No me hacen falta las gafas de realidad virtual para alucinar con el mundo. Ostionera como pocas, embozada en mi capa, me admiro del género humano que me rodea. El poco respeto que se tiene a todo lo que solea el día, va acorde con el nulo valor que dan los políticos a lo que sale de las urnas.
Nos llevan a marejadas de voto, a logotipos manidos y aun así vamos como corderos al matadero con el babero impuesto para no manchar, con nuestra sangre, al carnicero. Somos de tonto de guardar, de fiesta diaria y acometida de agua gratis, que no hay cumpleaños que no parezca bodorrio, ni comunión donde la gula, la lascivia, la impunidad y el vicio, campen más que en aquelarre de brujas.
Estamos en plena tropelía electoral con la economía farfullando destellos de vieja asmática, que no hay carrera que no deslome la columna vertebral de las casas de pobre, ni felonía que no las asalte desde los despachos.
Ellos, los que nos gobiernan o los que aspiran a hacerlo, cogen mecha y nos reflejan en un apestado pantano que nos ensombrece las esencias, enseñándonos la flojez de nuestras muelas. Mochos estamos, pero no nos damos cuenta porque seguimos pedaleando sin sillín de montar, pero con las botas puestas.
Damos patadas a todo lo que se menea para no caernos del balancín, en el que estamos metidos, de fábulas, epopeyas y troyadas que no hay como hacerte el griego para que se te agrie el yogurt y te den una buena nalgada.
Atrasamos los relojes de la inteligencia, no invertimos en educación y sí en pijotadas que en el baremo societario queremos lo que nos deslumbra como las urracas, con su misma pírrica inteligencia. Estamos en épocas de derroche, de comuniones, ferias y jolgorios, que se pasó el Carnaval en un salto, la Semana Santa en dos pasos y necesitamos viagra que nos envare, porque si no percutimos flácidos y avinagrados.
No me hacen falta gafas de realidad virtual para ver la pobreza de algunos que solo se afanan por lo que se llevará la tierra, vagina permanentemente abierta para tragarse todo despilfarro de carne muerta y ambiciones podridas.
Parece ser que la vida se nos antoja infinita y a tres proezas que cantamos, ya está el juglar afónico y con la garganta degollada, que mala cosa es el canto cuando se ha nacido con el oído atravesado por una viga.
No se ve mejor la realidad virtual que desde mi concha de ermitaña, divirtiéndome mis impropios cuando van sobre afilados tacones que les descomponen el paso. Cuando comen en exceso para repercutir el gasto en el regalo o se bañan en copas o critican a renglón corrido, que no hay como no asistir a un evento para enterarte de todo con pelos y señales, a varias manos y múltiples lenguas, engatilladas en arabescos. Cuando trituran a los que invitaron por lo que sea, que es gloria de verso endecasílabo despotricar de los amigos en cuanto se baten de espaldas.
No me da pena ser asocial, ni compungirme entre carcajadas, ni mesarme las canas para verlos a ellos, tan famélicos y tan ufanos por los goces que nos da la Tierra, que como saben es sabia como su madre la Naturaleza, e inquieta y puñetera como la Envidia, que anida en los corazones y hace bruñirse la miseria.
No necesito unas gafas para mirar con cara de tonta cegada mientras otros me sacan una foto con la pinta de una gallina decapitada, visionaria de cosas que no existen más que en sueños de pixeles reveladores de nadas inventadas por ociosos guionistas. Deben reírse ellos, a mares en las comuniones de sus hijos, mientras los invitados los critican a mansalva, envidadores de su buen tino de casarse con una candidata a las generales, que tiene toda la pinta de ser de nuevo reelegida, para antiguos males. DIARIO Bahía de Cádiz