Leo en un diario: “Belén Esteban: incapaz de escribir sin faltas de ortografía”. “La expareja de Jesulín desconoce que existen las comas, los puntos y las tildes y cree que el verbo «echar» se escribe con hache”.
Me parece recordar que a esta señora la llamaban o la llaman la princesa del pueblo igual que ocurrió con Diana de Gales si bien entre una y otra hay una diferencia como entre un cinturón de esparto y otro de terciopelo.
Ahora bien, si Belén es la princesa cómo será el pueblo. A mí lo que más me duele es ver a mis exalumnos con un título de graduado o doctor en periodismo persiguiendo por la calle a personal de este talento para darle carnaza a ese pueblo que no merece ser llamado así. No es pueblo, es masa, chusma, porque, por mucha crisis que tengamos, ya hace tiempo que esta sociedad te da estudios y muchas oportunidades como para saber las reglas más elementales de la gramática, digo yo que siempre no habrá que estar haciéndole la pelota al “pueblo” en plan comercial con el principio de que “el cliente siempre tiene la razón”. “Estoy harto de hacer versos para el pueblo, ya es hora de que el pueblo suba a comprender mis versos”, exclamó un poeta tal vez ajeno a que sus versos le importaban un pimiento al “pueblo”, lo que les atraía a sus miembros eran las aventuras de la princesa iletrada porque una persona así nunca supone un reto para tener que hacer esfuerzos “intelectuales”.
En otro de mis artículos afirmaba que la igualdad y la democratitis acaban siempre por fortalecer a las medianías, de ahí que me mantenga en el bloque de los abstencionistas porque al ciudadano hay que exigirle, ya sé que al poder le interesan la ignorancia y la indolencia pero mi intención es pensar por mí mismo, no que me piensen. La obsesión por la igualdad así, por las buenas, porque es un derecho, sin más, acaba por beneficiar al que no sabe escribir ni pensar porque no le ha dado la gana de aprender. Al marginado más marginado también le beneficia por “solidaridad”. Y a quien acaba perjudicando es al que emprende, se esfuerza y trabaja, he aquí una de las grandes injusticias del socialismo, algo que no tiene nada que ver ni con Marx ni con Lenin sino con eso que se llama oclocracia.
La doctrina actual de la igualdad suena demasiado a religión, a catolicismo, no a política revolucionaria de dar a cada uno según su trabajo y sus méritos. En principio, a cada cual se le coloca en la misma línea de salida pero luego no todos somos iguales porque la inmundicia y la falta de respeto por los bienes comunes que se observa por ahí son demasiado abundantes, empezando por la “generación de la botellona”, y mucha gente no somos merecedores de los derechos que se nos han otorgado. Para empezar, estamos en epidemia de gripe pero, seamos sinceros, ¿cuántas personas de las que acuden a colapsar las urgencias podrían ahorrarse el viaje, todo porque ir al médico es gratis y estamos perdiendo la capacidad de sufrimiento? Se junta el hambre con las ganas de comer: unos indeseables cortando presupuestos y riéndose de la seguridad de sus ciudadanos colocando demasiados médicos aprendices en las urgencias y unos públicos que acudimos al hospital porque tosemos demasiado, nos duele la cabeza y tenemos un poco de fiebre.
Al final, si se denuncian también estas situaciones tal vez haya quien desee matar al plumilla para irse a darle un beso a princesas del pueblo que no saben hacer la o con un canuto. Claro, es lo más fácil y lo más cómodo. Ramón Reig DIARIO Bahía de Cádiz
Pues si, princesa del pueblo. Pero claro para usted pueblo son los integrantes de su pequeño mundo de licenciados, doctores en cosas que jamas han servido para nada, salvo hacerle la pelota a los poderosos. El resto chusma. Icluidos los ingeneros como yo. Resulta que esa chusma es la que le da de comer a usted y el resto de su banda, y menuda banda (conozco bastante la universidad: cuestion de familia y menudo estercolero) para que nos engañen con su historia a medida de las elites y los vencedores, su politica, sus teorias absurdas, estupidas, acientificas e indemostrables que les permiten vivir trabajando seis horas a la semana ( el resto «piensan»).
Que bien les retrato a ustedes Veblen en «la teoria de la clase ociosa» !hace mas de cien años¡
Hasta nunca «universitario» Y a ver si tropiezas cin alguien del pueblo que te de lo que mereces capullo. !ah¡ y no pongo acentos porque no me da la gana