En América le llamaban la madre patria, así le conocí en mis inicios de estudios de la historia, sustituyendo a este concepto desaparecido, me permito decir que España está siendo víctima del síndrome de la mala madre.
Una mala madre que ve morir, desahuciar, humillar a unos hijos cada vez más desesperados, llueven las historias y esta tierra que fue cuna de prestantes escritores que llenaron una época de oro de la literatura, continuará siendo ahora sobre crudas realidades, narradora de historias trágicas.
Desahucios donde la cruda madrugada invernal sirve de marco a los casi indigentes, incapacitados, pensionados, parados, formando un abanico gris que no se parece en nada al hermoso abanico que es uno de los símbolos españoles.
Gente desesperada que ante la realidad de verse en la calle, prefiere acabar con su vida, que triste esto, si yo fuera el Presidente o ministro del gobierno, si por algún lado recayera sobre mi persona algo de culpa por lo que estos infelices se suicidan, preferiría hacer lo mismo, ya que la conciencia, no me dejaría vivir en paz.
Estos gobernantes no tienen conciencia, que pena por Dios, este país se torna sombrío, me envuelve en una aureola nebulosa, me está tornando opaca y afligida, me está dejando sin palabras.
Camino sobre los restos de una ilusión que se ha roto, voy remendando mis alas desplumadas, alas que ya no son capaces de albergar bajo ellas el calor. Quizá deba pedir perdón a mi propia tierra, a mi gente de allí, que ironía! Lanzaba sobre ellos el ejemplo de la nación civilizada que creía que era España, para tener que recoger hoy, las cenizas de una nave que yo misma calciné.
Quisiera disparar sobre las banderas de infamia y mentira que hablan de recuperaciones económicas, de empleos disponibles, facilidades en la Seguridad Social y otras falsedades que llenan los discursos de los gobernantes.
No solo los enfermos de Hepatitis B, pueden dar fe del desastre de la Seguridad Social, no solo los cientos de hogares en la miseria, los que para comer deben visitar comedores sociales y muchas otras personas que han pasado a engrosar la lastimera lista del tercer mundo en la propia España, pueden dar testimonio de que ni hay recuperación ni mucho menos trabajo y de esto último, esta misma servidora es la mejor evidencia.
Mis hijas (tengo dos) profesionales universitarias, no tienen trabajo, no han valido los repartos de CV, de nada ha servido rellenar largos formularios, son paradas sin derecho a nada porque nunca han encontrado posibilidades de trabajar aquí.
¿Conocen la tragedia de Jacinto y Blanca? Una pareja que igual que dice una canción, dieron a la patria su trabajo ¡murieron de hambre! Desaparecieron en silencio y en silencio la muerte les rescató del infierno al que les había llevado una mala administración gubernamental, dejaron como recuerdo, una casa fría y triste y esquela colgada en la puerta anunciando su muerte.
¿Será esta la esperanza de los españoles? Cuántos más como Blanca y Jacinto tendrán que morir, cuánto tiempo más tendrá que pasar para acabar con este desastre. DIARIO Bahía de Cádiz