Hela ahí, toda una sardina con su piel plateada y unos ojos que jamás parpadearon, ni siquiera para dormir. Alimento sano, rico en proteínas y minerales, y muy bajo en calorías, se digiere con facilidad. Carne que siempre estuvo al alcance de todos, hoy no solo escasea, sino que sus precios hacen imposible a los menos pudientes, consumirla con más asiduidad, por el precio que está adquiriendo. ¡Ocho euros el kilo! Sus caladeros o bancos de sardinas, van decreciendo por la sobre explotación y no darle tiempo a que se recuperen. Sobre todo en aguas del Mediterráneo, de Andalucía y Marruecos. El casi centenar de barcos de pesca amarrados hasta ahora en los puertos, debido a estos largos periodos de prohibición y restricción habidas de la pesca de esta especie, nos indica la fea situación de este sector.
Hoy sin embargo, me ha sorprendido ver en el carro de la plaza, un kilo de este rico alimento azul, que junto con el boquerón, la caballa, hace que los andaluces podamos comerlas de vez en cuando.
¡Mira Manuel, qué buena pinta tienen estas sardinas y lo frescas que están!, dice mi mujer acabaíta de llegar del mercado.
¿Sabes lo que vale cada una de ellas?
Mejor es no saberlo -le respondo- pero, si me dices, cuanto te ha costado el kilo, sabría decirte, el precio que tiene cada una de ellas.
¡A ocho euros, el kilo! Responde ella, con cierta desazón. Casi, un euro la sardina. ¿Te acuerdas de lo que nos costaba, recién casados? Y no hablemos, del precio, de otros pescados porque siguen subiendo y algunos como el salmonete y la dorada, que te plantas frente a ellos, porque te da pena dejarlos y seguir viendo precios.
Sí, al final, se asaron las sardinas y como estaban frescas, no fue necesario sacarles las tripas. Se sirvieron calentitas, y los cuatro que diariamente nos sentamos en la mesa, las engullimos con placer. No faltó el picadillo de pimiento y tomate, aliñado con buen aceite de oliva y su sal. Tanto es, que al final, solo quedaron cabezas, raspas y colas, porque de las tripas nos recuerdo si sobraron, puede, que alguno, como en mi caso, nos las engulléramos, sin darnos cuenta. Ya que como los boquerones, una vez fritos o asados, enteros, entran por el tragadero, sin dificultad alguna.
Al fin y al cabo comida mediterránea, que junto al boquerón, la sardina y la caballa, si los mojas, con un tintorro fresquito y los acompañas de un picadillo de tomate, y un postre de gazpacho, fresquito, puedes irte a dormir la siesta, tranqui, que esta clase de pescado, en su recorrido hacia el vertedero, no te dará ningún coletazo.
Otra variedad de este alimento sería la mojama, el arenque y el bacalao seco, que por su sequedad, también con una botella de buen vino y un chusco de pan, alimentan, y deleita, el paladar quien por costumbre, hincarle el diente, tenga y le gusto la sal.
Y es que para comerlas sabrosas y frescas, no hay que viajar, ni Santurce o Bilbao, sino aquí mismito, o a algún pueblo cercano, en la pescadería, caleta o chiringuito, a la vera de la mar. Por lo menos, ahora, que estamos en tiempo de verano. DIARIO Bahía de Cádiz