“Ir a por uvas y salir trasquilado”, refrán que precede en orden de concreción al otro de “estar a por uvas”. “Comerse un sapo”, aunque está en el mismo grado de importancia que “a la sopa boba”, por su naturaleza digestiva pertenece a una escala mayor de concreción, el primero obedece más a, digamos así, sentencias concretas, siendo la segunda una afirmación mucho más abstracta, no tanto porque la sopa sea boba, ni siquiera hay una sopa que lleve esta denominación; la hay castellana, de menudillos, de puchero, de verduras y hasta Juliana, pero boba no, o al menos no me consta.
Ir a por uvas y salir trasquilado es lo que le ha pasado al PP de Cádiz y a sus acólitos gacetilleros, cuando tenéis todo preparado, !zas¡, una guantá a mano abierta con lo del agua de Loreto, y no sólo desestiman la denuncia, sino su señoría se larga opinando en su razonamiento, no deja “títere sin cabeza” -se queda Teofila y séquito sin canutos, me refiero a micrófonos en argot-, y los espacios reservados en primera plana con la declaración que llevaba preparada en blanco. Todo por aquello de “agua que no has de beber, déjala correr”…
Más tarde aparecen los sapos, una cadencia poco explicada de los populares hacia los anfibios, ya sean sapos, ya sean ranas, debe ser por lo de las transformaciones y transfiguraciones adaptativas al medio, es más, si en algún momento nos diera en este país por llevar el mundo animal a la categoría de logo de partidos como en USA, el sapo o rana ocuparía el sitio de las gaviotas con fondo azulón en sus estandartes y papeletas electorales.
Sapo, lo que se dice sapo, no sé si se los comerá, ahora bien de su gestión sí debería responder ante la Justicia, si es que se confirma una gestión delictiva. Hasta ahora se ha tenido que comer sus amistades y fotografías, recuerdo aquella en los toros con Ana Mató, la otra con Rato, su mentor, aquella con Rita Barberá celebrando victorias de otros tiempos, cuando nos las vendían como la casta y la Susana de la derecha nacional, o sea que al menos renacuajos ya se los comió sin rechistar.
Pero me da la impresión que los auténticos sapos están por venir, con gimoteo o con llantina, da lo mismo; ¿qué pasará cuando Manuel Rodríguez de Castro comparezca ante un juez para entrar en prisión? Si no desaparece, así en plan Paesa, con esquela mortuoria y todo; posiblemente entonces tendrá que tragarse “sapos y culebras”. Por cierto, alguien en algunos de los múltiples juicios que se avecinan puede pedir explicaciones de un apunte contable de treinta mil euros. Veremos qué pasa. DIARIO Bahía de Cádiz