Estoy enamorado de YouTube y he decidido subirlo a los altares, con permiso de la curia. Gracias a este invento gringo –a cada uno lo suyo- estoy viviendo de nuevo porque recordar los buenos tiempos del pasado dicen que es vivirlos otra vez. En realidad, creo que es vivirlos por primera vez porque cuando aparecieron en su momento estábamos tan metidos en ellos y en el futuro que no nos dábamos cuenta de lo que teníamos. “Se canta lo que se pierde” (Antonio Machado).
Gracias a YouTube estoy recordando la música de mis tiempos y a la vez conociéndola. Hay una persona que firma como “Javier Luis” que ha hecho un servicio público impagable subiendo a YouTube varias series musicales a las que llama “Música en español para nostálgicos”, “Los éxitos en España del año 1954” y de ahí en adelante hasta los ochenta, los números uno de los 40 principales año a año, etc., etc. El tal Javier Luis debe tener una discoteca impresionante porque acompaña cada canción con la visualización de la carátula del single donde apareció por primera vez y con otras fotos del momento. Discotecas así sólo las pueden disfrutar en España personas como José Ramón Pardo, José María Íñigo o alguien similar.
Javier Luis es un santo elevado a los altares del santo máximo San YouTube. Otro similar es un caballero que responde al nombre de Marco Antonio Saavedra Reyes. Gracias a él podemos conocer la obra completa de los grupos musicales a cuyas creaciones no pudimos acceder del todo tiempo ha. Porque nosotros, los de entonces, no teníamos dinero para güisqui caro ni para cubatas y no existían los vuelos de bajo coste, a lo más que llegábamos era a comprarnos el single donde aparecía el éxito del momento, como “Todo tiene su fin”, de Módulos, que todavía está tan de moda que la ha destrozado sin piedad un grupo, de cuyo nombre no quiero acordarme, convirtiéndola en un rock. Pero Módulos eran unos excelentes músicos con temas excelsos que he conocido ahora en la segunda edad gracias a San YouTube y los otros santos que están sentados en sus piernas (hay una santa también, se llama o dice llamarse Candy Channel, una romántica empedernida con aspecto oriental, a ésta la dejo para clásicos internacionales del pop/rock).
En aquellos tiempos de Cuéntame cómo pasó dos o tres amigos y yo nos pasábamos un buen rato delante de un escaparate de una tienda de discos mirando el LP que no podíamos comprar por falta de poder adquisitivo de nuestros padres. A veces caía alguno que escuchábamos con detenimiento, instrumento por instrumento, voz por voz, teníamos una buena educación musical aumentada y corregida por excelentes periodistas musicales radiofónicos: Luis Baquero, Paco Herrera, Pérez Orozco…, esos no nos vendían la burra de que todo era bueno porque detrás estaba el dinero de una multinacional sino que si tenían que decir que un tema era deficiente en relación con otros que nos habían ofrecido antes unos grupos o cantantes determinados, lo decían. Claro que trabajaban en emisoras públicas como La Voz del Guadalquivir.
San YouTube no se queda sólo en la música, claro. Gracias a él mis alumnos pueden estudiar en casa con documentales complementarios a mis explicaciones e incluso pueden seguir disfrutando con mi imagen, mi voz, mis clases, porque por ahí me han puesto unos y otros y sigo con mi rollo del poder, los medios de comunicación y la madre que los parió.
Y yo, personalmente, conecto con profesores y conferenciantes hechos y derechos a cuyas sesiones acudo sin moverme de casa. Clases de hora y media o dos horas, gratis, por profesores de numerosas universidades y otros expertos de todas las tendencias ideológicas.
Claro que hay censura en San YouTube, de eso no se libra nadie, pero Internet va más allá de este santo universal a quien coloco una vela en acción de gracias por todo lo que me está ayudando a existir. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig