El pasado domingo por la noche, me enganché al programa del sofá de Risto. Trataba sobre supervivencia, y estuvo la mar de entretenido. Y la mar de acojonante, sí, precisamente por cómo puede cabrearse la mar, y comérselo todo.
En la primera parte del programa, Risto volvió a entrevistar a María Belón, cuya historia como superviviente al maremoto inspiró a Bayona para su película Lo Imposible, y también se habló, para promocionar un documental llamado La Gran Ola (a estrenar en cines este año), del riesgo sísmico que corremos Cádiz y Huelva. En ese documental, se ven imágenes de La Caleta, cubierta de sombrillerío de colores, atestada de gente, y una simulación de una ola gigantesca tragándose el Balneario. Ay. Qué de veces he soñado yo eso.
Que viene. Que viene. Pero qué va, en Cádiz no puede pasar esto. Bastante tenemos los gaditanos, con lo que tenemos, que es bastante. No estamos preparados, aunque nos lo digan el día antes. No se tiene formación. No hay espíritu de catástrofe. Qué va. Y más de uno, si ve retirarse el mar de golpe, aprovechará para coger muergos. ¿Un tsunami en Cai? ¡Carajo de mar! Que no, pisha. Que no.
Porque el Kichi no quiso nunca un tsunami, y menos, en Carnaval, por ejemplo. Pobre. Qué cruz, chiquillo. Le echarían en cara, a grito pelado en el pleno bajo el agua, glú, glú, glú, las promesas incumplidas (otra vez), los problemas de alcantarillado, y las inundaciones. Porque eso sí, un tsunami inunda mucho, y da mucho coraje. Cómo somos. Qué siesos.
Aunque un lado bueno tenemos, a pesar de tanta queja: los gaditanos no ponemos problema si hay que correr, al menos, en lo que a calzado cómodo se refiere, porque no he visto yo en otro lugar de este país, más gente en tenis que en Cádiz (véase zapatillas deportivas, para los foráneos, o habitantes extraterrestres, tiñosos, especiales, etc., que viven allende los puentes).
Es que me pongo en situación, y qué desastre apocalíptico sería una ola gigante este domingo en plena Cabalgata. Los primeros en mojarse seriamente, serían los jartibles de las sillas en primera línea de la avenida. Ay, y el carrusel de coros. Qué desastre. Cuántos bocadillos de tortilla desperdiciados bajo las aguas. Ay. Lo mejor sería trasladar el carrusel del domingo, a la Calle de la Palma, por derecho, como en 1755, y así la Virgen nos echa el cable del tirón.
Me da a mí que no, que el tsunami, antes de pasar por Cádiz, se lo piensa, más que nada, porque el puente nuevo está muy nuevecito, y si ya no vino el día de la inauguración, que habría sido lo suyo, ya pa qué. Venir pa ná, es tontería. Qué problema aparcar, por cierto.
En fin. Que venga cuando tenga que venir. Total, a mí en Carnaval, no me coge. Y a Jerez no llega.
Puestos a elegir fecha idónea para tsunamis, mejor en verano. Porque no hay forma más digna para un gaditano, que acabar sus días en agua tapá.
Que el mar venga a buscarnos, y nos encuentre con una cervecita, unas papitas fritas, y un cartuchito de camarones. Total, aquí ya estamos acostumbrados a meternos de cabeza en la ola, por grande que sea, atravesarla, y salir intactos, para poner las penas a secar, al amor del levantito. DIARIO Bahía de Cádiz Rosario Troncoso