“El hombre es libre, tiene que ser libre. Su primera virtud, su gran hermosura, su gran amor es la libertad”. Juan Ramón Jiménez.
Ya no nos importa, nacionalcatólicos azules o colorados, que no hagáis ni menor amago de buscar los restos del llamado ‘padre de la patria andaluza’ -aunque él no la fundara-, ni siquiera en el aniversario de su vil asesinato. Al contrario que con Lorca, para el que sí desplegáis medios técnicos y económicos en esa investigación. Tal vez sea mejor así, redomados cainitas, porque al querer ocultar las pruebas de tantos múltiples genocidios y expolios, habéis convertido Andalucía entera y sus países anexos hermanos, en un inmenso sepulcro… y sólo en la total obscuridad subterránea se encuentra el limo fértil donde eclosiona la vida.
Nos da igual también que su asesino, el inductor de masacres y violaciones masivas, el compinche del enano innombrable, tenga su tumba en la misma basílica de la Macarena. ¿No debe ser acaso una iglesia papista el lugar natural donde tantos inquisidores, pervertidos, sanguinarios tiranos y torturadores están enterrados en todo el mundo, incluso muchos de ellos venerados…?
Retorna, compañero Ahmed, con tu libertario espíritu siempre invicto, en todas las Auroras del mundo. Tú eres la firme mano que empuña la azada, el apasionado estro que anima al poeta, el aparejador del Gran Arquitecto de todos los orientes, la ígnea luz cegadora del que suelda en la fragua, la fuerza lunar que ordena las mareas, tinta del cálamo del sabio, viento ensordecedor en el Día de la Justicia, el que sigue la recta Senda de los inmortales.
Tus cenizas insepultas se han vuelto el aire que respiramos, y nos da la alegría cada mañana. Se han tornado nuestro propio ser mismo. Por eso el luto de los andalusíes, al contrario de los émulos de los arrogantes cuervos, es blanco. El triunfo sobre la muerte es una fiesta. La Gran Fiesta de la Humanidad. No en vano el Homo Sapiens surgió en el África Noroccidental, equidistante entre Canarias y Al-Andalus. Por eso la expresión más alta del Amor, que irradió por todo el mundo, emergió de nuestra Civilización en muchas más de mil y una noches, y sus troveros la proclamaron a los Pueblos de la tierra.
Semilla enamorada Infante, primera tierna voz del niño que alumbra nuestra Matria, en cada amanecer. Libre numen que no puede ser abatido porque cabalga los milenios. Por ti ofrendamos nuestra existencia a cada instante, Luz de la independencia anhelada. Consciente el universo recobra su pulso de eternidad… ha encontrado a alguien capaz de leer el Libro a la Madre Naturaleza fecunda como debe ser leído, recitado como un canto de Amor.
Tahia Al-Andalus hurra! DIARIO Bahía de Cádiz