No es necesario remontarse, o quizás sí, pero no corresponde en estos momentos ni en esta instancia, remontarnos a los milenios de historia que han forjado la Nación Andaluza. Es tan evidente y obvio, que solo haría desviar la atención sobre el hecho principal y actual de la necesidad, como Nación que somos, de instaurar por medios democráticos y legales, la República Federal de Andalucía.
Muchos territorios se han quejado, se han escudado en el fracaso de la II República Española y el alzamiento fascista del 18 de julio de 1936 que acabó con ella, para revindicara ahora cuotas de poder soberano. Incuestionable por otro lado, de igual modo que respetable, pero ello no debe ser usado para el intento de tapar otras realidades nacionales, de mayor peso y transcendencia que la de los andaluces como pueblo y de Andalucía como Nación. Si hubo algún proyecto serio desde la identidad nacional, esta fue, sin duda la de la Andalucía.
La lucha política siempre se doblega a la cultura como identidad. Por ello recordar que, los andaluces, tras siglos de ocupación cultural castellana, que relegaba al ámbito de lo folklórico todo aquello que provenía del sentir andaluz, comenzaban de la mano de los jóvenes intelectuales y genios de las artes, a recuperar nuestro arte, tradiciones y señas de identidad, como base del renacer del nacionalismo andaluz, del orgullo de ser andaluces y de la singularidad nacional andaluza.
Federico García Lorca, Manuel Ángeles Ortiz, Manuel de Falla, a través del I Festival del Cante Jondo de Granada, pusieron las bases de la recuperación de la identidad cultural nacional, como pilar del nacionalismo andaluz. “Andalucía está por descubrir. Aún no se ha pulsado su fibra sensible en busca de la emoción cierta. Bajo la apariencia de su alegría mentida, se ha escondido siempre la muesca de su dolor intenso. Hay en Andalucía un hondo sentimiento y un supremo desfallecimiento. En toda ella vibra un sentimiento de tragedia. En el fondo del alma popular guarda Andalucía su secreto, eterno y quieto como una muda esfinge oriental. En ese fondo popular hay que buscarla y allí la encontraremos. El bajo pueblo es el que guarda las honduras de su sentir. Y en este se haya su personalidad, todo lo que es ella. Hay que romper sus vestiduras luminosas y dejar al aire sus carnes morenas heridas y sangrantes. Entonces hallaremos un pueblo lleno de oculto dolor religioso y de firme energía. El alma de ese pueblo grita y se duele en sus cantos únicos. En esos cantes que son redonda expresión de sus penas intensas y sus alegrías locas. En esos cantes que se dan a la noches de estrellas, en una totalidad de rendimiento a la emoción. Como si se entregara el alma toda a los aires abiertos, para que la llevasen por todo el mundo en pedazos desechos. En esos cantes esta toda la evocación de sus razas creadoras. Tienen un eco de lejanía perdida que vocease broncamente en esas gargantas bronceadas. Son la expresión total del sentimiento de un pueblo, y la síntesis de su historia sentimental. Y en la monotonía de su ritmo guarda el eco del paso de los años que transcurrieron sobre él. Y en sus decires, la queja suprema o infinita. Lo son “todo”. Y la creencia en ‘nada`. Y la inducción de ‘lo que puede ser’. El gran breviario de una raza. Y el puro lenguaje de esa raza. Precisaba revindicar su valor. Exaltarse en una gloriosa exaltación y arrancarles de su triste peregrinación por el mundo del vicio y de la frivolidad para llevarlos a todos con su fuego. Esta es la obra del concurso. El primer paso para descubrir lo ignorado de Andalucía, y para rehacer su espíritu destruido por la estulticia incomprensiva, por la ramplonería y por este europeísmo españolizado que deshace nuestros músculos y que ni es europeo ni es español. Que solo es ocultamiento de nuestros matices, desfiguramiento de nuestro gesto y apagamiento de nuestra vibración sentimental. Es romper con esa época de miedo que estimaba de mal gusto y de antipatriótico defender y fomentar nuestro propio ser. Es dar más jugo a nuestros alimentos, agua a nuestra sed, y calor intimo a nuestro hogar. Es crear nuestro espíritu con nuestro propio cultivo. Cultivar en nuestro huerto interior la flor mística y fragante de nuestro sentimiento para que abra roja en nuestras mañanas de sol. Es ir rehaciendo Andalucía sobre los viejos cimientos de la Andalucía derruida”.
Este texto de Antonio Gallego y Burín, publicado en el diario El Sol el 13 de junio de 1922, denota de sobremanera y de forma clara, rotunda, moderna y actual, el verdadero valor que, para el sentir, para el sentimiento andaluz y de los andaluces tiene, supone nuestras raíces culturales. Son de tanta y de tan profundad identidad, que matando estas, matamos el alma de Andalucía y apagamos el espíritu nacional andaluz. Es por todo ello por lo que, no existe otro camino que no sea el de la recuperación de la cultura andaluza para relanzar el nacionalismo andaluz.
El genocidio cultural del andalucismo durante el franquismo. La aniquilación del tejido industrial, y por tanto de la burguesía andaluza capaz de soportar en lo económico e intelectual el esfuerzo de un movimiento nacionalista, terminaron por destrozar la identidad como pueblo. Relegar entonces a los andaluces a meras comparsas subsidiadas, y a nuestra identidad cultural a las cuevas y burdeles, les fue fácil.
Del mismo modo, y de igual importancia, tiene el desmantelamiento del tejido económico de Andalucía. Un tejido económico construido a través de siglos y que, de forma especial, la industria y la minería, eran verdadero motor económico de Andalucía de la que se formó el proletariado andaluz y el desarrollo social consiguiente de unos puestos de trabajo estables, siempre sin dejar de olvidar el contexto histórico del que hablamos.
Durante tal desarrollo industrial de Andalucía nació una clase media, o burguesía que pudo dotarse de una capacidad económica mínima, muy lejos de la catalana, pero que permitió que andaluces pudiera acceder a estudios universitarios, y con ello, el ascenso a cuotas de intelectualidad. Hablamos mediados y finales del siglo XIX y principios del XX, en los que la revolución industrial llego a Andalucía, al mismo tiempo o quizás antes que en el resto de Europa, eso sí, hay que reconocer que de mano de familias llegadas de la burguesía centro europea y británica.
De familias impulsadas por dicho desarrollo nacen personajes de la importancia de Blas Infante, del que haremos referencia más adelante, Manuel de Falla o Federico García Lorca. Es el desarrollo industrial y económico el que permite el desarrollo intelectual y político de un pueblo. Andalucía en ese periodo es una pequeña potencia económica, política e intelectual que pronto comienza a llamar la atención, y preocupación de otros territorios a los que no convenía una Andalucía nacionalista y fuerte en lo económico y cultural. Andalucía desde ese momento estaba condenada, sería solo cuestión de tiempo su aniquilación.
Así fue, Blas Infante desenterró la bandera blanca y verde y puso las bases de lo que hoy debiera ser la República Independiente de Andalucía. Dotó al pueblo andaluz de una herramienta política útil con la que garantizar el futuro del pueblo andaluz. Ya lo teníamos todo. El nacionalismo político desde el pensamiento de Blas Infante, el soporte de identidad nacional desde la cultura andaluza y el necesario soporte económico para garantizar la supervivencia de Andalucía como Nación libre, independiente y soberana. Ese era el grito que nos mantiene vivos ¡Viva Andalucía Libre! Que nos llega y nos soporta hoy.
Poco tardarían en derribar el sueño andaluz. A Blas Infante lo fusilaron, a Federico García Lorca lo fusilaron, y a la industria no pudieron fusilarla, pero a través del franquismo, fueron desmantelando una a una todas y cada una de las industrias andaluzas que volaban hacia Cataluña y País Vasco. Andalucía fue colonizada y arrasada por una caterva de “señoritos” que solo le importaba gastarse en los casinos y burdeles de Madrid, el rendimiento económico de los trabajadores del campo andaluz. Eso sí, a cambio, mantenía a raya al pueblo andaluz, bien por las buenas, bien a vara del “maneniero” o de una Guardia Civil a las órdenes del poder. Ese fue el trato, ese, el verdadero genocidio intelectual y psicológico del pueblo andaluz.
En la actualidad, las cosas continúan igual. Desde la llegada de la democracia, y la constitución del 78 ya se encargaron de que Andalucía, bajo ninguno de los conceptos recuperara su identidad, su poder económico y su nacionalismo. No convenía a nadie una Andalucía fuerte que tuviese el poder en el Congreso de los Diputados que dan los 62 diputados que nos corresponden por población y territorio. Solo durante un muy corto espacio de tiempo, en el que el andalucismo tomó cierta fuerza en Madrid, e incluso en el Parlamento de Cataluña, que solo ayudó a despertar aún más, el temor a una Andalucía fuerte. Se intentó dejar a Andalucía fuera de juego y en desigualdad de posibilidades con respecto a Cataluña y País Vasco, pero la garra, el orgullo del andaluz y la sangre del malagueño Caparrós no lo permitió.
Ahora nos toca lidiar de nuevo contra todo y todos. Se vuelve a plantear el Estado Federal Español, y ya de habla de un Estado asimétrico en un nuevo y claro intento de dejar a Andalucía fuera de juego. En un Estado Federal Español, Andalucía debe ocupar el verdadero lugar que le corresponde por historia, demografía, geografía y potencialidad económica. Ninguna fuerza política teledirigida desde Madrid harán nada para que eso sea de ese modo, todo lo contrario, harán todo lo posible para que Andalucía quede de nuevo relegada a un mero territorio colonizado a expensas de miserias, limosnas, subdesarrollo económico, político, social y cultural.
Esos dos ámbitos deben ser las columnas en las que se sostente el fututo del nacionalismo, el cultural y el económico. No hay identidad sin cultura, ni sostenibilidad sin una independencia económica. Ambas secuestradas y teledirigidas desde Madrid y Barcelona. Hora es ya de que el nacionalismo andaluz tome, de una vez por toda, la responsabilidad que le corresponde. Para ello es de primordial importancia que, los responsables del nacionalismo cojan las riendas del presente y fuercen, ante todo, el fortalecimiento del sistema productivo andaluz, y por ende, de la fortaleza de nuestro nacionalismo: Venimos a conseguir que los andaluces, empresarios y obreros, no vivan de espaldas a la realidad nacional andaluza, pues resulta absurdo que los mismos que intentan resolver sus problemas al margen de ella, organizándose en grupos partidistas y de mesas de café donde nada se construye y sí, por contra se destruye. Queremos una nacionalismo andaluz potente, donde los hombres alrededor de una mesa deliberen, abierta y de forma honrada sobre sus diferencias, y no que éstas queden sin salir a la superficie continuando en las tinieblas que da origen a la presencia más o menos encubierta, del recelo y el rencor.
De esas mesas de trabajo honesto deben nacer las semillas del futuro de Andalucía. Plantar el árbol de la recuperación de nuestra identidad social y cultural, y el árbol del desarrollo comercial y económico andaluz. Para ello el proyecto de construcción nacional andaluz, tiene que ser un proyecto cargado de ilusiones y realidades, lejos de engaños y falsas expectativas. Debe ser una llamada a la cordura de los andaluces, a hacer realidad ese concepto de levantarse y caminar por el camino de la libertad. A ese camino hay que determinarlo como duro, cansado, arriesgado y difícil; más para un pueblo dormido en los laureles de la paga fácil, de la subvención gratuita y esclava, y el sueño eterno en un estado paternalista, que sólo piensa en permanecer en el poder a consta del futuro y la independencia del pueblo de Andalucía.
¿Cómo levantar a un pueblo que continúa dormitando en la desidia de lo fácil y lo cómodo, a cambio de renunciar a su derecho a participar de forma activa en el futuro de Andalucía? ¿Cómo convencer a los andaluces de hoy, que cada céntimo recibido por las mezquinas ayudas, lo pagamos en libertad, en silencio? ¿Cómo levantar la cabeza a un pueblo para que mire más allá de fin de mes, y asuma con valentía sus responsabilidades? ¿Cómo gritar a los andaluces que el futuro sólo está en sus manos? Que lo único que hay que hacer es levantarse, acogerlo y hacerlo nuestro.
El nacionalismo andaluz debe saber despertar el interés de los andaluces. Para ello, no basta con que las ideas expuestas sean buenas. Vivimos en el mundo de la comunicación, de la imagen, de lo que además de ser bueno debe parecerlo. Para ello, tienen que ser lideradas por andaluces de peso cultural, ideológico, moral, ético y de prestigio, cuyo sólo anuncio abra cualquier puerta. Andaluces inteligentes, hombres y mujeres de esta tierra andaluza sin mezclas de mal alguno, no sospechosos de nada, capaces de cambiar nuestro destino, de cambiar el movimiento de Andalucía, de forzar la maniobra, de cambiar los viejos palos de velas y el vapor por las nuevas energías capaces de desarrollar la velocidad de crucero necesaria para este viaje. Buscar una tripulación disciplinada, eficiente, sabedora de cuál es su cometido y a dónde conduce la derrota. En el puente de gobierno debe haber gente que sepa interpretar y barruntar los cielos sin abandonar el rumbo iniciado, pese a los temporales, a la mar brava, a vientos de fuerza ocho y a cruzar la barra del puerto con dificultades.
De este modo, con el compromiso de los que tienen la capacidad de liderazgo intelectual y capacidad económica, podremos liderar el comienzo de esta larga travesía. Ilusionarles en el camino, explicarles que este camino es el más duro, el más lento, el más sacrificado, pero que sólo así podremos levantar la cabeza para mirar a un futuro que nos pertenece.
La reflexión histórica cultural, política, económica y social del presente y futuro de Andalucía, debe ser el punto de partida. Qué somos en realidad, y no, como nos dicen que somos; qué queremos, y no, que nos dicen que queramos para esta tierra; y, sobre todo, cómo queremos conseguirlo, y no, cómo nos dicen que deberíamos hacerlo, debe ser nuestra única línea de debate. Andalucía es nuestra, nos pertenece a todos y cada uno de los andaluces, por lo que cualquier tesis sobre el pasado, presente o futuro de Andalucía, no debe ser contaminada por ningún agente exterior, menos aun cuando este tenga intereses contrapuestos a los nuestros.
No queremos continuar en una sociedad donde está ganando lo mediocre, la inconsciencia, la falta de educación, la incultura y la necedad, propiciada por aquellos a los que no interesa que triunfe otra cosa, mantener a los tuertos en un país de ciegos. Todo ello además potenciado por funestos personajes iletrados que medran, y el osado sin otro bagaje que su ambición ilimitada con la que cubre sus carencias, y que logran alcanzar cada vez más cotas de poder por la debilidad complacientes de los que se dejan acariciar por los aún más mediocres. Andalucía merece otra gente, otro estilo, otro futuro.
Concienciar por tanto al pueblo andaluz de este problema, debe ser el principal objetivo de cualquier construcción del pensamiento andaluz. Debemos hacer llegar la idea de que el nacionalismo andaluz es la única alternativa posible para el futuro de Andalucía. Que el ser y participar en la política nacional es un deber y un derecho de todos los que habitan en esta tierra. Que los andaluces tenemos la oportunidad de crecer por nosotros mismos. Que somos capaces de gobernarnos, de hacer crecer nuestra economía, de garantizar y elevar el nivel de prestaciones sociales, y de obtener el peso específico que nos corresponde tanto en el Estado Español, como en la Unión Europea, como en el mundo.
Queremos dejar de ser una de las últimas regiones de Europa. Queremos dejar de ser un pueblo que vive de las subvenciones. Queremos ser, y vamos a ser, una de las regiones más dinámicas del continente. Para ello el compromiso con la industrialización de Andalucía debe ser absoluto, rotundo. Debemos apoyar a nuestros jóvenes empresarios, a nuestros jóvenes agricultores, investigadores y a nuestras universidades. Apoyar sin complejos la reactivación de la tan olvidada formación profesional. Apoyar en fin, todas aquellas iniciativas que nos libere de las subvenciones, nos hagan cultos y libres para progresar como pueblo.
Por todo ello, con el desarrollo y crecimiento de nuestras dos columnas de Hércules, de nuestros dos árboles, el cultural y el económico, será posible recuperar la identidad andaluza, necesaria para plantear reclamar nuestra independencia y soberanía como pueblo, como Nación, como República Federal de Andalucía. No tenemos otra opción. No hay otro camino posible para el futuro de los andaluces.
Mucho es el miedo el que han cimentado en el pueblo andaluz entorno a nuestra identidad e independencia. Hablar de nacionalismo, independencia, soberanía, de pueblo, de Nación Andaluza, es demonizado al momento por aquellos que no les interesa una realidad andaluza distinta. Un miedo que ha arraigado en la piel, que no en la identidad ni el alma, ambas dormidas, que no muertas ni enterradas.
Es el momento de la responsabilidad, del compromiso, de arrojar nuestros miedos y proclamar al aire que no admitimos ni un solo gramo más de miedo. Que ya basta. Que el pueblo andaluz se comienza a levantar. Que vamos a gritar fuerte y alto que somos un pueblo milenario, que somos una Nación milenaria. Que queremos decidir nuestro futuro. Ser gobernados por nosotros mismos. Hablar nuestra lengua, lanzar al aire nuestra identidad nacional, nuestro patrimonio, nuestra alma andaluza.
¡Viva Andalucía Libre y Soberana! DIARIO Bahía de Cádiz