Sé que hay quien no lo entiende, pero en esta época ya soy uva pasa, sin poderes para retener la memoria. Cuando tenemos niños en edades escolares, no transcurren los meses sino las evaluaciones. Ha finalizado la segunda y vienen vacaciones y no sabemos si alegrarnos o empezar a rezar. Pero seguro que dormiremos, al menos eso espero, purificación corpórea que sienta mejor que cremas, potingues o baños turcos.
Serán solo nueve gloriosos días en los que no habrá que despertarse a las siete, ni empezar a arrear gente como si fueran cantaros de agua, ni preocuparse por mochilas, extraescolares, ni exámenes.
Paseos largos daremos como los días en los que la abubilla devora las larvas de las pasionarias, limpiando los jardines públicos de inclemencias venenosas.
Paseos largos sobre la arena de la playa con tesoros de surfistas peleando con las olas y emergiendo, embutidos en neopreno.
Paseos con los perros ladrando, babeando contentos, uno al lado del otro, pie tras pie, por Los Toruños, que es gloria pura o por los senderos escarpados de la serranía gaditana. Tardes de templanza y griterío, de deportes y bicicletas, de salidas y entradas por interminables puertas. Con tortillas de patatas por bandera, sin política, sin noticias, ni telediarios, solo canal cocina como mucho y los libros por placer, que no hay como rozar las yemas de los dedos en un papel usado y yermo, para incitar el apetito siempre abierto.
Es la imagen perfecta, es una puesta de sol, sin tener que programar la lavadora, ni el lavavajillas, ni mandar un articulo, ni tejer una historia que quizás no convenza a nadie, sino horas ante una nueva serie, episodio tras episodio, porque te da la gana y lo disfrutas, que ya te tocaba.
O tiempo para tejer una manta de lana o para bordar unas letras o leer una vez más que nunca sacia, o tomar el sol con protección que los rayos V aprietan.
Luego cuando se nos vayan pasando los días fugados, ya tendremos tiempo de desearlos de nuevo, de nostalgias aún no presentes, de extrañar lo que aún sentimos, porque somos retorcidos, más que la cola de un cochino.
Vendrá de nuevo la política, el no hacerlo bien, el hartazgo y la jartura, el despertarse temprano, la comida basura, los cargos de conciencia, la pesadez de educar, el arrear gente a que haga lo que no le apetece, el no poder dormir bien, el echar de menos las siestas y el sol y la playa, y el no tener tiempo para una misma.
Vendrán las lluvias que se irán a poco que les empuje el buen tiempo, porque ya hinca los dedos la primavera y se mece en cada mata que florece, en cada pico que busca larvas para hacer nido, en el corazón de una madre que se fatiga como abuela y que persigna las líneas como trenzas en el viento.
Los rayos V aprietan porque hemos jodido el ozono y nos quema, como la sangre sin vacaciones, como las letras mudas y quietas. DIARIO Bahía de Cádiz