Decía Elvira Lindo el pasado jueves en el ciclo ‘Presencias Literarias’, organizado por la Universidad de Cádiz, que ahora mismo no se atrevería a escribir una serie de artículos como los que escribió hace años en su célebre ‘Tinto de verano’. La causa es la excesiva y continúa presión de las redes sociales y las opiniones sin control en los medios digitales.
Durante un par de veranos Elvira relató en artículos diarios su vida en un pueblo de la sierra madrileña. En los mismos mezclaba realidad con ficción y conseguía hacernos reír a carcajadas.
Le dije que pensara en todos aquellos que le agradecemos tanto su maravillosa forma de escribir y en la enorme suerte que supone poder hacer reír a los demás. Que no olvidará que tras el ruido y la furia estamos sus lectores, la gente anónima que disfruta de la buena literatura y que, estoy firmemente convencida, somos una mayoría.
Tanto ella como su compañero Antonio Muñoz Molina se han visto envueltos en polémicas estériles pero dolorosas y ofensivas, tanto es así, que incluso se han llegado a replantear si merecerá la pena.
Lo que yo me pregunto es si merecerá la pena que todos los demás aguantemos esto.
Por culpa de cientos de descerebrados con un ordenador, tableta o móvil en la mano, podemos llegar a perder la maravilla que supone leer a tantos articulistas y escritores que ahora se cuidan muy mucho de no ser políticamente correctos.
Elvira nos contó que hacía sólo unos días, en una entrevista le preguntaron qué opinaba acerca del acoso escolar, en relación con los motes que aparecían en su ‘Manolito Gafotas’. Imaginen el mal cuerpo que se le quedó, y que aún tenía cuando nos relataba el asunto.
El problema, el auténtico problema es que no levantamos la voz. Ante la estulticia, la mala educación y los acosos nos quedamos calladitos y a otra cosa. Esperamos que un sinfín de leyes, normas y protocolos vengan a ordenar y disponer. Nadie es capaz de defender y callar a los matones, a los que gritan sin argumentos, a los que ofenden porque sí ¡No nos vaya a tocar a nosotros!
Aguantamos carros y carretas. Aguantamos con dolor de barriga al Tardá vociferante en el Congreso, a un niñato al que sólo le llaman charnego en su “tierra”, que insulte la nuestra. Aguantamos, en todas partes y en todos sitios, que ahora nos ofendan vociferantes soberbios que manchan el nombre del primero que se le ponga por delante y no comparta su sacrosanta verdad.
Pero no sólo se circunscribe al plano político y lejano. Aguantamos que nos traten con desdén, que nos respondan malhumorados a nuestras sonrisas, que nos paguen nuestra educación con su mala educación. Todos los días, en algún momento. Y nos callamos. Nos callamos ante el compañero que machaca al otro, ante el jefe déspota, ante el camarero antipático y el taxista que te perdona la vida.
Ante el abuso, aun siendo conscientes de la cobardía de los abusones, nos callamos.
Pero sólo perdemos nosotros si Elvira Lindo deja de escribir, si pierde la frescura. Ellos no, posiblemente no lean, no tienen tiempo mientras están ladrando. DIARIO Bahía de Cádiz