Sabotean charlas en la universidad, se van a los tribunales cuando un prelado de la Iglesia dice lo que piensa con el argumento de que se crea odio contra ellos. Les da miedo la verdad de los otros y eso se llama no creer ni en ellos mismos. ¿Crean odio al denunciar odio?
Felipe González y Juan Luis Cebrián no pudieron decirnos sus verdades en la universidad porque estos nuevos guerrilleros supuestamente progresistas no lo permitieron. Los dos tienen altavoces de sobra pero, ¿por qué convertirlos en mártires con lo mal que huelen ya? Para hacerles frente la táctica es otra pero los neoguerrilleros no son capaces de unirse para llevarla a cabo, es más fácil el follón o quitarse sujetadores en el interior de una iglesia, enlazando con esas masas que se dedicaban a meterle fuego a sus propias raíces culturales. Hay que ser bodoque para tirar piedras contra el propio tejado en nombre de la revolución o para supuestamente enterrar el “Espíritu del 78”.
Se debe escuchar a todo el mundo, es en las guerras declaradas cuando todo vale y ni siquiera en ellas. Ahora se pueden aplicar los versos de León Felipe – “todo el ritmo de la vida pasa/por el cristal de mi ventana”- a la situación actual. Éste es el mundo de las ventanas-pantalla, en mi ordenador leo textos comunistas, neoliberales, católicos, socialdemócratas, fascistas, nazis, estalinistas, anarquistas… Es una maravilla, poder saber lo que dicen todos: La Biblia, El Corán, ideas feministas, hembristas, homosexuales, homófobas, machistas, semitas y anti-semitas. Soy un estudioso de la sociedad que ejerzo mi libre pensamiento en la universidad aunque tenga mis principios. Sé que la Iglesia es culpable del atraso español y andaluz pero también sé que tiene derecho a hablar porque la avalan hechos a su favor.
La universidad siempre ha sido una isla de libertad y ahora me la tienen embarrada de intolerancias entre unos y otros. Al obispo de Granada se le ve el plumero con los homosexuales pero, en efecto, existe un discurso de género intolerante y no hay que callarse. Esa “incitación al odio” es un disparate legal con el que Freud no hubiera podido afirmar que la religión es una neurosis ni Nietzsche hablar de su superhombre. El odio es asunto de cada cual y cada cual es responsable de sus actos, no hay que tratar como niños a la gente, los argumentos deben ser libres porque hoy llegan estos guerrilleros y mañana llegarán los otros y entre todos mataremos lo que tanto ha costado lograr: la libertad de cátedra y de expresión. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig