Se podría afirmar que las corporaciones locales constituyen la gran asignatura pendiente de la Constitución española, hasta el punto que ni siquiera la entrada en vigor de las leyes locales en Andalucía (la de Autonomía Local y la de participación de los entes locales en los tributos de la comunidad) han resuelto en nuestra comunidad autónoma el gran conflicto de los ayuntamientos. Lo que sigue siendo, paradójicamente y desde las primeras elecciones municipales de 1979, garantizar la autonomía financiera de los mismos con la que afrontar de forma holgada la prestación de servicios públicos básicos de calidad. Ni que decir tiene que la estabilidad presupuestaria de mano de un “golpismo consentido” por PP y PSOE y la reforma local impulsada por el Ejecutivo de Mariano Rajoy han puesto definitivamente en el disparadero a los municipios, grandes y pequeños.
Asimismo, en un contexto actual de perdida de ingresos de los ayuntamientos fruto de la coyuntura económica del estado español, unido a la ferocidad competencial y por tanto financiera de las comunidades autónomas, ha frenado el hecho de culminar su proceso descentralizador que dimana implícitamente por mandato constitucional, dándose la paradoja de que hay quienes vociferan reclamando la tercera descentralización del Estado, la que va en la línea de los estatutos de tercera generación como el catalán, con o sin referéndum del Honorable Artur Mas, cuando está por culminar de manera efectiva la segunda descentralización.
Por otra parte, hoy pocos dudan que nos aproximamos al final de una era y que por tanto estamos ante la defunción de un modelo que ha sustentado la supremacía electoral de los partidos tradicionales y que ha llevado a su clase política al triste honor de ocupar los escalafones mas altos en el podio de los problemas que afectan a la ciudadanía como reflejan permanentemente los barómetros de opinión.
Es en este punto de partida, cuando la sociedad civil, ya sea a título individual como a nivel de colectivo, debe adquirir un protagonismo real y cuando, por tanto, ”lo local” adquiere mayor sentido político si cabe. Lo que hace necesario una nueva política, una política cercana a los problemas de los ciudadanos y por tanto alejada del dogmatismo, el fariseísmo y el reduccionismo intelectual del binomio –bien avenido por otra parte- izquierda-derecha, cuya única razón de ser ha sido en las ultimas décadas la existencia del otro, lo que ha llevado al sistema tradicional de partidos a su máximo grado de perversión política.
El fenómeno de la globalización económica, medioambiental y cultural ha superado esa diferenciación de la política a través de la inercias históricas y los tópicos que la relacionaban con las ideologías políticas, pero contrario a lo que pudiera parecer, las fuerzas políticas municipalistas no han permanecido ajenas a estos procesos.
Es la hora por tanto de desterrar sin retorno y de perseguir sin tregua, prácticas que contribuyeron a la degeneración del sistema democrático como la insustancial retórica tradicional, la corrupción, los liderazgos autocráticos, el exclusionismo, los sectarismos con megáfono , etcétera.
Es por tanto la hora de la recuperación conceptual de términos que no por obvios habría que “sacralizar” y que se fueron alejando progresivamente del diccionario de los “servidores públicos”. Es la hora por tanto de los ciudadanos y las ciudadanas, es la hora de las ideas, de las propuestas concretas, de la sensatez, de la cultura del esfuerzo, de los liderazgos participativos, de los consensos sin café para todos. Es también la hora de que lo local orqueste su propio presente para construir su modelo de futuro; en este sentido, todo parece indicar que es la hora de lo “glocal” (soluciones locales para problemas globales); y por tanto debe ser la hora también de la expresión de mayor pedagogía democrática (por cercana) que no es otra que las formaciones que sitúan el epicentro de sus decisiones los más cercano posible a usted o a mí. A lo que de verdad nos importa y nos toca de lleno en nuestro día a día. DIARIO Bahía de Cádiz