Carnaval, es Carnaval. Esto que es obvio, esto que lleva, ni se sabe, alegrando las calles, apagando penas, tapando hambre, siendo herramienta de venganza a la sombra del “comici tempus” en el que desnudar las vergüenzas de alcaldes, políticos, cantantes, actores, y gente popular, chascarrillos, anécdotas, historia, personajes de historia… y todo lo que se pueda llegar a imaginar, a quienes se les ha, dentro del sub realismo mágico, quemado, descuartizado, decapitado… solo tiene un objetivo, y ese objetivo no es otro que el Carnaval: reírnos de nosotros mismos, de los demás, quemar lo pasado y mirar al futuro. Esto es Carnaval.
El Carnaval nos pone en primera línea de fuego. Premio a todo aquello que ha sido o es actualidad, pues si algo tiene el Carnaval es la capacidad inmediata de reflejar la actualidad y lo que es noticia, pero, ojo, repito, es Carnaval; y el Carnaval tiene gafas de Carnaval. Esas gafas que lo ven todo y a todo por igual, sin distinción, sin perdón, sin piedad, que el Carnaval no tiene, y por ello sea quizás, lo más demócrata del mundo, pues no entiende ni de clases, sexo, religión o raza, y a lomos del humor. Ese humor que cuando es bueno es bueno, y cuando es malo ofende. Por ello hay buenas y malas chirigotas, buenas y malas letras, ganadores y perdedores, quienes ganan el Carnaval, y quienes no pasan de las previas. Pero, repito, es que esto, es Carnaval.
El Carnaval tiene las mismas licencias que tienen sus señorías en el Congreso, el Senado, o cualquiera de los Parlamentos autonómicos de este actual Estado español, que lo que se dice ahí dentro tiene un tratamiento distinto al de la calle, de ahí esa frase tan parlamentaria del “usted eso no me lo dice en la calle” ya que, en la calle, sí tiene consecuencias. En Carnaval lo mismo, “¿a que no es capaz de decirme usted eso fuera del Carnaval?”. Pues eso, que el contexto es muy importante. El dónde, el cómo, cuándo se dicen las cosas, ese es el contexto, y el contexto del Carnaval es el propio Carnaval.
Ahora les hablaré en otro contexto, que no es el del Carnaval, sino el de la realidad, el del día a día, el sin tregua. A un servidor que les escribe, por defender el derecho a decidir del pueblo de Catalunya, del pueblo de Andalucía, o de cualquier pueblo, pero en este caso, repito, el de Catalunya, me han “desfibrilado” en la Cope, “indultado” en Onda Cero, aguantado varias veces las risas en el Intermedio de la Sexta, en 13TV, los ataques y mentiras de OKDiario, las barbaridades escritas en la prensa españolista, y en todos medios del mundo mundial, con todo el daño personal que ello conlleva a nivel personal, familiar y laboral.
Me han llamado el Rufián andaluz, lo que es un honor; el Puigdemont del Sur, lo que es un verdadero lujo, o el Junqueras andaluz, lo que me prestigia, pero claro, volvemos al contexto, y en el tono que me lo han dicho, no es de forma precisa agradable o carnavalesca, todo lo contrario, con verdadera intención de insultar, hacer daño y desprestigiar. Pero es el precio de estar en primera línea del frente en esta batalla por la democracia que se está librando en España, y no solo ya por catalanes, sino por todos los demócratas, contra la caverna inmovilista amante de la España, una, grande y libre.
No he visto, más allá de los leales amigos, de forma fundamental, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), SUMATE con Eduardo Reyes en cabeza, y el propio Parlament y algunos seguidores de redes sociales, ni agradecimiento, ni apoyo, ni una palabra de ánimo por parte del catalanismo. Nada. Ni una palmadita en la espalda ante tanto insulto a mi persona y mis ideas, hacia el derecho a decidir de los pueblos. Nada, nada en absoluto.
Del mismo modo ha pasado desapercibido el apoyo de mis compañeros del Partido Nacionalista Andaluz, o de la Asamblea Nacional Andaluza, y del mío propio, en los actos de primero de octubre, donde estuvimos, codo con codo, defendiendo los colegios electorales y dando la cara, en nombre propio, y de los demócratas andaluces del PNA y de la ANA, sin olvidar a los compañeros, siempre también en primera línea del Sindicato Andaluz de Trabajadores, SAT.
Tampoco quiero olvidar a mi hermano de lucha Oscar Reina, Secretario General del SAT, a quién le apodan “el pancetas” con todo el odio del que es capaz la derecha cavernícola española por su defensa numantina en el derecho de los catalanes a decidir su futuro, por su República. En el frente hemos estado en distintas trincheras, pero también en primera línea del frente, honrando con su presencia, y la de los compañeros del SAT, la decencia del solidario pueblo andaluz, siempre generoso a cambio de nada.
Esta lucha solidaria, este compromiso de los demócratas andaluces es lo que el pueblo de Catalunya debe poner en valor, comentar, compartir, pues en ello va todo el corazón y la sangre verde y blanca de toda una Nación, que al mismo nivel que el pueblo de Catalunya, queremos dotarla de una República propia. Este es el valor absoluto, el único valor a poner frente a la caverna.
Este valor del pueblo andaluz, y el de todos los andaluces que estamos, codo con codo en las trincheras por las libertades, por la República, el que debemos poner en primea línea, en redes, en prensa, como ejemplo de solidaridad e internacionalismo y no una chirigota de tercera, de mal gusto, en un Carnaval. DIARIO Bahía de Cádiz