Con la vista puesta en la tortura animal en vez de empujar a Medina Azahara hacia el reconocimiento de la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad vamos a terminar el año en la ciudad de Córdoba. No se puede hacer peor favor a esta ciudad que quiere dejar el anacronismo de la Tauromaquia y que ha tenido suficiente con el Año Manolete y el reconocimiento no consensuado de Hijo Predilecto a un personaje que no hizo otra cosa que provocar dolor y sufrimiento a seres vivos. La alcaldesa de la ciudad y el presidente de la Diputación han sucumbido a los encantos de la RTVA, la cadena amiga de la Tauromaquia y el Tópico andaluz, para meternos unas campanadas en todo lo alto con un torero con la excusa de que se hará publicidad a la candidatura. Yo creía que esto ya lo tenía claro la consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y que el dinero invertido en ello estaría a la altura de lo que la ciudad se merece. No es así; o el torero está de saldo o el señor director de la cadena confunde el Califato Omeya con el cachondeo del Califato taurino.
Una vez más somos, los cordobeses, el blanco de la burla del resto del mundo, cayendo en los tópicos andaluces e insultado a la ciudad que se la reconoce por la Mezquita y por Medina Azahara y no por un conjunto minoritario de personajes que realizan actos de crueldad con animales.
Recordemos dos detalles que pueden provocarnos una nueva desilusión: El primero es que al Jurado que tuvo que designar la Capitalidad Cultural Europea para el 2016, en la que Córdoba llegó a la final junto a Donostia, se le ocultó en todo momento la historia y actividad taurina de la ciudad para evitar una mala influencia ya que esto de matar toros como espectáculo está muy mal visto en la Europa desarrollada y que le fue remitido un informe sobre la Becerrada Homenaje a la mujer cordobesa, que pudiera haber tenido consecuencias. El segundo es sobre las recomendaciones de la Unesco de apartar a los niños de la violencia de la Tauromaquia, pues dicha institución reconoce tal violencia y los informes que se le han suministrado de psicólogos y científicos, manque le pese a los señores taurinos, han convencido a los miembros del mismo de la tremenda barbaridad de tener Escuelas de Tauromaquia donde se les enseña a menores de edad cómo torturar toros o, en lenguaje taurino, cómo lidiar y dar muerte a la bestia nacida para morir agónicamente.
Unas campanadas de muerte vestidas de luces y fiesta como hacen los toreros para confundir a los espectadores y que no se fijen en las crueldades que se cometen en el cuerpo de un pobre bóvido doméstico, que lo que desea es que lo dejen en paz rumiando en el campo. No hay tampoco consenso en esto y así, Equo Andalucía, ha empezado a recoger firmas en Change.org para que un torero no presente las campanadas de fin de Año. Así es la cadena pública andaluza que se tiene ganada desde hace tiempo la etiqueta, como el nombre del libro de Manu Sánchez, de “Surnormal Profundo”. DIARIO Bahía de Cádiz