La derecha estatal española es miedosa, no soporta la verdad ni del siglo XX ni del XXI pero sabe que tiene que adaptarse o morir. Y como la derecha no puede morir porque entonces moriría el ser humano –encarnado por la derecha mucho más que por la izquierda- la retraída pero lista derecha, acude a la izquierda integrada, representada por la socialdemocracia.
La UCD fue el apaño lógico que se hizo desde el régimen tras la muerte de Franco, la gente estaba asustada por si venía otra guerra civil. Entonces, mire usted, como dijo Aristóteles, in medio virtus, en el centro está la virtud, no vote a Fraga y su Alianza Popular –germen del PP- porque es franquista, no vote a los rojos -PSOE y PCE-, vote a Unión de Centro Democrático. Y el timorato ciudadano obedeció pero como la UCD era una jaula de grillos –expresión de Carrillo en una de sus envestidas parlamentarias- acabó desplomándose sobre todo después del referéndum andaluz y en 1982 llegó el Felipe González del cambio, mirando al futuro desde un cartel electoral. La derecha le dejó a Felipe la reconversión industrial, la entrada en la UE y en la OTAN, montones de trabajadores a la calle, montones de gente protestando, pero, como era la izquierda, las protestas fueron menores, la lista y cobarde derecha le encargó a los conversos que adaptaran el país al siglo XX y lo libraran de la autarquía impuesta por Franco.
Pero quedaron por hacer asuntos claves como la cuestión territorial. Eso es lo que le han dejado ahora a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias que deben unirse a dos derechas valientes pero –tal vez por eso- complicadas y revoltosas: la catalana y la vasca que, como tienen una estructura de poder montada desde hace siglos, podrían vivir sin España, dentro de Europa, porque si los tribunales europeos dudan en repatriar a los políticos catalanes, en el futuro pueden reconocer a Cataluña –por lo menos- como nueva nación UE, creando un enorme conflicto en el que no se sabe qué diría el ejército.
Sólo con eso, la deuda externa y el fin de la corrupción, ya tienen trabajo de sobra Sánchez y su gobierno. Deben soltar a los presos políticos catalanes y, si pueden, cimentar las bases de la España confederal que se precisa. O sea, empezar a levantar la nación que debió alzar la derecha timorata y meapilas en el XIX. Mientras, ella se recupera del golpe recibido, vuelve a la carga y manda a paseo a Ciudadanos, a la vez que Podemos se va volviendo socialdemócrata conservador que es lo máximo que te deja ser el sistema. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig