“En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver pero pocos comprenden lo que ven”. Nicolás Maquiavelo.
Los ciudadanos solemos tener una cierta propensión a creernos lo que nos dicen los políticos de aquellos partidos que juzgamos más afines a nuestra forma de pensar. Esto no quiere decir que no intuyamos que, de todo lo que nos prometen, ya nos podríamos dar con un canto en los dientes si, al menos, cumplieran con un 20% y, no obstante, los votamos, no tanto porque pensemos que sus programas electorales se van a llevar a término en las mismas metas que se propusieron, sino porque los del resto de partidos que entran en liza en unas elecciones legislativas, nos aterran con los suyos propios, aún a sabiendas de que, en su caso, tampoco se van a poder ejecutar más de un 20% de los suyos, pero, aún así, pueden resultar tan catastróficos para el país que es preciso no darles la más mínima oportunidad de llevarlos a efecto.
Una vez más, como sucede casi siempre, las elecciones nos están jugando la mala pasada de habernos llevado engañados a las urnas, pensando que íbamos a favorecer al partido más íntegro, menos capaz de abominar de sus principios, más apto para evitar caer en la tentación de cambiar sus promesas electorales, a la vez que se muestre incapaz de aceptar imposiciones, por mucho que le puedan favorecer en el aspecto político, le permitan acceder al poder u obtener determinadas ventajas que, sin embargo le obliguen a dar pasos hacia otros objetivos, distintas metas o itinerarios sinuosos por los cuales se pudiera desviar de los fundamentos básicos que siempre han venido caracterizado a la formación política de que se trata. Como es obvio: estamos hablando del PP del señor Rajoy.
No hemos estado en contra de que se buscaran pactos de investidura con otros partidos, no hemos pensado que hubiera otro método, ya que no se había conseguido la mayoría absoluta, que el de llegar a compromisos con los partidos más afines ideológicamente del panorama político español. Al contrario, estuvimos satisfechos y esperanzados cuando supimos que existía la posibilidad de pactar, con Ciudadanos, la posible investidura del señor Rajoy o, incluso, de que se suscribiese un pacto de legislatura con dicha formación política que, en alguna forma, asegurara la posibilidad de mantener un gobierno estable que ayudara a sacar a España de. la preocupante situación en la que la han ido colocando más de 8 meses de falta de un gobierno que pudiera legislar y tomar las decisiones importantes que son precisas para el buen funcionamiento de un país.
Pero… una cosa es negociar, mantener conversaciones sobre algunas cuestiones, incluso ceder en algunos aspectos puntuales que puedan coincidir con puntos básicos del programa del partido minoritario con el que se negocia y, otra muy distinta es que, el partido mayoritario, con gran diferencia de escaños sobre el segundo, el PSOE (52) y muchos más sobre Ciudadanos, (una formación que sufrió un retroceso de siete escaños cuando se pronosticaba que sería uno de los más favorecidos en los comicios), se limite a aceptar, casi sin resistencia, todo el mogollón de condiciones (150) que le ha obligado a zamparse de un bocado, el señor Albert Rivera, a un Mariano Rajoy en posición aceptada de inferioridad, dispuesto a vender hasta el copyright de su partido con tal de conseguir el apoyo para ser investido. Veamos, precisamente cuando sabe que, con el solo apoyo de Ciudadanos, no consigue la mayoría precisa para poder asegurarse la presidencia del gobierno de España.
Es posible que, como suele ocurrir con los que presiden los partidos políticos, al señor Rajoy, encumbrado en su cúpula de cristal, rodeado de sus fieles adjuntos y protegido por la camarilla de asesores que lo rodean; piense que puede prescindir de la opinión de las bases, que se crea que “el bien de España” consiste en adoptar una parte tan importante del programa de un adversario político que apenas ha conseguido 32 escaños de un total de 250 parlamentarios, por muy importante que fuera su colaboración a efectos tácticos. Sin embargo, si Ciudadanos sólo alcanzó tan pírrica victoria fue, precisamente, porque los votantes no estuvieron de acuerdo con sus propuestas, por muy interesantes, ambiciosas, regeneracionistas y sociales que pudieran parecer. Los de Podemos, con un programa que asusta nada más de pensar que pudiera llegar a imponerse, consiguieron un resultado que, ellos mismos, consideraron como malo, cuando obtuvieron los mismos escaños que en las votación anterior y, no obstante, se han dado cuenta de que se equivocaron cuando quisieron imponerles, a los del PSOE, una condiciones draconianas que Sánchez, con toda su cerrazón intelectual, fue capaz de rechazar.
Y es que, señores, por encima de componendas, pactos, mayorías o minorías, utopías, proyectos de gran contenido social, leyes de dependencia, sueldos básicos, etc. existe algo que se puede definir como “realidad” que, por mucho que se intente camuflar, obviar, despreciar o ignorar, tiene una entidad propia que la hacer inmutable a cualquier intento de soslayarla o de olvidarse de ella. Existe una Europa de las naciones, la UE, la CE del euro, existe el FMI, el BCE, el BEI y Bruselas con su Parlamento Europeo, existen unos compromisos de reducción del déficit público so pena de pagar una multa de 6100 millones de euros, existe una Deuda Pública española que ya va por el billón cien mil millones de euros, existe una financiación foránea sin la cual nos sería imposible mantener nuestra economía y existe, en fin, una vigilancia constante sobre quienes van a ser los futuros gobernantes de España, de lo que depende que, nuestro país, siga siendo uno de los de más influencia en Europa o quede relegado, en el mejor de los casos, a la cola del batallón, sin ayudas y expuesto a ser echados fuera de la zona euro si se empeña a querer dictar sus normas al resto de la CE.
Y en estas estamos: es posible que Rajoy piense que ha obtenido una gran ventaja con el apoyo de Ciudadanos, pero ¿a qué coste? Y, si se me permite la observación, ¿con qué garantías de que este acuerdo le va a servir para evitar unas terceras elecciones y, todo ello, sin despreciar la posibilidad, por muy remota que nos parezca, de que Sánchez se líe la manta a la cabeza y construya una alternativa de partidos de izquierdas que, por muy improbable que pueda parecer, todos sabemos que, matemáticamente es posible? Incluso en el caso de que Rajoy consiguiese salir investido, por una especie de milagro que impulsara a los socialistas a salir a orinar en el momento de la votación, ¿qué tipo de gobierno sería un gobierno minoritario del PP sólo con el eventual apoyo, en cuestiones puntuales, de los señores de Ciudadanos y de Coalición Canaria, si es que, por fin, deciden apoyar la investidura?
Les ruego que hagan un ejercicio de imaginación y, aceptando que Rajoy consiga formar un gobierno con los mínimos apoyos con los que cuenta ¿ qué posibilidades tendría de sacar adelante las leyes que enviase al Parlamento?, ¿cómo podría llevar adelante su programa de gobierno si ya, de antemano, se ha comprometido a aceptar aplicar las medidas del programa de otra formación política? y, finalmente, ¿qué garantías tiene de que, en unos futuros PGE, pudiera cuadrar las cuentas de gastos con las de ingresos, sin que ello supusiera seguir incrementando la deuda pública del país, ya situada en máximos jamás antes conocidos en tiempos de paz?, ¿ es que todavía hay ilusos que piensen que aplicar medidas para mejorar los ingresos de los más pobres, o aumentar las prestaciones de la Seguridad Socia, o dotar de más apoyo a los desempleados etc. es posible sostenerlo sin buscar apoyo externo o decidiendo aumentando los impuestos. En el primer caso significaría un aumento de nuestra deuda pública cuando, desde Bruselas, ya se nos ha advertido que sería preciso rebajarla en 25.000 millones de euros, como mínimo, lo mismo que el déficit público del que tendremos que rebajar en los años próximos la friolera de 10.000 millones de euros. ¿Estamos en nuestro sano juicio o, aún así, el buscar, a toda costa, formar un gobierno, seguramente, de escasa duración, se puede considerar que es lo mejor para España?
Y vista la cosa desde este punto de vista, aún siendo mala una tercera convocatoria a las legislativas, ¿estamos en condiciones de asegurar que, un gobierno como el que se está tratando de gestar, evitaría que, con unos meses de retraso, se tuvieran que convocar, con urgencia, unas nuevas elecciones; dada la imposibilidad de gobernar España a causa de la actitud obstruccionista de la cámara baja? O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la impresión de que buscar, a toda costa y cediendo a todo lo que le han exigido, tomada por el PP, mucho nos tememos que sólo sea pan para hoy y hambre para mañana sólo que, el retrasar la aplicación de las medidas necesarias para salir de este mal momento por el que estamos transcurriendo, puede significar que ya no estemos a tiempo a evitar las amenazas que, cada día con más probabilidades, está amenazando nuestro modelo de vida. DIARIO Bahía de Cádiz