Somos de memoria efímera. Por eso, la pesadumbre y la consternación que nos invaden, el susto y la angustia adheridos a nuestro ánimo, la rabia y las emociones que tenemos a flor de piel, se diluirán y sus posos quedarán sepultados por ruido innecesario, superfluo y partidista, por nuevas catástrofes, por la confusión generada por los que quieren que olvidemos que la incultura, inacción, corrupción, el negacionismo climático, y una sociedad basada solo en el beneficio, mata.
A pesar de las graves discrepancias políticas en la reacción y gestión, hemos asistido al consenso generalizado de que la DANA es una de las consecuencias del cambio climático, se volverá a repetir de forma habitual, y necesitamos adaptarnos a las nuevas condiciones que determinarán nuestro estilo de vida, la economía y los riesgos a los que nos enfrentamos. Si no lo hacemos, si seguimos ignorando la realidad, confiándonos a la suerte, los únicos que sufrirán los daños somos nosotros.
Aunque las políticas de mitigación y reducción del cambio global, un concepto más amplio que engloba la alteración del clima, sus consecuencias y otras transformaciones provocadas por la acción humana y sus impactos, deben ser ejecutadas a nivel mundial, las adaptaciones tenemos que hacerlas desde lo local. Primero porque comprobamos, por las fallidas e inoperantes Cumbres de la Tierra, que el capital, las multinacionales que manejan la economía mundial, junto a la complicidad y vasallaje de los Estados, no piensa en nosotros, no tiene prisa y no está dispuesto a sacrificar sus beneficios por el interés común.
Segundo, y más importante, porque dependiendo de las medidas que tomemos en el territorio, tendremos más oportunidades para minimizar los impactos y ser más resilientes ante los cambios que se están produciendo.
¿Sobrevivirá la agricultura intensiva almeriense al cambio climático? No lo sabemos, es una incógnita que nadie puede predecir, pero si partimos de la idea de que el aumento de temperatura está generando más episodios de sequía, la aparición de nuevas plagas, y que vemos nuevos competidores para producir en la época más fría de Europa que nos posiciona en el mercado, la incertidumbre crece exponencialmente.
Si a estos cambios le sumamos destrozos repetitivos en infraestructuras e instalaciones, quizá las cuentas empiecen a menguar más rápido de lo que pensamos, porque los seguros, llegan tarde y mal, y las ayudas por zona catastrófica son más un consuelo anímico durante la tragedia que una ayuda real, bien lo saben los afectados por el terremoto de Lorca en 2011 y la erupción volcánica de La Palma en 2021.
algunos me tacharán de oportunista, alarmista y agorero. Supongo, son los mismos que llevan décadas negando el cambio climático y acusando a los ecologistas de frenar el desarrollo y la economía
Podemos confiar en la I+D+i que nos ha encumbrado, en las desaladoras, en el ingenio, valentía y experiencia de nuestros agricultores, pero quizá todos esos nuevos gastos extra, hagan que nuestros productos dejen de ser competitivos en los mercados. Que sí, que valoran la calidad, pero priman más el precio y el beneficio. No olvidemos que el capricho de los mercados ha hecho que en el último siglo, la provincia haya vivido de la minería, la uva de mesa, y ahora de la agricultura intensiva y el turismo. Todo pasa y todo llega.
Algunos me tacharán de oportunista, alarmista y agorero. Supongo, son los mismos que llevan décadas negando el cambio climático y acusando a los ecologistas de frenar el desarrollo y la economía, pero estos días han repetido los argumentos científicos ninguneados, de los que se han reído cada vez que se protestaba, y se siguen pidiendo como adaptaciones a realizar, por la mala planificación de nuestras ciudades, la ocupación de las ramblas y zonas inundables, la desviación de los cauces de los ríos, la construcción abusiva e ilegal de hoteles y urbanizaciones en la costa, la deforestación y la tala sistemática de la vegetación de las ciudades, la negligente gestión de los residuos, los productos utilizados para el control de plagas, la sobreexplotación de los acuíferos, el abandono de los ecosistemas locales como los humedales (en el poniente han funcionado de balsas de tormentas), la construcción de mega proyectos de renovables, la apuesta por aumentar las autovías en detrimento de mejorar el servicio público de transportes, la introducción de especies exóticas, potenciar una economía de cercanía, de consumo local o se pedía más educación ambiental, prevención, vigilancia e instaurar el principio de precaución.
Ojalá esta vez, pasado el luto e izado las banderas, en honor a los afectados, fallecidos y voluntarios, nos dure más la memoria y no la olvidemos entre el barro y la vergonzosa guerra política. Ante el cambio climático solo el pueblo salva al pueblo, cambiemos de sistema. No hay planeta B. DIARIO Bahía de Cádiz