Han sido veneradas desde la existencia del Convento y no en vano a la Virgen del Carmen, Reina del Cielo y Estrella de los Mares, se la invoca litúrgicamente como la Reina y Hermosura del Carmelo. Por otra parte -iconográficamente- se la representa simbolizada en una nubecilla iliana -o sea de gran belleza- entregando el Escapulario o, también otorgando el singular privilegio Sabatino. Y por último y canónicamente como la advocación de María del Carmen que más universalmente se conoce.
Efectivamente, tres han sido las imágenes que de la Virgen del Carmen se han venerado en el Templo Carmelitano, según se desprende del Libro de Protocolos y a su vez del de la Coronación de donde se ha tomado estas notas.
La primera imagen a la que nos referimos, era propiedad de una piadosa señora que se afincó en Cádiz y que a la capital había llegó a través del mar desde las Indias, y fue la que donó la citada ‘primera imagen’ a los Padres Carmelitas, que a la sazón a la Isla también llegaron por mar hasta el Castillo del Puente Zuazo, donde una vez desembarcada y acompañada del Padre presidente y del hermano Bernabé, se trasladó en solemne procesión el 20 de noviembre de 1680, a la primitiva Iglesia del Carmen -en construcción todavía- destinándose a ocupar el único altar principal que existía entonces para más tarde convertirse en una Virgen Dolorosa.
Hubo otra Virgen del Carmen, la que actualmente se encuentra en el camarín del magnífico retablo del altar Mayor, que fue colocada en 1742, por disposición del Padre Prior Fray Francisco de la Madre de Dios. De dicha imagen y del -por qué- de tal decisión no se tiene noticia alguna, sólo que es una formidable talla estofada, es decir engalanada y bien dispuesta.
Y finalmente la que conocemos hoy como nuestra devotísima Patrona que desde 1708 se venera en su hermoso, espléndido y regio altar lateral dentro de una capilla según se entra en el Templo a la izquierda del Altar Mayor y es titular de la Venerable y Real hermandad de Nuestra Señora del Carmen Coronada.
La primera vez que esta fervorosa hermandad y su venerada Virgen tomó parte activa en la ciudad, fue con motivo de la inauguración del actual Templo Carmelitano el 2 de febrero de 1733, y a partir de entonces siempre ha estado presente en un largo peregrinar en torno a todos los acontecimientos notables de La Isla, tanto en los más tristes y desgraciados como en los más prósperos y brillantes.
Así como su participación y milagrosa presencia en los temblores de tierra de los años 1755 y 1774. Por aquellas fechas las aguas habían llegado hasta la mitad de la calle Dolores, pero las rogativas del pueblo y la Virgen allí presente, hizo que el furioso oleaje retrocediese a su lecho natural.
En 1880, volvió a salir, esta vez, para reunirse con el Patriarca Señor San José en la Iglesia Mayor por disposición de su fervorosa hermandad y los Padres Carmelitas para que en conjunta plegarias de los isleños, liberase al pueblo de la asoladora epidemia de gripe que tan solo en cuatro meses provocó cuatro mil muertos.
El 30 de agosto de 1854, sale nuevamente al declararse el cólera en la ciudad y en 1918, al producirse otra epidemia de gripe motivada por causa de las secuelas que generó la guerra europea. Y como consecuencias de estos acontecimientos y los numerosos exvotos de tantísimos fieles y los hechos inverosímiles de difícil explicación humana, que se produjeron durante la larga construcción de la Iglesia del Carmen, demuestra sobradamente la mediación protectora de la Santísima Virgen del Carmen con la que iba a ser su Casa, la de sus hijos -los isleños- y la de su pueblo ¡San Fernando!
Pero también estuvo presente para sumarse a todas las efemérides y hechos importantes que se produjeron en la ciudad, uniéndose al júbilo y regocijo de sus conciudadanos y en 1890, asiste a la inauguración del célebre e insigne Panteón de Marinos Ilustre, bello y regio monumento que aglutina en un todo: Iglesia, Archivo y Panteón.
En 1985, sale para saludar y bendecir a la expedición del regimiento de la gloriosa Infantería de Marina, que partía para la guerra de Cuba. En 1925, vuelve a salir con motivo de la bendición y entrega de la Bandera al Somaten local, acto al que asistió y presidió el presidente de gobierno entonces, General Primo de Rivera.
Y como no, también lo hacía el día de su festividad cada 18 de julio para reunirse en procesión con su pueblo, cuya procesión fue interrumpida durante bastantes años para recuperarla otra vez creo que con buen criterio desde hace unos pocos. Y sobre todo para acompañar al más grande y solemne de los actos públicos de la Iglesia, el Corpus Christi, pero sin duda su salida más radiante, gloriosa y triunfante, ha sido la del 12 de octubre de 1951, para ser Coronada como nuestra Abogada y Madre y como Reina de cielos y tierras.
Por otra parte fue un clamor popular, recogido en crónicas de la época, argumentándose que no hubo acontecimiento mayor y más brillante en la Isla, que no fuera ver Coronada a su Madre y Patrona, ni nunca estuvo el pueblo más unido a su excelsa y augusta Imagen en el día de Gracia de su Coronación.
Ese mismo día fue especialmente singular, gozoso y triunfante para los Rvdos. PP. Carmelitas y para su Hermandad por tanto amor, empeño y sacrificio derramado en la consecución de tan alta distinción para nuestra Madre del Monte Carmelo, que felizmente por fin la vieron Coronada. DIARIO Bahía de Cádiz