Se acerca de nuevo la huelga feminista del 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora, de todas las mujeres del mundo, pues casi nadie conoce a una mujer que por cuenta ajena o propia no esté trabajando con o sin remuneración. Este día, a su vez, lleva aparejado una huelga de consumo que es un acto solidario para que no tengan que servir a ninguno.
Como siempre aparecen las voces de la patronal, que marcará a todas aquellas mujeres que hagan uso del derecho recogido por la Constitución, a la vez que enarbolarán el derecho al trabajo que sólo lo recuerdan en tiempo de huelga.
Aparejado están los sindicatos mayoritarios que bajo mi triste opinión ya no tienen poder de convocatoria y se ocultan tras un paro de dos horas para que no se les reconozca su fracaso y su poca credibilidad por la clase trabajadora.
También están las esquirolas que para quien no lo sepan son aquellas personas que trabajan mientras otras están de huelga y que a su vez nunca rechazan los beneficios que se consiguen tras las huelgas, poniendo la mano cual Judas recogiendo las treinta monedas.
Estas personas ponen mil y una excusas para no practicar la huelga, no tienen la valentía de decir: “No hago la huelga porque no me da la gana”, y se esconden en argumentos tan vacíos como:
“Es que como la haga me echan…”. A las que secundan la huelga, parece que no las van a echar.
“No puedo faltar porque el trabajo que hago es muy necesario…”. Como si el de las demás no. Por eso ya no se trabaja ni domingo, ni festivos, ni vacaciones, porque ese trabajo no se puede dejar de hacer.
“Es que yo soy imprescindible…”. Pues si os contara cuántos imprescindibles salen diariamente de las empresas.
“Si voy a la huelga no me llamaran más…”. Si todas la hicieran no tendrían a quien llamar.
Estos ejemplos son algunos de los argumentos que se esgrimen para no participar de este derecho. Detrás lo que demuestran es que sólo hay miedo y un interés desmesurado por no señalarse y así marcar a las compañeras que ese día reivindicarán la igualdad entre mujeres y hombres.
Esto es algo que ya deberíamos de tener superado y sin embargo en pleno siglo XXI hay que seguir demandando para conseguir la igualdad plena y acabar de una vez con los techos de cristal, la diferencia salarial, el trabajo del hogar, los micromachismos, los vientres de alquiler, la prostitución, la violencia sexual, las violaciones y los asesinatos que se siguen perpetrando con el fin de que el patriarcado siga consolidando su posición de poder.
Por eso sólo me queda decir que el 8 de marzo yo acompañaré a todas esas valientes a reivindicar el derecho a la igualdad entre seres humanos, y asumiré que ese día me toca colaborar para evidenciar que las mujeres tienen derecho a la huelga. DIARIO Bahía de Cádiz