el expolio que ellos hacen sobre el vecino. El racismo no es sino una de las tantas caras que toma el clasismo.
Por supuesto, hay otras maneras de construir muros infranqueables para separar a las personas, la principal y más sutil es la económica: crea espacios urbanos donde los costes de vida sean tan elevados que ningún trabajador o trabajadora pueda permitirse vivir o disfrutar del ocio en los mismos. Esto mismo es lo que el PSOE apuntaló este pasado jueves cuando le regaló una parcela pública en el Novo Sancti Petri a una empresa para construir un colegio totalmente privado durante la friolera de 75 años.
El señor Román, Judas de los Obreros, malvendió un bien de todos y todas por 25.000 míseras monedas de plata al año. El precio es ridículo: se pagará menos de un euro por metro cuadrado por la parcela (40.000m²) y el alquiler le saldrá 2.000 euros al mes, que es lo que hoy día pagan muchos autónomos por cualquier local normal.
De esta manera, a costa de un bien público, el PSOE siguió construyendo un modelo de ciudad en el que se la segrega en una zona para ricos y otra para los chiclaneros y las chiclaneras. Por un lado el Novo, con los hoteles acaparando nuestras playas, urbanizaciones, campos de golf, clínicas privadas y, ahora ya, colegios privados; y, por el otro, el resto de la ciudad con sus cada vez mayores carencias, debido un gobierno que no se preocupa por los derechos de la mayoría sino por los privilegios de unos cuantos.
Este modelo de ciudad, en el que se nos desposee a la ciudadanía de una parte de ella, es programa común del PSOE y del PP: los últimos no se ocultan en declarar que ya intentaron esta operación, pero los supuestos “socialistas” la criticaban en la oposición y ahora acatan y la llevan a cabo en el gobierno. Y no es lo único: sólo hace falta una reflexión muy ligera para ver que, aún con desavenencias en los proyectos concretos, ninguno de los dos grandes partidos de la derecha han cuestionado esta línea urbanística y social para Chiclana.
Y por cierto, les aconsejo que no se equivoquen: si son ustedes capaces de ahorrar un poquito para ir a uno de estos conciertos y cenar de vez en cuando en los restaurantes más lujosos del Novo no se crean que han superado este muro. Estos muros permiten visados de visitas, pero para poder permanecer al otro lado hay que tener una cartera lo suficientemente abultada para mantenerse en ese nivel de vida a diario, donde se crean relaciones sociales y de camaradería con personas de cierto estatus social.
Una realidad que la Chiclana del 36% de población en riesgo de exclusión social y con trabajadores pobres sólo ve desde el lado del servicio y del trabajo. DIARIO Bahía de Cádiz